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16/2/20

Dossier Flexibilización Laboral

¿Qué es la precarización o flexibilización laboral?

En el mercado de trabajo y referido a las condiciones de empleo, subempleo y desempleo del trabajador, la precarización o precariedad laboral es la inseguridad, incertidumbre y la falta de garantía de condiciones socioeconómicas mínimas y suficientes para una supervivencia digna que afecta a los trabajadores y repercute en su entorno familiar y social.

En general se refiere a los procesos de flexibilización laboral o desregulación del mercado de trabajo: bajada de salarios, abaratamiento del despido, ausencia de indemnizaciones, falta de coberturas sociales, contratación temporal. Del proceso de precarización se deriva un aumento de la economía sumergida y un empeoramiento de las condiciones de trabajo.

El término se hace conocido en la década de 1980, aplicado a las consecuencias de la flexibilidad laboral en la vida cotidiana. El eufemismo de flexibilidad laboral es uno de los pilares del liberalismo económico y neoliberalismo que promueven procesos de liberalización económica. Procesos generalizados de precarización son el toyotismo o posfordismo. El proceso de precarización se expande conjuntamente con la avanzada del modelo económico neoliberal desde la década de 1980 y tuvo como inmediata consecuencia tres puntos fundamentales:

- Pérdida de poder negociador de los sindicatos y trabajadores.
- Caída generalizada de salarios y desprotección social progresiva.
- Flexibilidad en los contratos laborales con empresariales con el fin de buscar optimización de ganancias y, en algunos casos, evasión de otros compromisos financieros.

La discusión sobre la precarización está en relación no sólo en la relación entre asalariados y capital, sino que en el efecto del crecimiento de grupos de empresas con una posición ventajosa en el resto de la competencia lo que produce generalmente la concentración del mercado o monopolio. Esto tiene generalmente efectos perniciosos en los equilibrios económicos de un país o una región; básicamente porque limita la capacidad de libertad de consumo y por otro lado porque provoca a mediano plazo un techo para el crecimiento de empresas emergentes. La profundización del monopolio puede provocar el desempleo estructural. 

La precarización se inscribe también en la lógica de la sociedad del riesgo; es decir, una sociedad que se mueve en incerteza respecto a diversos temas entre los que destacan los valores sociales, el medio-ambiente, función civilizatoria, ideología, etc. La desprotección social es un proceso que se da de distinta manera según la realidad socio-económica de cada región a estudiar. Por otro lado, se trata de una definición relativa a una situación estacional o una tendencia. Por lo tanto, no es asociable directamente a pobreza, vulnerabilidad o riesgo.

Cuando Karl Marx se refería al ejército industrial de reserva, denunciaba las estrategias de la burguesía industrial para provocar un nivel de desempleo que desincentivara la negociación laboral de los ocupados. Desde aquel tiempo de la industrialización han cambiado muchas estrategias de control de los tiempos de producción; pero si hay un símil al ejército de reserva, éste es el del sub-empleo o empleo de baja calificación. Acá se inscriben verdaderos ejércitos de desempleados en la práctica, que generan el pánico en los que ocupan trabajos formales. Eso se configura a la vez con las consecuencias del consumismo y el marco del individualismo en las relaciones sociales enmarcadas en las estructuras laborales. El ejemplo anterior describe más bien la situación del tercer mundo; en los países desarrollados el miedo se aplica a través de la globalización. 

Las empresas del primer mundo buscan mano de obra más baratas en la periferia y esto funciona como presión indirecta en los sindicatos. El resultado en ambos casos es la pauperización de las relaciones sociales en la pauta capital/trabajo y, en distintos grados, un deterioro integral de la calidad de vida. Si bien los modelos de precarización son diferenciados según la región a analizar, funcionalmente es un problema global que tiene que ver con el arquetipo del modelo económico imperante. Es resultado de una organización de la producción cuyo fin es la hegemonía de mercado y ascenso de la tasa de ganancia.

https://es.wikipedia.org/wiki/Precarizaci%C3%B3n

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¿Qué son las economías de plataforma?

La economía de plataformas es que la que se basa o la que se crea a partir de las plataformas digitales; es decir, herramientas o software en internet desarrollado a partir de tecnología digital, que va más allá de lo que conocemos como página web.

Una plataforma incluye elementos adicionales a la página web, como aplicaciones, carritos de compras, formularios, convertidores, instancias de aprobación y alguna otra solución específica.

Algunas plataformas son negocios unidireccionales al uso, pero la mayoría de ellas funciona como negocio colaborativo, donde gracias a la participación masiva de los usuarios, o conexión en red, se crea contenido y / o se intercambian, se compran, venden, alquilan, o accede y comparte todo tipo de información, conocimiento, servicios o productos.

Se trata de una nueva manera de organizar la actividad económica, que, como nueva, sufre ciertos vacíos, sobre todo en el aspecto legal de regulación de las plataformas. Pero poco a poco se van encontrando soluciones, como establecer una normativa local, o el desarrollo de gobernanza y éticas de comportamiento desde las propias plataformas.

https://www.pimealdia.org/es/economia-colaborativa-y-economia-plataformas/

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Las reformas laborales en el mundo y en Argentina: la productividad como excusa para la precarización


Un nuevo paradigma en materia de regulaciones del trabajo empieza a imponerse desde los organismos internacionales más ortodoxos, que, pos crisis de 2008 vuelven a adquirir fuerza en la determinación de la política económica de los países miembro. La desregulación del mercado laboral se convierte en la norma para lograr aumentar las ganancias empresariales en detrimento de los derechos de los trabajadores.

Por Federico Glodowsky para ANRed.

La reforma laboral en Brasil

El 11 de julio de 2017 el gobierno de Michel Temer en Brasil logró aprobar una ley de reforma del mercado de trabajo – léase «de mega-flexibilización” -.

Sintéticamente, la ley elimina las convenciones colectivas de trabajo para que cada empresa negocie contratos directamente con los trabajadores. Esto supone un poder de negociación equivalente entre esas dos partes que no es tal en la realidad: permitirles negociar en desigualdad de condiciones podría implicar una precarización mayor en las condiciones de trabajo.

Además, en la ley se aprueban períodos de vacaciones más fragmentados, se amplía formalmente el plazo de la jornada hasta 12 horas diarias, se dispone que el tiempo de transporte no se computará como parte del día laboral, se reduce el tiempo de descanso, se incluye a las mujeres embarazadas como parte de la fuerza laboral activa y se avalan los despidos sin beneficios indemnizatorios. El riesgo en el trabajo es asumido por los trabajadores sin responsabilidades para los empleadores, con un marcado desamparo estatal en los reclamos laborales.

¿Es esto el prolegómeno de una eventual reforma en los derechos laborales de los trabajadores argentinos? ¿Cuál sería el grado de aplicabilidad de tal medida? ¿Qué traerían aparejado dichos cambios? Para no hacer futurología, lo más sensato es mirar cómo está el panorama global en la materia, ya que resultaría extraño que Brasil aplicara una medida tan anti-obrera unilateralmente.

Las reformas laborales en Francia y Chile

En Europa hay un cambio de paradigma radical en favor de las corporaciones. Contratos de cero horas, extensión de las jornadas, menos vacaciones y despidos baratos y sin obstáculos. Por ejemplo, en Francia la reforma de Emmanuel Macron es un tanto menos ambiciosa que la brasileña. Cuenta con 36 medidas a diferencia de las 100 aprobadas por el senado de Temer, aunque en el mismo sentido: por ejemplo, incluye negociaciones trabajador-empresa sin sindicatos, rebaja en las indemnizaciones y posibilidad de despido ante eventuales pérdidas de las corporativas o incluso menores ganancias. El presidente galo había conseguido «modernizar” el mercado laboral cuando era ministro de economía de Hollande, lo que le valió algunas marchas de la clase obrera en repudio. Ahora como primer mandatario, cuenta con una serie de súper-poderes que le fueron otorgados por el Congreso, de modo tal que podría aprobar su mega reforma por decreto sin impedimentos legales.

Una reforma que no fue anunciada tan histriónicamente fue la que Chile convirtió en ley el 6 de abril del año pasado. Implica mayor poder de representatividad de los sindicatos en las negociaciones colectivas, inclusión de mujeres en las cúpulas sindicales, sistema 4×3 (es decir, 4 días de trabajo y 3 de descanso), flexibilidad hacia los y las trabajadores que tengan «responsabilidades familiares” en sus hogares, y la prohibición de reemplazo en huelga (incorporando servicios mínimos para aquellas actividades de interés general como la salud).

Queda claro por qué, a pasar de la proximidad del país hermano, la medida no fue anunciada con bombos y platillos. Poner en agenda otra agenda alternativa a la tecnócrata está penalizado desde los medios masivos de comunicación.

Las reformas laborales en España y Portugal y sus resultados

En el año 2012 España y Portugal aprobaron reformas laborales para favorecer la «empleabilidad” de los trabajadores fomentando la productividad (1). Los mandatarios Mariano Rajoy y Pedro Passos Coelho validaron así los planes de reforma impulsados por la Troika (2) (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).

Los lineamientos fundamentales en Portugal fueron 3 días menos de vacaciones, 4 feriados menos; discrecionalidad por parte de las empresas sobre los feriados puentes, recorte en las indemnizaciones y la posibilidad de despido «por inadaptación al puesto de trabajo” (es decir que bastará «una modificación sustancial de la prestación realizada por el trabajador que acarree una reducción continuada de la productividad o de la calidad o que conlleve averías repetidas en los medios de trabajo”, de acuerdo al texto de la ley).

En el caso de España los puntos de la reforma fueron similares a la reforma de Portugal. Mediante el Real Decreto-ley 3/2012, Rajoy consiguió recortar los días de indemnización; dar mayor discrecionalidad en las causas de despido y cancelación de los contratos a las empresas sin la necesidad de que el estado apruebe regulaciones sobre el empleo. La reforma laboral pone fin a la ultra-actividad indefinida de los convenios, es decir su prórroga automática cuando vencen, y establece que las partes deberán negociar un nuevo convenio en el plazo máximo de dos años, tras la cual dejará de estar vigente (3).

Hoy podemos ver en perspectiva, cuál fue el impacto de aquellas reformas sobre el empleo, tomando como parangón países como Alemania e Inglaterra que no aplicaron reformas de desintegración de sus regulaciones laborales:

El corolario no fue mayor creación de puestos de trabajo prometidos, sino todo lo contrario. El aumento del desempleo fue en aumento inmediatamente luego de la aprobación de sendas leyes, con un pico máximo histórico durante gran parte de 2013 de 26,3% para España y un pico también histórico en el nivel de desempleo de Portugal en 17,5% para enero de 2013, que luego de la reactivación de la demanda mundial pos crisis, volvió a estabilizarse en su tendencia.

El panorama en Argentina

Argentina tuvo su experimento flexibilizador cuando el 11 de mayo del año 2000, el Senado de la Nación convirtió en ley el proyecto de reforma laboral de Domingo Felipe Cavallo . La premura en aquel entonces estaba determinada por el acuciante peso de la deuda externa que había tomado el entonces presidente Fernando De la Rúa, lo que determinó que los organismos crediticios internacionales le impusieran la inmediata aprobación de planes de ajuste y precarización como condición para seguir financiando al Tesoro Nacional.

El eje de aquella reforma fue la ampliación de los periodos de prueba de un mes a un año, con posibilidad de despido sin aviso e indemnización; la descentralización de los convenios colectivos y la eliminación de los convenios de ultra-actividad de 1975 y 1988, que sumado al incremento fenomenal de la deuda externa para el sostenimiento de la Convertibilidad, derivaron en la mayor crisis económica de la historia Argentina.

Hoy, el peso de la deuda que financia gastos corrientes empieza a tornarse gravoso nuevamente, por lo que no sería raro que los vientos de desregulación, que con tanta insistencia se impulsan desde los sectores económicos más ortodoxos, empiecen a hacerse sentir otra vez en nuestro país, con el apoyo de una parte del sector empresarial, clave en la determinación de la política económica nacional.

https://www.anred.org/2017/09/30/las-reformas-laborales-en-el-mundo-y-en-argentina-la-productividad-como-excusa-para-la-precarizacion/

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Desechables

Por Eduardo Galeano

Más de noventa millones de clientes acuden, cada semana, a las tiendas Wal-Mart. Sus más de novecientos mil empleados tienen prohibida la afiliación a cualquier sindicato. Cuando a alguno se le ocurre la idea, pasa a ser un desempleado más. La exitosa empresa niega sin disimulo uno de los derechos humanos proclamados por las Naciones Unidas: la libertad de asociación. El fundador de Wal-Mart, Sam Walton, recibió en 1992, la Medalla de la Libertad, una de las más altas condecoraciones de los Estados Unidos.

Uno de cada cuatro adultos norteamericanos, y nueve de cada diez niños, engullen en McDonald’s la comida plástica que los engorda. Los trabajadores de McDonald’s son tan desechables como la comida que sirven: los pica la misma máquina. Tampoco ellos tienen el derecho de sindicalizarse.

En Malasia, donde los sindicatos obreros todavía existen y actúan, las empresas Intel, Motorola, Texas Instruments y Hewlett Packard lograron evitar esa molestia. El gobierno de Malasia declaró union free, libre de sindicatos, el sector electrónico.

Tampoco tenían ninguna posibilidad de agremiarse las ciento noventa obreras que murieron quemadas en Tailandia, en 1993, en el galpón trancado por fuera donde fabricaban los muñecos de Sesame Street, Bart Simpson y Los Muppets.

En sus campañas electorales del año 2000, los candidatos Bush y Gore coincidieron en la necesidad de seguir imponiendo en el mundo el modelo norteamericano de relaciones laborales. “Nuestro estilo de trabajo”, como ambos lo llamaron, es el que está marcando el paso de la globalización que avanza con botas de siete leguas y entra hasta en los más remotos rincones del planeta.

La tecnología, que ha abolido las distancias, permite ahora que un obrero de Nike en Indonesia tenga que trabajar cien mil años para ganar lo que gana en un año un ejecutivo de Nike en los Estados Unidos.

Es la continuación de la época colonial, en una escala jamás conocida. Los pobres del mundo siguen cumpliendo su función tradicional: proporcionan brazos baratos y productos baratos, aunque ahora produzcan muñecos, zapatos deportivos, computadoras o instrumentos de alta tecnología además de producir, como antes, caucho, arroz, café, azúcar y otras cosas malditas por el mercado mundial.

Desde 1919, se han firmado 183 convenios internacionales que regulan las relaciones de trabajo en el mundo. Según la Organización Internacional del Trabajo, de esos 183 acuerdos, Francia ratificó 115, Noruega 106, Alemania 76 y los Estados Unidos... catorce. El país que encabeza el proceso de globalización sólo obedece sus propias órdenes. Así garantiza suficiente impunidad a sus grandes corporaciones, lanzadas a la cacería de mano de obra barata y a la conquista de territorios que las industrias sucias pueden contaminar a su antojo. Paradójicamente, este país que no reconoce más ley que la ley del trabajo fuera de la ley es el que ahora dice que no habrá más remedio que incluir “cláusulas sociales” y de “protección ambiental” en los acuerdos de libre comercio. ¿Qué sería de la realidad sin la publicidad que la enmascara?

Esas cláusulas son meros impuestos que el vicio paga a la virtud con cargo al rubro relaciones públicas, pero la sola mención de los derechos obreros pone los pelos de punta a los más fervorosos abogados del salario de hambre, el horario de goma y el despido libre. Desde que Ernesto Zedillo dejó la presidencia de México, pasó a integrar los directorios de la Union Pacific Corporation y del consorcio Procter & Gamble, que opera en 140 países. Además, encabeza una comisión de las Naciones Unidas y difunde sus pensamientos en la revista Forbes: en idioma tecnocratés, se indigna contra “la imposición de estándares laborales homogéneos en los nuevos acuerdos comerciales”. Traducido, eso significa: olvidemos de una buena vez toda la legislación internacional que todavía protege a los trabajadores. El presidente jubilado cobra por predicar la esclavitud. Pero el principal director ejecutivo de General Electric lo dice más claro: “Para competir, hay que exprimir los limones”. Y no es necesario aclarar que él no trabaja de limón en el reality show del mundo de nuestro tiempo.

Ante las denuncias y las protestas, las empresas se lavan las manos: yo no fui. En la industria posmoderna, el trabajo ya no está concentrado. Así es en todas partes, y no sólo en la actividad privada. Los contratistas fabrican las tres cuartas partes de los autos de Toyota. De cada cinco obreros de Volkswagen en Brasil, sólo uno es empleado de la empresa. De los 81 obreros de Petrobras muertos en accidentes de trabajo a fines del siglo XX, 66 estaban al servicio de contratistas que no cumplen las normas de seguridad. A través de trescientas empresas contratistas, China produce la mitad de todas las muñecas Barbie para las niñas del mundo. En China sí hay sindicatos, pero obedecen a un estado que en nombre del socialismo se ocupa de la disciplina de la mano de obra: “Nosotros combatimos la agitación obrera y la inestabilidad social, para asegurar un clima favorable a los inversores”, explicó Bo Xilai, alto dirigente del Partido Comunista chino.

El poder económico está más monopolizado que nunca, pero los países y las personas compiten en lo que pueden: a ver quién ofrece más a cambio de menos, a ver quién trabaja el doble a cambio de la mitad. A la vera del camino están quedando los restos de las conquistas arrancadas por tantos años de dolor y de lucha.

Las plantas maquiladoras de México, Centroamérica y el Caribe, que por algo se llaman “sweat shops”, talleres del sudor, crecen a un ritmo mucho más acelerado que la industria en su conjunto. Ocho de cada diez nuevos empleos en la Argentina están “en negro”, sin ninguna protección legal. Nueve de cada diez nuevos empleos en toda América latina corresponden al “sector informal”, un eufemismo para decir que los trabajadores están librados a la buena de Dios. La estabilidad laboral y los demás derechos de los trabajadores, ¿serán de aquí a poco un tema para arqueólogos? ¿No más que recuerdos de una especie extinguida?

En el mundo al revés, la libertad oprime: la libertad del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo, que es la más cárcel de todas las cárceles. El dios del mercado amenaza y castiga; y bien lo sabe cualquier trabajador, en cualquier lugar. El miedo al desempleo, que sirve a los empleadores para reducir sus costos de mano de obra y multiplicar la productividad, es, hoy por hoy, la fuente de angustia más universal. ¿Quién está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas colas de los que buscan trabajo? ¿Quién no teme convertirse en un “obstáculo interno”, para decirlo con las palabras del presidente de la Coca-Cola, que explicó el despido de miles de trabajadores diciendo que “hemos eliminado los obstáculos internos”?

Y en tren de preguntas, la última: ante la globalización del dinero, que divide al mundo en domadores y domados, ¿se podrá internacionalizar la lucha por la dignidad del trabajo? Menudo desafío.

https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-208080-2012-11-18.html

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“Las app del siglo XXI crean relaciones laborales del siglo XIX”

En Argentina se creó el primer gremio de este tipo de empresas que funcionan sobre la base del trabajo precarizado. Tuvo dificultades y represalias. Aquí, explican cómo funciona el nuevo modelo laboral, la flexibilización que representa y la ausencia del Estado ante el fenómeno.

Por Julia Goldenberg

La “economía de plataformas”, “Gig economy”, “economía de changas” o “uberización de la economía” son algunos de los nombres de un fenómeno que llegó para transformar el escenario laboral en Argentina. María Fierro es fundadora de la Asociación de Personal de Plataformas (APP) en la que se desempeña como secretaria adjunta de su comisión directiva provisoria. Protagonizó, junto con otros trabajadores de Rappi, la primera huelga del sector en la región. Juan Manuel Ottaviano es abogado laboralista, colaborador del CETyD (Unsam) y de Ueplas, miembro del equipo de profesionales que asesora a APP. Fierro y Ottaviano relatan el surgimiento, el trabajo conjunto y los avatares del nuevo sindicato de trabajadores de plataformas. María, de vez en cuando, saluda a algún compañero que pasa en bicicleta, iluminado por el naranja flúor del uniforme. Todos la conocen. Desde la empresa, están buscando bloquear el usuario que usa para trabajar.

–¿El problema es tu actividad sindical?
M. F.: –Seguramente. Después de la huelga me bloquearon y ahora estoy usando otro ID para poder seguir trabajando. Sufrimos el despido de la mitad de la comisión directiva provisoria de APP. Es un descabezamiento por persecución sindical y lo queremos discutir en la justicia.

–En una economía de plataformas, ¿cómo se organizan las y los trabajadores que se encuentran dispersos en varios puntos de la ciudad?
M. F.: –Primero fuimos formando grupitos de Whatsapp con los trabajadores que se juntaban en las esquinas o en las puertas de los locales esperando pedidos. Eran grupos más chicos hasta que actualizaron la aplicación. Ahí empezó a verse más gente sin actividad porque la empresa comenzó a asignar los pedidos. Entonces empezamos a conversar. Nos preguntábamos por los cambios en la aplicación, en los circuitos, en los pedidos asignados, etc. Así, en cuestión de días, organizamos la huelga, que consistió en conectarnos todos juntos en hora pico de un domingo del mes de julio, sin que nadie levantara pedidos. Eso provocó que empezaran a llamarnos desde Colombia. Los locales empezaron a llenarse de pedidos que nadie retiraba. Ellos nos veían reunidos porque nos tienen localizados con el GPS. Entonces nos convocaron a una reunión. En esa reunión, un compañero abogado les mostró que los términos y condiciones que estábamos firmando todos los días para usar la aplicación, nuestra herramienta principal de trabajo, no era coherente con nuestras tareas y se modificaba cotidianamente. Por supuesto, insistieron con la idea de que nadie nos obliga a trabajar. Al día siguiente cambiaron todos los términos y condiciones y los adaptaron a la nueva aplicación.

–Puntualmente, ¿qué reclamaban?
M. F.: –El motivo central de la disconformidad tenía que ver con el cambio en la aplicación, porque la propuesta inicial decía “vos podes ser tu propio jefe”, manejar tus horarios y además podíamos elegir los pedidos más convenientes, de acuerdo a la zona, el local, etc. Cuando se actualizó, se empezaron a asignar los pedidos y no teníamos la opción de elegir cuáles tomar y cuáles rechazar. Así, todos se vieron pedaleando más kilómetros por la misma plata. La aplicación comenzó a asignar pedidos que nadie elegía por tratarse de distancias muy largas, o recorridos imposibles. Entonces, a quienes rechazábamos pedidos nos empezó a bajar el porcentaje de aceptación. El problema es que con una aceptación baja, recibís los viajes más largos o remotos, esos que nadie quiere hacer.

–¿Ese porcentaje lo define el algoritmo?
J. M. O.: –Sí. Esto pasa en todas las plataformas: en algún momento tienen que idear algún sistema de asignación de viajes, pedidos o tareas y un sistema sancionatorio para quien no los cumple. Entonces, los trabajadores en pocos días se percataron de que no había ningún tipo de libertad, que no eran sus propios jefes, que no podían manejar sus horarios, ni sus tareas, sino que se las estaba asignando el mismo algoritmo. Cuando una tarea es rechazada, este tipo de sanción es una característica típica de cualquier relación laboral. El problema es que esto se da sin derechos fundamentales: sin salario fijo, jornada mínima, seguro de riesgo, etc. Hay una evaluación que determina la aplicación en función de las tareas aceptadas y hay otra calificación del cliente al repartidor. A veces las fallas son responsabilidad de los locales que entregan el pedido con demora, o de la propia aplicación, o avatares de la calle (embotellamiento, accidente, etc), pero quienes reciben la calificación son los repartidores. El problema es que esto implica, al final del día, menos trabajo.

–Otra característica llamativa es la despersonalización de estas relaciones laborales: el bloqueo, el porcentaje de aceptación, las calificaciones, la asignación de pedidos, etc.
M. F.: –Hace poco bloquearon a un compañero que aceptó hacer su recorrido habitual en compañía de Gonzalito Rodríguez, que cubrió un día típico de un trabajador de Rappi. Lo único que hizo fue mostrar en qué consiste este trabajo. Acá se bloquea muy fácilmente a cualquiera que a la empresa le moleste. Quienes nos organizamos, obviamente fuimos bloqueados inmediatamente.

–¿Cómo surgió la creación de un nuevo sindicato?
M. F.: –A partir de la protesta, tuvimos la reunión con los directivos de Rappi. Luego de eso, nos visitó Asimm (Asociación Sindical de Motociclistas, Mensajeros y Servicios). Nos dijeron que no iban a permitir lo que estaba sucediendo y nos invitaron a la sede del sindicato. Tuvimos otra reunión con la empresa y con ellos, en la cual llegaron a un acuerdo que no nos representaba: negociaron el blanqueo de varias motos que no conocíamos. En esa época, éramos una mayoría de bicicletas. Lo que hicieron fue incorporar a 22 afiliados suyos (de un total de 7 mil ID en ese momento). Entonces, esto llevó a un conflicto porque no aceptamos esta negociación.

J. M. O.: –Investigando todo esto nos dimos cuenta de que la Cámara de Empresas de Mensajería tiene una plataforma. Las personas que trabajan para ellos también lo hacían en Rappi. Es decir, estaban registradas en una de estas empresas de mensajería pero trabajando para la plataforma de Rappi sin registro. Entonces, lo que hizo el sindicato fue entregar la huelga e intentar ingresar a más gente en esta empresa de mensajería. Es claro que hay un acuerdo entre esta Cámara y las aplicaciones para distribuirse el mercado. Rappi, Glovo y otras aplicaciones tienen una rotación perfecta. Es decir, contrata trabajadores sin ningún tipo de costo –lo cual implica una competencia desleal– y al mismo tiempo puede despedir sin costo. Aplica algoritmos para que los repartidores que están hace determinado tiempo en la aplicación reciban los peores o no reciban pedidos y se vayan. Entonces en el lapso de 3 o 4 meses la plantilla de estas aplicaciones cambia casi por completo. Ahí los que se organizaron tomaron conciencia de que probablemente fueran a perder el trabajo ya que la aplicación tiene la potestad absoluta de despedir como quiere. Por lo tanto, con este nivel de conflicto con la empresa y con la estrategia del sindicato con los trabajadores que se estaban organizando prácticamente no había otra alternativa más que constituir un nuevo sindicato.

–¿Cómo se inscribe, en el panorama existente, este nuevo tipo de trabajadores y de organización?
J. M. O.: –Una concepción propia de algunos gremios que se enfrentan a estas aplicaciones es que no deberían existir y por lo tanto no debería existir este trabajo. Entonces, cuando los trabajadores de plataformas se organizan, reciben de otros gremios un rechazo total. Lo que veo es que hay un interés legítimo de los sindicatos tradicionales que no pueden desplegar una estrategia inteligente frente al avance de estas aplicaciones. Un fenómeno similar sucede entre la actividad de los taxis y Uber. Es decir, cámaras empresarias y sindicatos que se alían en contra de la plataforma y de los choferes de plataformas. Me parece una estrategia legítima pero no eficiente para lidiar con una nueva economía, con una nueva forma de comerciar, de marketing, de organización del trabajo, etc. Creo que es una estrategia equivocada que los trabajadores se adecuen a los intereses de los patrones en contra de nuevos patrones tecnológicos.

–¿Se asesoraron, conversaron e intercambiaron experiencias con el resto de los sindicatos para construir su espacio?
M. F.: –Los otros sindicatos nos escucharon, brindaron su apoyo, aconsejaron e invitaron a participar de charlas. Pusieron la problemática sobre la mesa. En la presentación del libro de Tali Goldman, La Marea Sindical, estuve reunida con Virginia Bouvet, de metrodelegados. También hablamos con Foetra; tuvimos reuniones con la CTA, con Hugo Yasky y con la CGT. En realidad recibimos mucho apoyo.

–El desembarco de este tipo de economías parece inevitable. ¿Consideran que la llegada de estas plataformas a la Argentina fueron favorecidas por el contexto sociopolítico?
J. M. O.: –La expansión de la economía de plataformas es un hecho. Evidentemente hay un nuevo mercado. Hay una nueva manera de generar mercados y oportunidades de empleo. El problema es que la economía de plataformas, así como está planteada hoy, está generando empleo precario en todas las ciudades del mundo. Sobre todo en las grandes ciudades. Pero también es cierto que se expanden mucho más rápido en economías sumergidas o en períodos de crisis. Además de señalar como causa que hay una crisis de empleo en Argentina, hay que decir que la mayoría de los empleos que se crean en Argentina son precarios, a plazo, monotributistas, monotributistas sociales, etc. Desde APP monitoreamos la expansión de Rappi, pero también de otras plataformas. El crecimiento que tuvieron en un año es exponencial: desde febrero, pasaron por Rappi más de 20 mil trabajadores en todo el país. Esto no quiere decir que esa sea la cantidad de trabajadores permanentes en la empresa, lo que significa es que hicieron la capacitación y prestaron servicio, en todo el año, más de 20 mil trabajadores. Todo esto está exhibido en las estadísticas como empleo precario. Claramente guarda una relación la expansión de la economía de plataformas, en estas condiciones, con las estadísticas que se exhiben de la expansión del empleo precario. Creo que hay una expansión generalizada de este tipo de economía, pero es cierto que en Argentina se da en este contexto de relaciones laborales y eso profundiza el grado de precariedad de la expansión. Lo cierto es que la economía de plataformas genera oportunidades de empleo, el tema es en qué condiciones se da esto. La precariedad pasa porque en el siglo XXI se están dando relaciones laborales como si estuviéramos en el siglo XIX.

–¿Cómo se posicionan los Estados frente a esta expansión de la economía de plataformas y el consecuente crecimiento del empleo precario?
J. M. O.: –Hay un temor de los Estados que desincentivan este tipo de modelos y, por lo tanto, frenan la creación de este tipo de empleo. La pregunta es ¿para qué crear esta cantidad de empleo en estas condiciones? Sobre todo porque la mayoría de los trabajadores de estas plataformas son migrantes. Pero además hay que tener en cuenta que las personas contratadas por estas plataformas trabajan pocos meses y son sometidas a esfuerzos físicos enormes. Cuando quedan finalmente sin trabajo eso trae consecuencias sociales muy graves. A medida que se vayan percibiendo estas consecuencias sociales, no sólo laborales, los Estados van a tener que prestarle más atención a esta situación. La solución puede ser regulatoria o con alguna política de contención. Incluso se pueden considerar soluciones mixtas, para garantizar ingresos mínimos, para que haya seguro de riesgos, para que se limiten las horas de trabajo. Actualmente, la plataforma te incentiva a trabajar cada vez más horas y se genera una competencia que hace que las jornadas se extiendan hasta 15 o 17 horas. En Europa ya se está discutiendo cómo organizar la jornada para este tipo de plataformas y lo mismo va a tener que suceder en Latinoamérica. Más allá del signo político de cada gobierno. El sindicalismo comprendió que este modelo, así como está planteado, más que un peligro para los standards de trabajo decente, lo es para el trabajo en sí. Nadie cree que este modelo sea parte del sueño emprendedor.

–Sobre la solución regulatoria, ¿considera que la normativa se tiene que adecuar o hay que generar un nuevo marco?
J. M. O.: –Lo que creo es que cualquier tipo de regulación tiene que ir en este sentido que mencioné: ingreso básico, libertad sindical, seguro de riesgos, jornada de trabajo, etc. Creo que ese proceso se va a dar. A través del reconocimiento de este tipo de relaciones laborales tradicionales o bien con regulaciones específicas. Hay que estar muy atentos. En Argentina, hay un proyecto de reforma laboral que está latente. Creo que ya está sepultado. Sin embargo, es alarmante porque contiene una propuesta que es la de crear un estatuto de los trabajadores autónomos. Eso vendría a ser la desregulación de este tipo de relaciones. A veces, ante la urgencia de regular se puede caer en el fortalecimiento de una reforma flexibilizadora. Una reforma de este tipo sería catastrófica para los trabajadores de la economía de plataformas. Porque si se crea este tipo de empleo, con este nivel de precariedad y además se le agregan leyes flexibilizadoras, después es muy difícil volver a discutir cómo incorporar una clave de derechos. Entonces, creo que hay que ser delicados en cuanto a la urgencia de una regulación sobre el tema. Actualmente, centros de estudios, juristas, investigadores, están tratando de entender el fenómeno. Si se da una reforma regulatoria antes de la comprensión del fenómeno puede ser contraproducente. En el seno del gobierno también se está dando este debate. En este marco creo que hay que destacar el reconocimiento de la organización de los trabajadores de plataformas. Esto también lo está discutiendo el sindicalismo argentino que tiene una tradición de enorme dinamismo. Todos los actores sociales se están enfrentando a un dilema, que creo que es el dilema más actual: cómo incorporar todo esto dentro de un esquema de derechos.

https://www.pagina12.com.ar/169766-las-app-del-siglo-xxi-crean-relaciones-laborales-del-siglo-x

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Entrevista a Paolo Virno: "Desapareció la división entre vida y trabajo"

Por Alejandra Varela

Es en la vida precarizada de los repartidores de comida, de los empleados de un call center y de los múltiples oficios que requieren del intelecto y el saber, donde el filósofo italiano identifica una impotencia de hacer y de sufrir (es decir, de recibir el dolor, de soportar lo inaceptable) que tiene el nombre supremo de adaptación. [...]

El autor italiano vuelve al concepto de institución como un sistema que promueve un desplazamiento hacia la instancia pública de una potencia relacional. La institución como una “herramienta sin aura” podría otorgar un valor a esa multitud precarizada, extirpando la forma institucional estatal para convertirla en un arma de autonomía. Imaginar que ella alberga un contrapoder, una nueva matriz de gobierno bajo las condiciones actuales, es una interpretación sobre la que Virno no responde directamente durante esta entrevista realizada por correo electrónico, como una manera de dejar abierta una escritura que no pretende ser definitiva.

– La impotencia contemporánea, como una potencia que no se materializa en actos ¿Es una fuerza de trabajo que no se usa o que se usa desde lo emocional, desde el estado que genera como hábito?
– El gran descubrimiento filosófico de Marx fue el concepto de fuerza de trabajo. En una definición sucinta: El conjunto de potencias (facultades, capacidades) que posee cada miembro de nuestra especie en lo que se refiere a la producción. Potencias de todo tipo: físicas, emocionales, intelectuales, separadas de los actos correspondientes, todavía no realizados pero que tienen una existencia mundana y concreta en el cuerpo vivo del repartidor o de una telefonista del call center. Una categoría que recorre toda la filosofía occidental, la Dynamis (potencia) de Aristóteles se encarna en la mercancía-fuerza de trabajo. Es en esta mercancía que la facultad del lenguaje, la pura y simple capacidad de decir, adquiere la importancia que suele corresponder a los hechos empíricos. El capitalista adquiere la fuerza de trabajo, es decir, el conjunto de facultades y capacidades del repartidor o la telefonista, como potencia escindida de los actos. Luego, en el proceso productivo, realiza ese poder en su propio beneficio. El obrero y la telefonista no son impotentes porque carezcan de potencia sino porque no gobiernan en absoluto la aplicación de la potencia de la que disponen. ¿Cual es la gran novedad de las últimas décadas? Ha desaparecido una división clara entre la vida y el trabajo, entre las formas en que nos orientamos en el mundo, hablando, estudiando, amando y la producción directa. Podría decirse que el tiempo de trabajo hoy en día es una parte modesta del tiempo total de producción. Entonces, la impotencia de la fuerza de trabajo se extiende a todo el tiempo de la vida. Acumulamos y gestionamos todo tipo de habilidades (pensemos en las pasantías y los cursos de actualización) sin pasar nunca de un entrenamiento interminable a la ejecución efectiva, decidida por nosotros

– ¿Es la adaptación la palabra que está detrás de la impotencia de sufrir?
– Si, adaptación es la palabra justa. La adaptación ininterrumpida a todo lo que sucede es la máscara que lleva a la impotencia de recibir. Se escucha decir que el trabajo precario es dúctil, flexible, acostumbrado a no tener hábitos. Si escuchas esto, parece que la potencia de recibir conoce una verdadera edad de oro, siendo realizada por todos a toda hora. No es así. La adaptación va de la mano de la atrofia de la ética de la recepción. El culto a la flexibilidad y el “entrenamiento ininterrumpido” encubre esta atrofia. Impotente en máximo grado es el hombre flexible.

– Las acciones negativas están cargadas de efectos, por lo tanto tienen un valor político ¿En el concepto de institución hay una voluntad de apropiarse de estas acciones negativas como el obrero tenía que apropiarse de los medios de producción?
– Llamamos acciones negativas a las que consisten en no hacer algo. Por ejemplo: renuncia, omisión, postergación, silencio, elusión. Estas acciones tienen mucho en común con los enunciados negativos, ya que ellos también suspenden un evento, un estado de cosas pero no lo sustituyen por otro. Las acciones negativas introducen espacios en blanco o burbujas de inactualidad en nuestra existencia. Contribuyen a perfilar la trama de nuestra praxis. Sin embargo ¿qué pasa cuando se extiende la impotencia? La renuncia y la omisión, ya no circunscriptas y provisionales, se convierten en regla. Aparece sistemáticamente suspendido el pasaje de la potencia al acto. Siempre te rindes. Se renuncia siempre de nuevo a la realización de nuestra capacidad o facultad. La impotencia aprovecha un recurso de la práctica humana aboliendo todos los límites de su uso. Quien quiera contrarrestar la renuncia sistemática a actuar y recibir debe recordar que la renuncia en sí misma es un ingrediente de nuestras acciones y de nuestra recepción. No creo que la impotencia de hoy sea derrotada simulando una repentina vocación a decidir. Más realista y más efectivo es empujar la renuncia y la omisión hasta el punto de aplicar a ellas mismas para renunciar a la renuncia, para omitir a la omisión. En otras palabras, no es necesario contrastar a la afirmación con la negación, por el contrario es necesario desarrollar una negación de la negación.

– ¿Pero cómo transformar a esa multitud precaria, dispersa en una forma colectiva, en un institución?
– El trabajo precario que hoy sufre su propia impotencia, es sobre todo un trabajo cognitivo y lingüístico. Para usar la bella expresión de Marx, es una astilla de ese intelecto general que se ha convertido en la principal fuerza productiva del capitalismo maduro. El trabajador precario individual tiene detrás de sí una densa red de relaciones comunicativas, un conocimiento colectivo, un “mundo de vida compartido” con una multitud de semejantes. La huelga del trabajador precario no puede nacer en el lugar del trabajo ocasional. En todo caso, echa raíces en los recovecos de las ciudades donde la gente busca un trabajo y, de paso, se hacen amistades y se viven experiencias mucho más interesantes que en cualquier trabajo asalariado.

– La impotencia tiene que ver con la reducción del hábito como actividad al hábito como estado. ¿Esto se traduce hoy en un estar disponibles y ejercitarse en esta disponibilidad?
– Cuando decimos que tenemos facultades y capacidades (por ejemplo la memoria o la capacidad de tocar el violín) estamos diciendo que no somos uno con ellas. Tener una potencia implica un desprendimiento de esa potencia, y ese desapego tiene que ser habitado, utilizando de muchas maneras diferentes. Vivir en el desapego que nos separa de nuestras habilidades da lugar a dos tipos de hábitos muy diferentes: el hábito de administrar la propia potencia, de cuidarla y mantenerla lista. Predominan el entrenamiento y la formación. El otro tipo de hábito es el uso, es decir, la puesta en práctica de las propias facultades. El hábito como administración y el hábito como uso pueden coexistir o separarse. En nuestra época se han separado. La impotencia contemporánea coincide con la extensión del hábito administrativo en detrimento del hábito de ejecución.

– En relación a la performance como un prototipo que no inaugura ninguna serie, ¿podríamos encontrar allí un valor de autoría?
– Me temo que la performance es un mito, uno de esos mitos que ocultan y prolongan la impotencia. Es cierto que la performance, a diferencia del trabajo en la línea de montaje, no tiene predecesores ni herederos. Pero su singularidad está al alcance de cualquier animal humano. Es una excepción del mismo nivel que incumplir una norma de tránsito. La performance es un acto sobreviviente, es decir, un acto que señala y establece la imposibilidad de traducir regularmente en actos apropiados la facultad y las capacidades que uno posee. Hay algo en común entre la performance, con su imaginario “derecho de autor”, y las “rebeliones resignadas” de las que habló Jean Améry. En ambos casos confirmamos, con una patética búsqueda de efectos teatrales, el bloqueo para actuar que nos atenaza. La impotencia no debe concebirse como un tiempo vacío en el que nada sucede. Está llena de iniciativas frenéticas, roles ficticios, pasatiempos agotadores. El impotente, además de desesperado, es un hombre ocupado.

https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/desaparecio-division-vida-trabajo_0_xbQqdMFCSk.html

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Los peligros de Mercado Libre

Las empresas ligadas al capitalismo de plataformas se presentan como colaborativas pero prosperan gracias a un esquema abusivo y predatorio del capitalismo tradicional. Mercado Libre es la insignia mayor de este desarrollo del capital y crece de manera exponencial. 

Por Julián Zícari y Martín Burgos *

Si consideramos su valor bursátil, Mercado Libre es en este momento la empresa más importante de Argentina. Opera como plataforma de comercio electrónico en 18 países de la región y su crecimiento de facturación en dólares es exponencial: en 2019 creció un 59 por ciento con respecto al año anterior; en 2020, año de la pandemia, se expandió un 73 por ciento; en 2021 un 77 por ciento y otro 61 por ciento hasta el tercer trimestre de 2022 . 

Su valor superó a la que fue históricamente la empresa nacional más cara, la petrolera YPF, y también al conglomerado privado industrial de Techint, ligado a la industria acero. Es decir, rubros insignias del capitalismo del siglo XX, como petróleo y acero, están siendo opacados por una empresa que opera en internet y que funciona a través de algoritmos, datos y plataformas digitales. El viejo mundo de las fábricas y chimeneas parece estar dando vida a otro llamado “capitalismo de plataformas”. No es casualidad que las grandes corporaciones ligadas a la tecnología como Google, Amazon, Facebook o Twitter sean las que más facturan en el mundo actual, y sus dueños sean quienes encabezan los rankings mundiales de millonarios como Jeff Bezos, Bill Gates o Elon Musk.

Las grandes plataformas como eBay, Amazon o Mercado Libre avanzan y dominan espacios, generan su propio ecosistema y medios de pago concentrando mercados y, en gran medida, apropiándose de valores ajenos. Las grandes empresas del capitalismo de plataformas, en verdad, prosperan gracias a un esquema de extractivismo de datos, de evasión de impuestos, concentración de mercados, aplicación de algoritmos interesados, desterritorialización del capital y precarización laboral.

Se presentan como economías "colaborativas" cuando nada tienen de colaboración: no apelan a la gestión democrática, no quieren que se fiscalicen sus actividades, se desentienden de los impactos sociales y territoriales que producen, no apelan a la distribución equitativa de la riqueza que generan ni trabajan con protocolos de datos abiertos, programas comunes o gestiones inclusivas. En los hechos, terminan por mostrar los rasgos más abusivos y predatorios del capitalismo tradicional.

Liberalismo Estado-dependiente

El fundador y CEO de Mercado Libre, Marcos Galperin, tiene una predica liberal y anti-estatista permanente. Sin embargo, su discurso no se condice con los beneficios que su empresa recibe del Estado: se ve beneficiado por la Ley de Software y la Ley de Conocimiento que, entre otras prerrogativas, le permiten a la firma reducir el 70 por ciento del pago de las contribuciones patronales, el 60 por ciento en el pago de impuesto a las ganancias y estabilidad fiscal, y la exime de pagar nuevos impuestos o cargas de las distintas jurisdicciones.

Durante el macrismo logró beneficios especiales, entre los que se destacan los préstamos multimillonarios del Banco Nación cuando Mauricio Macri era presidente y la ratificación del convenio colectivo laboral para someter a sus empleados a un régimen de trabajo ultra precarizado apenas diez días antes de que terminara el gobierno de Cambiemos.

Dicho convenio no sólo alejó a los trabajadores de Mercado Libre de la posibilidad tener un gremio fuerte que los respaldara, como los camioneros de Hugo Moyano o los bancarios de Sergio Palazzo (ambos sindicatos con excelentes paritarias y salarios), sino que fue la puesta en práctica de la flexibilización laboral que el macrismo pregonaba: le permite a la patronal expandir la jornada si así lo desea, otorgar vacaciones arbitrariamente, fraccionarlas o interrumpir los descansos de los fines de semana. También creó un banco de horas, impone los turnos rotativos, destruye el sistema de categorías en reemplazo de la polifuncionalidad del trabajador, facilita las suspensiones, obstaculiza las huelgas y la representación sindical. Neoliberalismo en estado puro.

La empresa cuenta además con beneficios indirectos del entorno argentino. La creación de valor se hace 100 por ciento en el país, que gracias a sus políticas públicas ofrece profesionales de altísimo nivel formados en las Universidades Públicas con salarios latinoamericanos, lo que le permite a la empresa ser competitiva a nivel internacional y dominar el comercio electrónico en la región. Contratar una calidad de personal similar, por ejemplo, en Alemania o Noruega, o tener sus oficinas allí, le costaría varias veces más caro.

Justificar la empresa

MercadoLibre busca justificar su existencia a través de dos lemas. El primero es  “democratizar el comercio”, un objetivo fuertemente contradictorio con su operatoria. Por empezar, porque les cobra dinero a los vendedores para que sus productos estén ubicados en los mejores lugares de las búsquedas. Por lo tanto, el tipo de comercialización que se propone no apuesta a la horizontalidad, la calidad de los productos o la competencia de oferentes, sino a favorecer a los que más dinero pueden pagar para figurar y que suelen ser los actores más concentrados.

Pero además, en su propia página de inicio se observan debilidades en relación a la "democratización del comercio". No es posible la comparación entre productos similares, el sistema de calificación entre usuarios es poco preciso, no se otorgan ni venden garantías por los productos, no se habilita la comercialización de productos digitales (algo que sí permite Amazon, por ejemplo con los libros), su marca no está asociada a la innovación u otros aspectos similares. A más de 20 años de existencia, los pasos hacia la democratización del comercio están muy lejos de ser una prioridad de la empresa.

A su vez, su estilo de comercialización está generando una concentración geográfica que afecta fuertemente a las economías provinciales. Es que, al tener mercados reducidos, encuentran muchas dificultades para competir con mayoristas ubicados en Buenos Aires y zonas metropolitanas. En muchos casos, esos mayoristas cuentan con ventajas en logística y ofrecen bajos costos por traslados, con precios menores que hacen que los usuarios no compren en su negocios locales, y destruyen la cadena de valor provincial.

El otro lema es “democratizar las finanzas”, objetivo que no cumplen. Bajo el supuesto ideal humanista, realizan prácticas de acumulación abusivas basadas en la vulnerabilidad de los grupos que no pueden acceder al sistema formal. Es que el sistema apunta a la mitad de la población en Argentina que no se encuentra bancarizada, que son los grupos más vulnerables y precarios. Como no pueden acceder a los circuitos oficiales, se endeudan en empresas financieras que tienen prácticas abusivas. Al ser mayor el riesgo de prestarles a estos grupos, los intereses y comisiones son mucho mayores, llegando a cobrar tasas cercanas al 350 por ciento anual.

También se puede ver esta contradicción en las comisiones que se cobran por vender en cuotas, por retirar dinero en efectivo, dar préstamos u otras funciones financieras similares. Es así que MercadoPago se consolidó como un canal financiero central al que incluso debieron unirse todos los bancos (que son actores económicos primordiales), para lanzar su billetera virtual, Modo, y competirle sin perder mercado frente la empresa de Galperin.

Prevenir o curar

Sin duda Mercado Libre no solo es un gigante hoy: su tamaño e importancia serán todavía mayores en el futuro. Si hoy controla gran parte del comercio minorista y mayorista del país y de la región, el sistema de pagos, el financiero, también se está adueñando del mercado inmobiliario y del automotor, el pago de impuestos, servicios, planes sociales, jubilaciones, e incluso busca que se utilice su billetera electrónica para el pago de sueldos y también está incursionando en la comercialización de marcas propias como en la línea textil llamada de blancos –toallas, sábanas, acolchados, etc.–, la venta de seguros, comestibles y pasajes. No es difícil preguntarse si no estamos frente a la emergencia de un pulpo cada vez más grande, que dentro de poco será imposible de controlar.

Y los peligros no son pocos. Puede condicionar el comercio, forzar marcos laborales precarizados, debilitar las políticas públicas, generar concentración económica, consumidores débiles, perjudicar las economías regionales y aumentar las desigualdades sociales, consolidando un tipo de economía más injusta, regresiva y precaria. Porque, además, Mercado Libre no puede seguir siendo pensada solo como una empresa individual, ya que muchos de los temas que la atraviesan, ya sea por su volumen o importancia, requieren debates públicos: es la insignia mayor del capitalismo de plataformas en el país y la región y, por eso mismo, el centro ilustrativo de las disputas actuales y que van a consolidarse en el futuro. Mientras más tardemos en estudiar estos fenómenos, más tardaremos en reflexionar y actuar sobre ellos.

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