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4/7/21

Dossier Pueblos Originarios

¿Quiénes son los pueblos originarios?

En nuestro continente, se llama pueblos indígenas, pueblos originarios o nativos americanos, a lo que antiguamente se denominaba indios o amerindios, es decir, a los pueblos descendientes de los pobladores originarios de América. Sus culturas se preservan más o menos intactas, a pesar de los siglos de colonización europea.

A grandes rasgos, los pueblos indígenas americanos son los herederos y practicantes de las distintas culturas, lenguas y religiones que existían en el continente americano antes de la llegada de Cristóbal Colón a sus costas y del inicio de la violenta colonización de sus tierras que le prosiguió, tanto en el norte como en el centro y el sur. Los pueblos indígenas, en general, se caracterizan por:

- Pertenecer a una tradición cultural sobreviviente a la expansión mundial de las culturas occidentales europeas. Por ende, suelen pertenecer a una tradición social distinta y ajena al Estado moderno.
- Usualmente constituyen un sector minoritario dentro de sus naciones, aunque en muchas pueden alcanzar números considerables, cuando no mayoritarios, pero ello no necesariamente les garantiza el control del Estado, ni su integración a la sociedad moderna.
- Sus tradiciones narrativas, religiosas, lingüísticas, económicas, políticas y sociales suelen ser marginales dentro de la organización de sus países, y a menudo rechazadas, discriminadas o violentadas.
- Sus miembros poseen un mismo origen étnico, ya sea que se mantengan fieles a la tradición cultural aborigen o que se hayan integrado más o menos al Estado moderno.
- Se estima que hay más de 5.000 grupos indígenas distintos, distribuidos en 90 países diferentes. Sus 350 millones de personas (5% de la población mundial, aproximadamente) son poseedores en total de unas 7.000 lenguas distintas, y sin embargo se encuentran entre el 15% de las poblaciones más pobres del planeta.

https://concepto.de/pueblos-indigenas/

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Oscar Chamosa, historiador: “En la Argentina el discurso de la nacionalidad siempre se basó en el mito de nación blanca”

Por María Alicia Alvado

Para el argentino Oscar Chamosa, doctor en Historia y profesor de Historia Latinoamericana enla Universidad de Georgia, este tipo de sentencias dan cuenta de la persistencia en nuestro país del “mito de la nación blanca”, una creencia según la cual somos un país racialmente homogéneo (blanco), cuya más auténtica fibra nacional está definida por la herencia europea. La vigencia de este mito conlleva la invisibilización de la presencia y los aportes de otros grupos poblacionales como los afrodescendientes y los pueblos originarios.

- Usted afirma que una de las características de la historia argentina hasta fines del siglo XX ha sido la invisibilización e indecibilidad de los elementos afro e indígenas de nuestra cultura…
- Como todas las sociedades de este hemisferio hay una población de raza blanca descendientes de los conquistadores e inmigrantes, y otra población de descendientes de africanos o de indígenas, mezclados. En todos los países de América Latina esas diferencias son parte del discurso de la nacionalidad. En Argentina no, en la Argentina el discurso de la nacionalidad está basado en la idea de que somos todos descendientes de europeos, salimos de los barcos o somos un crisol de razas, pero crisol de razas dicho puramente en un sentido europeo. Si bien ha habido personas que explicitaron aquí y allá la existencia de una población mestiza en la Argentina, la tónica general a lo largo del siglo XX fue la de negarlo, la de olvidarlo o a no decirlo, sin negarlo abiertamente. De ahí la indecibilidad como sinónimo de invisibilidad.

- Y esa invisibilización está asociada a un sistema colonial de dominación que es socioeconómico pero también racial…
- En la estructura social argentina hay un sistema racial de dominación que está superpuesto al de clase. Algunos descendientes de europeos son de clase trabajadora y por lo tanto sufren las consecuencias de estar en esa posición social, pero por otro lado hay un sistema de razas que es paralelo y en virtud del cual dentro de la clase trabajadora se produce esta subdivisión entre los trabajadores descendientes de europeos y mestizos, donde los descendientes de europeos se posicionan un escalón más arriba frente a sus vecinos mestizos, aunque tengan iguales ingresos. Se autoperciben diferentes y existe un lenguaje especialmente diseñado para marginar, que nunca se dice explícitamente en la cara, excepto en condiciones críticas, pero sí se usa mucho dentro de las casas: “no te juntes con ese negro”, “si vas a la casa no comas esto, no toques aquello”. Esas tensiones se dan -o se dieron- a nivel de barrio o lugar de trabajo. Hoy en día es difícil hacer públicas expresiones racistas, por eso se siguen dando fundamentalmente puertas adentro, pero además hay excepciones…

- ¿Cuáles por ejemplo?
- Por ejemplo los foros de discusión de Internet, especialmente el del diarioLa Nacióno Clarín donde cualquier ocasión sirve para decir que la culpa es de los negros y hay que matarlos a todos. Y después en los estadios de fútbol: determinadas hinchadas se ven a sí mismas como blancas -como por ejemplo River- y le cargan a la de Boca la negritud, que a su vez está ahora cada vez más tipificada en términos de pertenencia latinoamericana. En esas circunstancias liminales, que están en un margen donde se permite hablar, ese racismo naturalizado emerge, pero en el discurso público autorizado no aparece.

- La invisibilización de algunos grupos es la contrapartida de la vigencia del mito de la nación blanca ¿cómo surge este mito?
- De alguna manera preexiste al estado nacional, en los textos prefundacionales, en los textos de Sarmiento, de Alberdi, se distingue que el mal de la Argentinano es sólo la extensión sino tener una población no europea y la única solución es europeizarla a través de la inmigración. En los considerandos de los censos de 1895 y 1914, se dice explícitamente que en Argentina la población es en su mayoría blanca. Los sociólogos iniciales, si se refieren a la población mestiza hablan del gaucho y lo tratan como un personaje en extinción.

- ¿Por qué era importante autorrepresentarnos como una “nación blanca” en los albores del estado nacional?
- La formación de la nación se da en un contexto de expansión europea colonial. Los territorios de América Latina para ser independientes tienen que demostrar que son europeos, y por lo tanto tienen derecho a dominar y reclamar independencia. Es después, de 1910 en adelante, cuando los países latinoamericanos introducen a los otros pueblos en su discurso de nacionalidad, ya sea el mesticismo o el indigenismo. El mesticismo era una forma diferente de racializar la población: celebraba la mezcla pero no lo afro o la indigenidad, a los que colocaba en un lugar subordinado dentro de la nación. Pero en Argentina, Uruguay y Chile estos pueblos colonizados no fueron incorporados al discurso de la nacionalidad y por eso se concebían a sí mismas como nación blanca.

- ¿Y el criollismo? ¿Y el folclore?
- El criollismo fue uno de los sucedáneos del mesticismo adoptado por otros países latinoamericanos, pero nunca tuvo sentido emancipador porque veía con nostalgia al gaucho como un personaje que se iba perdiendo pero no propone una política para cambiarlo. Para el criollismo el gaucho es un tipo social y cultural más que una raza. El folclore a lo largo del siglo XX es el caso más extraño porque si bien asume como lo más auténticamente nacional la cultura de la población criollo-mestizo del interior, no llegan nunca a contrarrestar el mito de la nación blanca. Es contradictorio, pero es la forma en que funcionó.

- Junto al “mito de la nación blanca”, en el siglo XX se dio el mito de la “excepcionalidad argentina”…
- Este otro mito se dio tanto en Chile como en la Argentina, en parte por ser culturalmente blancos, pero también porque en las distintas crisis europeas estos países se consideran a sí mismos como mejores que los europeos. Ese mito se reforzó mucho con la dictadura, cuando estos países se posicionaron respecto a Europa como una reserva moral donde todavía la “familia cristiana” existía y se había tenido éxito en la “destrucción del comunismo”. Esa excepcionalidad conspiró contra la posibilidad de que se empezara a resquebrajar el mito de la nación blanca. Ambos mitos están íntimamente relacionados y uno se mantiene junto con el otro. Los discursos que podían llegar a contrarrestarlos estaban relacionados con el movimiento revolucionario de izquierda, (y en el folclore) con el movimiento del Nuevo Cancionero pero éste es un discurso que el poder militar reprimió por muchos años.

- ¿El mito de la nación blanca comienza a resquebrajarse con la llegada de la democracia?
- La vuelta de la democracia llevó a una combinación de varias cosas, una de ellas es el retorno del Nuevo Cancionero con bastante más fuerza, que se transformó en un vehículo para hablar de las distintas culturas argentinas. Esto se da en un contexto en que a nivel mundial se promueve la multiculturalidad, con las organizaciones multilaterales de crédito como mayores promotores. Hay un proceso a dos manos: los grupos étnicos en distintos países latinoamericanos están encontrando formas de expresarse política y culturalmente en forma autónoma y emancipatoria, pero al mismo tiempo hay un contexto internacional nuevo que permite que esas formas se conjuguen en un nuevo discurso de la nacionalidad, que es el multiculturalismo.

- El censo 2010 por primera vez en 200 años incluyó una pregunta sobre afrodescendientes, ¿qué opina de esto?
- Siempre se criticó la poca utilidad del censo para determinar otras cosas que no sean datos demográficos muy básicos que no dicen mucho sobre la complejidad de una sociedad. La etnicidad nunca fue parte de los censos argentinos, hasta los últimos dos. Pero siempre el censo va a ser una invención de la real, como lo es un mapa también, aunque hay distintas formas de construir esa realidad y algunas puede ser que se parezcan más a la “realidad real”. No obstante, es sintomático que se hagan esas preguntas ahora, que se conciba que la nación pueda tener diversidad étnica, cuando antes tenía que ser homogénea.

https://www.edhasa.com.ar/nota.php?notaid=408

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Morita Carrasco, antropóloga: “La pelea de los indígenas por la tierra es una demanda de identidad”

Por Claudio Martyniuk

- ¿Qué implica el reconocimiento que hace la Constitución de la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas? 
- La Constitución no sólo afirma que los indígenas existen desde antes que se crearan los Estados sino que los reconoce en su calidad de pueblos. Esto quiere decir que se trata de formaciones humanas que poseen instituciones sociales, económicas y políticas propias, autónomas de cualquier formación sociopolítica posterior. Lo importante no es que existan desde antaño, sino la manera, el cómo existen: como pueblos.

- ¿Cómo, entonces, relacionarse con esas culturas? 
- Hasta hace poco se sostenía que los indígenas eran grupos sociales carentes de capacidad para alcanzar una evolución deseable y que por eso habían quedado al margen de la historia. Se los veía como sociedades incompletas, necesitadas de asistencia para integrarse al mundo evolucionado. Esta forma de concebir a los indígenas sustentó toda clase de políticas indigenistas, ideadas y conducidas por los no indígenas con el fin de provocar los cambios considerados necesarios por el Estado para integrarlos “culturalmente” a la sociedad no indígena. Se pretendió que dejaran de ser lo que eran, que hicieran a un lado aquello que los distinguía del resto de los ciudadanos, que suplantaran el uso de su idioma materno por otro ajeno, cambiaran su forma de organizarse, de enseñar a sus hijos.

- ¿Con eso trata de terminar la Constitución de 1994? 
- El reconocimiento de la preexistencia está ligado a la idea de pueblo entendido como una comunidad que tiene conciencia de quién es y cuyos miembros se sienten unidos por un sentimiento de pertenencia a esa comunidad. No se trata de restos de una sociedad del pasado, sino de una sociedad con capacidad de conducir su vida y adoptar decisiones en forma autónoma. Se trata de un hecho reparatorio. Los constituyentes han querido restaurar esa sociedad que fue forzada a adaptarse a otra y, por tanto, brindar la debida protección para que estos pueblos puedan desarrollarse de acuerdo a su cultura, pero de aquí en más en libertad. El reconocimiento señala obligaciones de los no indígenas y la principal es el respeto que se debe tener hacia su diferencia, para permitir su desenvolvimiento autónomo.

- ¿Cómo se puede avanzar en la efectivización de sus derechos? 
- Hace falta avanzar en el terreno de lo político porque las culturas de los pueblos indígenas no son una “industria cultural” sino una forma de ser y hacer las cosas que los diferencia en parte de otras sociedades. Hace falta reconocer el valor que tienen esas culturas.

- ¿En qué consiste la identidad de los pueblos indígenas? 
- Como cualquier otra identidad, la de los pueblos indígenas consiste en una relación histórica con las demás identidades. Es histórica, porque enfatiza su permanente fluidez y transformación. Las identidades son un juego social entre lo uno -lo mismo- y lo otro, lo diferente. La identidad cultural no depende de un inventario de rasgos típicos y tampoco su mantenimiento se debe al aislamiento. Por el contrario, cuanto mayor es el contacto, más numerosas serán las diferencias con los otros. Justamente el valor de las identidades culturales es que funcionan como formas útiles para organizar la relación con los otros. Así se entiende por qué es imposible pensar la identidad de los pueblos indígenas en términos de una cosa o una esencia que pueda contenerse en un recipiente con tapa: para que exista esa identidad tiene que haber otros diferentes.

- ¿Cómo se vinculan con la tierra? 
- Habitar culturalmente un espacio geográfico sería la mejor forma de explicar esa relación. El espacio geográfico se vuelve territorio a partir de la manera en que históricamente ha sido usado por los miembros de un pueblo. Uso es mucho más que explotación económica: es una forma de hacer las cosas de la vida en un determinado medio físico. Por eso es difícil separar lo que nosotros definimos como “naturaleza” y sociedad. La figura que más se aproxima a la representación de esta relación es la de paisaje. Un paisaje es espacio historizado: en él se perciben las marcas de una multiplicidad de acciones producidas por la dinámica del medio ambiente mismo como de quienes vivieron y viven en él. Percibir el paisaje es recordar todas estas acciones. Un paisaje les debe sus características a las experiencias de quienes pasaron un tiempo ahí. Esta es la relación aludida por el par identidad-territorio y es por ella que cada lugar adquiere un significado particular.

- ¿Podría dar un ejemplo? 
- El que mejor conozco es el de la Asociación de Comunidades Aborígenes Lhaka Honhat. Esta organización está formada por más de 50 aldeas de los pueblos Nivaklé, Yyojwaja, Tapyí, Qom y Wichí, asentadas en el chaco salteño. En 1984 solicitaron al gobierno de la provincia un título de propiedad para todas ellas sobre una superficie de tierra unificada, porque -argumentaron- su forma de vida requiere de libertad para moverse entre un sitio y otro del medio ambiente a fin de obtener los recursos para sostenerse, no sólo desde un punto de vista alimenticio sino también sociopolítico. Estos pueblos mantienen relaciones de intercambio con familias que están a veces muy distantes entre sí, y para ello se trasladan de un lugar a otro a través de una multiplicidad de senderos. Esos viajes son el vehículo para la transmisión de novedades, para encontrar parejas, para la creación de vínculos de amistad y alianza política, para la cooperación económica.

- Si no es un bien a poseer, ¿por qué les importa la tierra? 
- La pelea de los indígenas por la tierra es una demanda de identidad. Y la propiedad y el derecho a la propiedad comunitaria es su mejor herramienta de defensa frente a un contexto que los azuza para que cambien su forma de vida. Diría que buscan obtener la propiedad legal de sus tierras para estar tranquilos.

- ¿Se pueden parcelar, dividir las tierras de pueblos cazadores recolectores? 
- Cada caso debe ser analizado en su contexto histórico, prestando atención a las relaciones que el pueblo en cuestión ha establecido con otras sociedades, con los Estados en los cuales se encuentran insertos. Por eso es preferible preguntar a los cazadores recolectores por los criterios que tornen efectiva su defensa del territorio.

- ¿Cómo se pueden resolver los conflictos entre los gobiernos y los pueblos indígenas?
- Cualquier conflicto de demanda de tierras indígenas se resuelve partiendo del reconocimiento expreso que deben hacer los gobiernos del derecho que los pueblos indígenas tienen al territorio sobre el área reclamada. El primer paso es que se establezca con claridad que el derecho indígena -como lo establece la Constitución- es un derecho preexistente. Esto no significa que los indígenas vayan a reclamar la totalidad de lo que es hoy el territorio nacional, o que busquen expulsar a los pobladores que se establecieron en los dominios indígenas en la época colonial. Lo que demandan es una reparación de la injusticia histórica de que han sido objeto. Necesitan una clara señal de los Estados que los reivindique como sociedades plenas y les provea los medios efectivos de protección de sus identidades. Esta seguridad se alcanzará, como primer paso, con la propiedad del territorio. Lamentablemente, hay casos, como el de la provincia de Salta, de adhesión a una concepción indigenista que procura la transformación cultural de los indígenas, que no es otra cosa que un programa de colonización de sus identidades. Y para solucionar la situación de las familias criollas que se asentaron en el territorio indígena desde principios del siglo XX deberían brindarse los medios para reasentarse fuera de él en condiciones aceptables para ellas.

- ¿Los pueblos indígenas quedan obligados a litigar en busca de reconocimientos de sus derechos? 
- El derecho es un mecanismo para defender su integridad como sociedad diferente. Y como no se realizan sus derechos, los pueblos acuden al sistema judicial para exigir una respuesta. La judicialización de las demandas es una estrategia necesaria por la falta de respuesta del Poder Ejecutivo.

- ¿Qué soluciones consideran sus formas de vida? 
- Lamentablemente, las soluciones legales toman como verdadero un saber genérico y superficial de las formas de vida indígena. El derecho y los operadores judiciales carecen de herramientas teórico-metodológicas para conocer y comprender esas formas de vida. Las soluciones legales se formulan en base a un sujeto abstracto universal, y para el caso de los pueblos indígenas se requiere partir de la variabilidad del sujeto y considerar para cada uno el criterio que ofrece la mejor protección para sus identidades. Cualquier solución que se proponga deberá atender el punto de vista de los pueblos indígenas.

- ¿Qué consecuencias provocan las estrategias integracionistas? 
- La principal es la implementación de formas sutiles de desintegración, paulatina pero incesante, de la diferencia indígena, algo que ha causado desaparición física y fagocitación de identidades.

https://redaf.org.ar/morita-carrasco-antropologa-la-pelea-de-los-indigenas-por-la-tierra-es-una-demanda-de-identidad/

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Carlos Martínez Sarasola, antropólogo: “Nos formaron en la negación de los pueblos originarios”

Por Bárbara Schijman

- ¿Cómo surge su vínculo con las comunidades indígenas?
- Es raro decir que pertenezco a una comunidad indígena porque no tengo los rasgos físicos, soy un “blanco” y mi ascendencia es europea y criolla, pero al igual que en las comunidades ancestrales de las pampas en las que convivían gentes de los más diversos orígenes, el lof Vicente Catrunao Pincén continúa hoy con esa costumbre, sumando también a aquellas personas no necesariamente indígenas, pero que hayan decidido acompañar el camino de reconstrucción de esa comunidad. La comunidad indígena gününä ä küna-mapuche Vicente Catrunao Pincén, de origen pampeano, fue destruida en las vísperas de la Conquista del Desierto, seis meses antes, en el año 1878. La comunidad desapareció virtualmente, fue prácticamente exterminada y sus miembros dispersados, pero quedaron sobrevivientes y descendientes. Hace 25 años conocí al tataranieto del cacique Pincén, Luis Pincén. Iniciamos una relación y él a su vez empezó un proceso de reconstrucción de la comunidad. Luis vive en el conurbano; es un indígena urbano. 

- ¿Hay muchos indígenas urbanos?
- Sí, se considera que la mitad de la población indígena en América vive en ciudades. Pincén, por ejemplo, hace más de 20 años que está abocado a la reconstrucción de esta comunidad, que incluye la presencia de gente no indígena, por eso mi presencia, junto con otros hermanos no indígenas. Pero hay indígenas provenientes de otros orígenes, gente colla, estrictamente mapuche, y se respeta la tradición de las comunidades pampeanas, que son comunidades que integraban al otro. 

- ¿Comunidades de orígenes diversos? 
- Claro. En las comunidades indígenas de La Pampa y también de la Patagonia había gente de distintas comunidades originarias, se sumaban gauchos, afrodescendientes, europeos, criollos, militares relegados, perseguidos de la justicia; era una gran mezcolanza. Esta característica estaba presente en la conformación de la sociedad argentina que la autodenominada Conquista del Desierto interrumpió en forma abrupta. Mi hipótesis es que la interrumpió adrede, no era sólo la conquista de territorios, sino la destrucción de esa forma de vida. 

- Puntualmente, ¿a qué forma de vida se refiere?
- La forma de vida era algo totalmente incompatible con el proyecto que estaban haciendo. Para su proyecto, antagónico, era importante destruir esa forma de vida y obviamente a sus protagonistas. Me refiero a una forma de vida que tenía que ver con poder coexistir en el respeto por el otro, que era lo que pasaba en las comunidades indígenas, más allá de situaciones de cautiverio o de violencia –que no fueron originadas precisamente por los pueblos originarios. Sin hacer una historia de buenos y malos, blancos y negros, en estas comunidades de La Pampa y de la Patagonia había un proyecto de heterogeneidad cuyo eje era la forma de vida indígena; algo muy importante que lamentablemente se interrumpió. Por eso la explicación de por qué yo pertenezco a esa comunidad. Se cumplen 20 años que viajamos a dos comunidades del norte de Neuquén celebrando el Nguillatún, que es la ceremonia anual de ellos, de la que participo también.

- ¿Cómo se reconstruye una comunidad? ¿En qué consiste ese proceso?
- La comunidad Vicente Catrunao Pincén, por ejemplo, es una comunidad sin territorio, luego de que se lo apropiaran las avanzadas del Ejército argentino en noviembre de 1878. Esta comunidad perdió absolutamente todo: la lengua, las costumbres, la tierra. La decisión que tomó, hace muchos años, es reconstruir a partir del eje de la espiritualidad, del reaprendizaje de la ceremonia Nguillatún, una ceremonia muy importante en la provincia de Neuquén y con plena vigencia. Es una ceremonia muy importante que constituye el eje de la vida de estas comunidades, y entonces el proyecto es tratar esa ceremonia en La Pampa, después de más de un siglo en la que no se hizo, y a partir de ahí volver a equilibrar la tierra, volver a equilibrar la propia comunidad, y a los propios integrantes de esta historia. Esa fue la decisión de esta comunidad en particular, pero hay otras comunidades indígenas –porque hay muchas comunidades que se están reconstruyendo, muchos pueblos, Tonocotés, Ranqueles, Charrúas–, que se consideraban directamente desaparecidas y otras con muchos problemas de llevar adelante su forma de vida. Muchos de estos son procesos muy trabajosos, porque están reconstruyendo un mundo perdido. 

- ¿Este proceso de construcción se replica también en otros países de la región?
- Cuando hablamos de proceso de reconstrucción estamos hablando de comunidades que empiezan a reconocerse como indígenas cuando antes no lo hacían, o de comunidades cuyos miembros estaban desperdigados. Digo esto porque las comunidades indígenas existieron siempre y los pueblos también. Creo que hay un momento muy importante en la historia reciente que es el año 1992, los 500 años. Hubo muchos procesos que se dieron en todo el continente. El Papa, incluso, pidió perdón; aunque todavía hay lugares en los que se celebra el Día de la Raza. De todos modos, creo que el 92 marca que los indígenas del continente se ponen de pié; algo pasó en esos 500 años. Y eso coincidió, un poquito antes, ya en la década de 1980, con una legislación internacional muy defensora de los pueblos originarios, de recuperación de derechos, que a partir de la década del 90 empieza a cobrar mucho más cuerpo. En la actualidad tenemos un marco legislativo muy importante, nacional e internacional. El de la Argentina es muy importante, pero hay que aplicarlo. 

- Si la legislación nacional e internacional existe, ¿qué explica que aun hoy ciertos sectores desconozcan que se trata de pueblos originarios porque son preexistentes a la conformación del Estado? 
- Muchas veces me pregunto lo mismo. La resistencia es tanto de alguna dirigencia como de ciertos sectores sociales. Los pueblos originarios siguen sufriendo problemas de discriminación, aunque parezca mentira. Sucede todavía en los colegios que los niños de ascendencia indígena tienen problemas, incluso en el conurbano. Muchos docentes me cuentan que eso es permanente. Por supuesto que, en paralelo, hay muchos avances en el tema. El proyecto de Nación que se impuso a fines del siglo XIX incluyó también un sistema educativo que nos formó en la negación de los pueblos indígenas. Y la negación es una forma de discriminación. Este sistema educativo, que nos formó en la negación de los pueblos indígenas, obviamente influyó en la conciencia social; es lo que estamos tratando de cambiar. Hay muchos avances, pero falta muchísimo todavía. Y nuestra clase dirigente deja bastante que desear; nunca hubo, salvo contadas excepciones y momentos muy focalizados, una política de Estado sobre los pueblos originarios. La legislación nacional es muy buena –aunque no suficiente–, y responde a todo un parámetro internacional de derechos humanos que protege a los pueblos indígenas y que hace 30 años no existía. El Artículo 75 Inciso 17 de la Constitución Nacional Argentina, incorporado en 1994, es realmente de avanzada. Ahí se los define como pueblos preexistentes. Cuando dicen “estos pueblos no son originarios”, sí, lo son, porque son anteriores a la conformación del Estado argentino.

- En muchas ocasiones se habla a la ligera y se confunden términos. ¿Comunidad indígena, pueblos originarios y pueblos aborígenes nos hablan de lo mismo? 
- “Aborigen” e “indígena” significan originario del suelo en el que viven. Últimamente en la Argentina se puso muy de moda el término “originario” , inclusive con una posición un poquito fundamentalista, me parece, de que no se puede decir “indígena”, “aborigen”, ni “indio”. Y hoy los propios paisanos indígenas utilizan los cuatro términos. Inclusive el término “indio” es utilizado en el sentido histórico del término. Todos sabemos que el término nació de los propios conquistadores que creyeron que habían llegado a la India. Por eso, durante mucho tiempo los indígenas rechazaron el término. Sin embargo hoy, en distintos lugares, muchas organizaciones lo recuperan en el sentido histórico porque ellos mismos están en esos documentos: “nosotros los indios, nosotros los paisanos…”. En ese sentido, no desde el punto de vista despectivo y equivocado con que los colonizadores lo impusieron. El término “indígena” –denostado en los últimos tiempos–, es una de las palabras principales en la legislación internacional. Hoy es correcto utilizar los cuatro términos: originario e indígena, aborigen e indio. 

- ¿Cuáles son los principales reclamos de las comunidades en la actualidad? 
- Hay una nueva agenda. Está la agenda histórica, tradicional, que sigue marcando los ritmos, pero también hay nueva agenda, por ejemplo, con lo que tiene que ver con la tecnología. El teléfono está produciendo una revolución. Esto, para quienes sostienen que son comunidades cerradas; un mito total. Las comunidades son lo más abierto que he visto en mi vida. Puede que sean cerradas para algunas cosas, como las cuestiones privadas, su mundo ceremonial y espiritual. Aunque en esto también se están abriendo. ¿Pero de incorporar cosas de afuera? Siempre fue así. Ellos están haciendo una utilización de la tecnología que los creadores de la tecnología jamás habrían soñado. De todos modos, en términos de reclamos, lo fundamental sigue siendo la tierra y los territorios. Inclusive en los últimos conflictos, la base es el tema de la tierra y los territorios no resueltos. A partir de la Conquista del Desierto se produjo el gran descalabro de los pueblos originarios. Eso no está resuelto. Si hay una deuda histórica de la sociedad argentina –básicamente del Estado argentino– es el tema de la tierra para los pueblos originarios. Hasta que no se resuelva el tema de la tierra y los territorios, los problemas van a persistir. A esto se suman un montón de otras cuestiones. 

- ¿Por ejemplo?
- Cuestiones vinculadas a la discriminación, el tema de los sistemas ecológicos degradados de los pueblos indígenas, la educación, la inserción laboral, el no respeto por su espiritualidad, entre otras. 

- Hace un instante habló de la tierra y de los territorios. ¿Cuáles son las diferencias sustanciales entre ellos?
- El concepto de territorio es un tema que desde el punto de vista de la legislación internacional es relativamente nuevo; se incorporó hace unos años y es muy importante, porque las comunidades indígenas no tienen solamente su tierra, que es donde están asentadas, sino que hay todo un espacio que no pertenece necesariamente a la comunidad pero que ella utilizan. Es muy típico el ejemplo de los territorios de invernada y veranada. Los mapuches tienen sus territorios de invernada, uno va, visita la comunidad, pero en el verano todos ellos se van. ¿A dónde? Se van a territorios en la cordillera, con pasto maravilloso, y se llevan todos los animales para pasar el verano allá. Los mapuches son pueblos pastores, trashumantes. Muchas veces tienen conflictos con esos territorios de veranada que también son suyos, ancestralmente. El territorio es aquel espacio que se usa más allá de donde esté asentada la comunidad, y muchas veces tiene que ver con cementerios, sitios sagrados, cuevas con pinturas rupestres, con lugares que utilizan y que no es estrictamente el espacio. Todo eso también está en atención en cuanto a reclamos y derechos.

- ¿Cómo es el rol de la mujer en el seno de las comunidades?
- Es parte de lo que llamo “la nueva agenda”. Son los nuevos temas que aparecen. Hoy por ejemplo la presencia de la mujer indígena es impresionante. En una oportunidad, en medio de una conferencia, me acuerdo que una líder indígena se levantó y me dijo: “muy lindos sus libros, pero usted Sarasola jamás habla de las mujeres indígenas”. ¡Y tenía razón! ¡Y está mal! ¿Pero qué pasa? Que eso fue invisibilizado. La presencia de la mujer indígena en América es impresionante, y viene de la mano de la emergencia de la mujer a nivel planetario. Hoy hay lideresas, jefas de comunidades, chamanas... La presencia de la mujer en la política indígena internacional, en los foros, es muy notable. Esto forma parte de las nuevas temáticas. Antes las cuestiones de género o de la violencia al interior de las comunidades eran temas de los que no se podía hablar; ahora se está hablando y lo hablan las mujeres. Esto es una revolución al interior del mundo indígena.

- ¿Cuántas comunidades hay en la Argentina?
- Oficialmente, o extraoficialmente, hay alrededor de 2 mil comunidades; probablemente más. Y hay entre 30 y 40 pueblos. Esto crece en función de lo que decía al principio, sobre aquellos indígenas que empiezan a reconocerse como tal. Entonces están apareciendo pueblos, y con ellos comunidades. Creo que el censo de 2020 va a dar alguna sorpresa. El censo de 2010 dio una cifra de 700 mil y luego con algunas rectificaciones la llevó a un millón de habitantes. Yo pienso que esa cifra se puede duplicar tranquilamente en 2020.

- Sostiene que los pueblos originarios tienen una idea del mundo muy distinta a la del resto de la sociedad. ¿Cuál es la diferencia más sustancial?
- Voy a decir lo primero que me surge: la idea de realidad. Nosotros tenemos una idea de realidad y funcionamos. Para el mundo indígena está todo esto que vemos ahora y todas las cosas que no vemos pero que están presentes; otras dimensiones, espíritus, seres. La naturaleza, y todo lo que nos rodea, está vivo, esto es muy importante en el mundo indígena, cosa que nosotros no tenemos. Su vida cotidiana funciona de otra manera a partir de eso. Este punto nos lleva de la mano al tema de la espiritualidad, lo que está más allá de nosotros, que en su mundo es el eje de sus vidas.

https://www.pagina12.com.ar/122381-nos-formaron-en-la-negacion-de-los-pueblos-originarios

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Diana Lenton, antropóloga: “El Estado se construyó sobre un genocidio”

Integrante de la Red de Investigaciones en Genocidio y doctora en Antropología, Diana Lenton aporta pruebas del genocidio de los pueblos originarios. Campos de concentración, asesinatos masivos, fusilamientos y niños robados. Roca, el papel del Estado, la sociedad y los intelectuales.

Por Darío Aranda

– ¿Por qué afirma que el Estado argentino se funda sobre un genocidio?
– El Estado moderno constituye una forma de entender las relaciones entre Estado y sociedad, y construye todo un modo político de accionar, una normativa, instituciones que se fundan en el mismo momento que se realiza el genocidio. Y no lo relacionamos sólo porque es contemporáneo al genocidio sino porque esa estructura de Estado requirió que no hubiera más diversidad interna en el Estado. Se anulan los tratados con los indígenas, el Estado se garantizó que no iban a interferir en la constitución de ese Estado. Es lo que se llama genocidio constituyente, son genocidios que dan origen a un Estado.

– Existen sectores que aún niegan que haya sido un genocidio. ¿Qué pruebas dan cuenta de que sí lo fue?
– Las ciencias sociales no tienen un concepto analítico acabado. Desde el campo jurídico internacional sí, lo provee Naciones Unidades en 1948 para juzgar los crímenes del nazismo. Esa definición habla de distintos elementos. Es genocidio cuando se puede establecer la intencionalidad de destruir a un pueblo. Otra característica es impedir la reproducción de ese grupo y también el robo de niños, cuando son secuestrados y entregados a familias de grupos dominantes, y se les reemplaza los nombres, porque así se atenta contra la continuidad de ese pueblo porque se le roba la memoria.

– ¿Qué hechos concretos hubo?
– Matanza de población civil. Algunos tienen la imagen de batallas al estilo romántico de un ejército contra otro. La característica de la campaña de Roca es que está principalmente dirigida a la población civil. Las memorias del comandante Prado dicen claramente que el ataque a las tolderías es para caerles encima a las mujeres y niños que quedaron cuando los hombres no estaban. Estaba planificado así para llevarse el botín, sobre todo el ganado, y las familias porque ésa era la operación que iba a llevar a los indios a rendirse. Son operaciones contra la población civil, donde mueren mujeres y niños, o eran enviados como mano de obra esclava para el trabajo doméstico urbano o para la agroindustria, caña de azúcar y viñedos. También se cumplen otros elementos de genocidio, el someter a la población a condiciones que acarreen daño en su subsistencia, que pueda provocar enfermedad o muerte, y eso implicaron los traslados de la población sometida a campos de concentración.

– Ustedes dan cuenta de que el diario La Nación lo llamó crímenes de lesa humanidad.
– Mitre decía que lo que hacía Rudecindo Roca, hermano de Julio Argentino, eran crímenes de lesa humanidad porque se fusilaban prisioneros desarmados y se tomaban prisioneros a mujeres y niños. Para un sector del espectro político no era lo correcto, incluso Mitre, que no era nene de pecho, que tuvo responsabilidad en la guerra del Paraguay con episodios espantosos, sin embargo estaba asombrado, no criticaba que se hiciera la Campaña, sí cuestiona que un gobierno estuviera minando su propia legitimidad al desoír lo que eran avances de la civilización.

– También hubo campos de concentración.
– Hubo campos de concentración en Valcheta, Martín García, Chichinales, Rincón del Medio, Malargüe, entre otros. Son todos lugares donde se encierran a las personas prisioneras sin destino fijo. La autoridad militar era la dueña de la vida y muerte de ellos. La idea era de depósito porque iban a ser distribuidos. Eran prisioneros y esclavos. Se recibían pedidos de Tucumán, ingenios, de Misiones, estancias. Llegaban como familias y se los separaba. Hay pruebas de la violencia, cartas entre curas y arzobispos. Había muerte por las condiciones a las que estaban sometidos, ahí está también el genocidio. Y también había suicidios por el trauma social al que estaban sometidos. Los padres sabían que les quitaban a sus hijos, lo veían y decidían matarse. O mujeres que se tiraban al agua con sus hijos. En Valcheta hay documentos donde se describe que no se les daba alimentos y morían de hambre.

– ¿Qué documentos existen?
– Existe mucha documentación oficial para discutir la historia impuesta. Los archivos oficiales, Archivo General de la Nación, la Armada, los archivos de las provincias. Y archivos privados de personas, de militares que han escrito cartas. También documentos de la Iglesia: de ahí surgen datos de cientos de chicos destinados a Jujuy y Tucumán. Quedan claras las edades de servicio doméstico, chicos desde los 2 o 3 años y hasta los 8. Los adultos que eran destinados al cañaveral y morían con sus familias, eso también es parte del genocidio.

– ¿Hay cifras?
– El Poder Ejecutivo decía para 1879 que se habían trasladado 10 mil prisioneros de lo que era la frontera, se estaba recién en la zona norte de Patagonia, para trabajar hacia el Norte y Mendoza, industrias, servicios doméstico y Martín García. Para 1883, un informe oficial ya dice que son 20 mil. En el Chaco son cifras mucho mayores.

– ¿Por qué la campaña militar al Norte no es tan conocida?
– No ha habido una manera sistemática de presentar la historia y menos la historia de los pueblos indígenas. Nos han legado imágenes, hemos aprendido que el Estado o territorio actual se completa con Roca, y él estuvo en el Sur.

– Suele justificarse la violencia con que “hay que situarse en la época”, como si fueran normales esas campañas militares.
– Algunos senadores como Aristóbulo del Valle, quizá la voz más clara contra la Campaña, preguntaban cuáles habían sido los resultados de la campaña al Sur y se decía que esos territorios no están incorporados al trabajo. Era el momento que se estaba rifando territorio, como dijeron en esa época observadores militares, no era para los pioneros ni para los agricultores, como se había prometido, sino para latifundistas. Aristóbulo del Valle denunciaba que el hombre había sido esclavizado, la mujer prostituida, los niños utilizados para el trabajo esclavo. No había, decía, ni avance económico ni cívico. Incluso hubo oposición de sectores de las elites.

– Igual se realiza.
– Se hace y es un fracaso desde el punto de vista militar. Hacia 1884 lo que consigue el general Victorica, que estaba al frente como ministro de Guerra, es derrotar a los principales jefes, pero no consigue ocupar el territorio. Eso recién pasará hacia 1911. No consigue ocupar porque el Chaco estaba mucho más densamente poblado por pueblos indígenas y con una variedad de pueblos, de lenguas y culturas distintas.

– ¿Fue igual de cruenta que la del Sur?
– Sí, no sólo fue igual sino que esa operativa de secuestrar chicos, atacar mujeres, se extendió hasta avanzado el siglo XX; aun hoy todas las comunidades tienen recuerdos de los chicos robados por el Ejército.

– ¿Cifras?
– No las tenemos, estamos trabajando, pero las víctimas superan ampliamente las cifras de la Patagonia. Y hay otros sectores del país donde tampoco se sabe mucho.

– ¿Por ejemplo?
– Cuyo y la Puna. Estamos comenzando a trabajar lo que fue la Campaña a la Puna, que se conoció como Campaña al Susques, que se da por terminada en 1874, con la batalla de Quera. Aparentemente lo que más hubo fueron fusilamientos masivos que acabaron con la resistencia, lo que se llamó la Pacificación de la Puna, fusilamientos masivos durante 1874 y 1875.

– En Cuyo hubo campos de concentración...
– Sí, por la campaña al sur de Mendoza y norte de Neuquén, donde tomaron gran cantidad de familias prisioneras, que fueron utilizadas en la industrias de la vendimia en lo que hoy es Malargüe. La persona que más sabe es Diego Escolar, que vive allá, tiene muy documentado y cuantificado no sólo los prisioneros sino también la cantidad de chicos que eran enviados solos a la vendimia para trabajar para siempre, no iban y venían.

– ¿Roca es sólo un símbolo o el responsable?
– Roca fue responsable del genocidio. Tuvo posibilidades de otro tipo de política. Hay pruebas de que él se informó con un enviado de su confianza en Estados Unidos para ver cómo funcionaban las reservas. Y estudió también a los franceses en Argelia. Decidió el modelo francés porque decía que el modelo de reservas era muy costoso. Hubo campañas militares anteriores, pero la de Roca fue la más sistemática y que tuvo un objetivo más declaradamente genocida. Hay declaraciones de Roca sobre destruir hasta el último indígena. Su discurso de asunción de la presidencia festeja que no cruza un solo indio la pampa.

– Es conocida la postura de los intelectuales de la derecha sobre Roca y los pueblos originarios. ¿Y la mirada de los intelectuales de izquierda o progresistas?
– Hay cierto progresismo que se construyó sobre el paradigma que dio lugar al genocidio y a una noción de la Argentina sin indígenas. A gran parte de los intelectuales no les importan los pueblos originarios. Se ha construido una idea de progresismo que puede ignorar a los pueblos originarios como si no existieran y tenemos una izquierda que ha ignorado las luchas indígenas, por eso todo es mucho más difícil.

– ¿Por qué el genocidio sigue pareciendo algo sólo de la dictadura y no también algo que afectó a los pueblos originarios?
– Porque cuesta a gran parte de los argentinos considerar la historia de los pueblos indígenas como parte de la historia argentina. Tiene directa relación con asumir si es algo que les pasó y pasa a los argentinos o les pasó y pasa a otros.

– El juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, le agrega el factor de la clase social afectada.
– Sin duda tiene que ver la clase social víctima, pero sobre todo hay una mirada racista dentro de lo que es el sentido común argentino. La sociedad argentina es racista respecto de los pueblos originarios. Se piensa que lo que sucede con otras personas no es tan importante, por eso hay dolores que no nos conmueven y otros que sí. Para mucha gente un campo de concentración se define como tal cuando ahí adentro hay gente que se parece a mí, si no, no es un campo de concentración.

– ¿De ahí la negación del genocidio?
– Tenemos un paradigma donde la palabra “genocidio” se puede aplicar cuando a mí me importa, cuando mi grupo de pertenencia es el afectado. Y la mayor parte de la intelectualidad, de la gente que construye teoría y construye consenso social en estas situaciones, compartimos un sistema cultural de pertenencia. Hasta tanto no podamos siquiera entender el dolor de los otros y sentirlo como el propio, no hay interculturalidad posible. No hay forma de dialogar.

– ¿Interpreta continuidades de las campañas militares a fines del siglo XIX y la situación actual de muerte por desnutrición en Chaco, Misiones y Salta, o por represión en Formosa?
– Los pueblos originarios son víctimas de un genocidio que aún no terminó. Por eso como Red hablamos de que en la Argentina existe un proceso genocida de los pueblos indígenas porque no le podemos encontrar la fecha de finalización. No sólo el Estado se construye sobre un genocidio sino que también nuestro marco de pensamiento se construye sobre el genocidio, de tal manera que no hemos salido aún de él. El genocidio realizado por el nazismo tiene fecha de finalización. El fin de la guerra, el suicidio de Hitler, los tribunales de Nuremberg. El genocidio de la dictadura tuvo una Conadep, juicios. El genocidio indígena no tiene fecha de finalización y no hay juicios.

– No existió un “Nunca más” para los pueblos originarios.
– No hubo fecha de finalización. No hay ni hubo una instancia de reparación. ¿Cuál sería la instancia autorizada si queremos hacer juicios? Porque el Estado es el mismo Estado genocida. La única manera para poder realizar algo similar a los juicios de la dictadura es que también esté integrado por pueblos originarios.

– ¿Lo cree posible?
– Hoy en día hay un movimiento importante de pueblos originarios que no había hace diez años, y en algún momento se va a dar. No puede ser la misma sociedad genocida la que lleve la acusación; lo que sí puede hacer la misma sociedad genocida es movilizar la posibilidad de generar un cambio interno.

– ¿Por qué “sociedad genocida”?
– Porque hay procesos que se siguen produciendo. Si bien hay una apertura muy importante para la inclusión de los derechos específicos de los pueblos indígenas dentro de los derechos humanos, la actitud del Estado hoy en día no es la misma que se tenía hace diez años, hay un cambio positivo. Pero cuando esos derechos reconocidos de los pueblos originarios confrontan contra intereses económicos, ya sea del Estado o de particulares, siempre se atenta contra los pueblos originarios.

– ¿Por ejemplo?
– El Estado sustenta buena parte de su modelo en actividades como la soja, el petróleo y la minería, entonces el derecho indígena se cae. El mismo Estado que habilita a los pueblos originarios a hacer determinados reclamos por otro lado los hace callar con la violencia que sea necesaria cuando está en juego una actividad económica que el Gobierno impulsa.

– ¿Cómo se entiende esa contradicción?
– Por eso digo que la sociedad no terminó aún de ser genocida con los pueblos originarios. Porque frente a estos dos parámetros en conflicto automáticamente le da la razón al paradigma económico.

– ¿La sociedad o el Gobierno?
– Van uno con el otro, es un ida y vuelta. El paradigma económico es el que se constituyó junto con el Estado y hoy se desarrolla la continuidad de ese paradigma. Si bien hay espacios de apertura interesantes, cuando confrontan paradigmas el que sale ganador es el paradigma racista, donde tenés derecho a decir lo que quieras, pero si tenés petróleo en tu comunidad el organismo que decide no es el INAI, el Inadi, ni una oficina de interculturalidad, sino la Secretaría de Energía. Y punto, no hay discusión posible.

– Es la economía...
– Cuando lo que está en juego son intereses económicos, siempre se atenta contra los derechos indígenas, con leyes que debieran respetarse.

– Las campañas militares tuvieron una matriz económica, una decisión política y una complicidad o al menos una indiferencia de la sociedad. ¿Observa paralelos?
– Es muy similar. ¿Cómo se definió el avance económico a fines del siglo XIX? Se decidió por la apertura de nuevos terrenos para la explotación intensiva junto con nuevas tecnologías que tenían que ver con el manejo de la ganadería, alambrados, nuevas técnicas que acompañaban la inclusión de territorios para el mercado exportador. Y ahora estamos viviendo lo mismo, la soja es exactamente eso. La nueva tecnología y la incorporación de nuevos territorios que antes estaban libres, donde había comunidades que podían vivir.

– El petróleo y la minería repiten la misma lógica.
– Lo están padeciendo, entre otros, los mapuches en zona de meseta. Cuando las comunidades se habían establecido en la meseta, ese lugar no era objetivo de explotación; ahora sí. Hoy sufren un acoso tremendo e ilegítimo de parte de mineras y petroleras.

– Hay un argumento legitimador que se repite: el progreso.
– Sí, hoy es el desarrollo, como una utopía de la sociedad occidental, pero el problema es que se establecen como si fueran características que pudieran tener sólo la sociedad occidental y los otros no, y que además son a costa del vivir de los otros. El problema de este concepto de desarrollo o progreso, hoy encarnada en la política económica extractiva, es que se les da una entidad más importante que la vida y la dignidad humanas. El desarrollo es importante, pero, ¿es tan importante como para avalar que el avance petrolero, minero y sojero ocasione contaminación y muerte? Y, no es casual, siempre ese “progreso” es a costa del “otro”, nunca es a costa del grupo de pertenencia dominante.

– Usted afirma que el genocidio aún no tiene fecha de finalización, mientras los pueblos originarios se organizan y luchan.
– Sin dudas, hoy han ganado visibilidad como nunca antes y tiene directa relación con la organización y los conflictos que enfrentan en los territorios. Por eso siento mucho respeto por los dirigentes e intelectuales indígenas, sé que hay diferencias como en cualquier espectro político, pero tengo un gran respeto porque tienen que tener mucha decisión y coraje, ya que están haciendo un trabajo de concientización, de educación política a todo el resto de la sociedad. Ser dirigente indígena sigue siendo profesión de riesgo, sobre todo en algunos provincias, porque es muy probable que vayas preso o te maten por defender el territorio. Nunca hay que olvidar que son pueblos que sufrieron un genocidio, pero se mantienen vivos.

https://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-178560-2011-10-10.html

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Daniel Corach, biólogo: “El problema es que la clase dominante tuvo un origen esencialmente europeo”

Por Lucía M. Iossa Urbizu

Daniel Corach se recibió de biólogo en 1980 y siete años más tarde se doctoró gracias a su trabajo sobre la evolución molecular de roedores –cuyas técnicas, posteriormente, utilizó en humanos. En 1989 ingresó al Conicet, donde actualmente es investigador superior, profesor asociado de Genética Forense en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y creador y director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas en esta casa de estudios.

Desde ese organismo, en virtud de un convenio con la Corte Suprema de Justicia de la Nación firmado en 1993, se realiza la identificación forense de las muestras que les llegan por causas judiciales y así generan los recursos que les permiten investigar. Se trata además del Centro de Referencia en Identificación de Genética Humana de la UBA. Por un estudio iniciado en 2004, determinó que el 56% de los argentinos poseen linajes maternos característicos de los nativos americanos.

- ¿Cómo se llega al estudio de la composición étnica argentina?
- A partir de la ciencia forense, se evalúan las probabilidades que surgen del conocimiento de la estructura genética de la población. Si digo “una persona comparte con una evidencia un perfil genético”, dependerá de cuán raro sea ese perfil para que la información que obtenga tenga peso o no. Si es muy común, es probable que, por azar, otro individuo tenga el mismo perfil. Pero si es raro, la evidencia se incrementa. Quiere decir que de los mismos datos que uno va obteniendo, hay que ir generando información estadística para saber de qué manera los marcadores genéticos varían en la población.

- ¿Y cómo se determina?
- Con las muestras que trabajamos a lo largo del tiempo, en general estudios de identificación criminal o vínculos biológicos de parentesco, se van generando bases de datos de referencia. Después depende de cómo se organicen estas bases de datos. Por ejemplo, en un momento trabajamos con 10 provincias, comparábamos sus datos y observábamos que existían diferencias, lo que nos permitía ver la composición de cada una. Luego empezamos a usar marcadores que son informativos de ancestro, que permiten saber si un linaje tiene un componente africano, europeo, nativo americano, asiático, de Oceanía o de donde fuere. Combinando esa información, uno entiende la composición desde el punto de vista de su origen, porque nosotros somos el producto de una mezcla de gente que estaba acá en América antes de que llegaran los conquistadores. Esa gente había venido de Asia a través de Alaska hace unos 15 o 20 mil años y se fue distribuyendo por el continente, es decir que los primeros inmigrantes que tuvo América eran asiáticos.

- ¿Cómo pasaron a ser nativos americanos?
- Esas comunidades que se asentaron y que llamamos nativos americanos en realidad lo son en las últimas generaciones, pero de origen son asiáticos. Por ejemplo, bolivianos o peruanos han tenido mucha menos mezcla que nosotros y como tenían poblaciones muchísimo más grandes, entonces el efecto de los europeos fue menor. Tienen rasgos asiáticos, el pelo muy negro, lacio, los ojos almendrados, todas características que los hacen más semejantes a los asiáticos que a los europeos. De esa manera, se puede entender cómo ese primer componente asiático nativo americano se fue diferenciando respecto de sus orígenes, de los asiáticos en su sentido estricto y, al ponerse en contacto hace sólo 520 o 540 años con los europeos, empieza una mezcla fundamentalmente entre las mujeres que estaban en América y los hombres que eran los conquistadores. Hay una matriz materna nativa americana importante y una paterna pobre desde el punto de vista de los marcadores maternos, pero muy alta desde los paternos. Es decir, según el cromosoma masculino tenemos en la población básicamente representada por la europea. Desde el punto de vista del ADN que se hereda por vía materna, el mitocondrial, tenés más del 50 por ciento de la población que es de origen nativo americano, o sea, tenemos una linda mezcla.

- ¿Existe la posibilidad de un lado paterno nativo y uno materno europeo?
- Todas las combinaciones pueden darse, pero si se lo analiza en un contexto general, tomando muchas muestras, se analiza cuál es la tendencia, la cual fue que los hombres originalmente aportaron la información masculina y las mujeres aportaron desde el lado americano la materna. Después eso se confirma con otro tipo de marcadores.

- ¿Entonces los nativo americanos descienden de los asiáticos?
- Sí, pero no es tan sencillo. Los asiáticos descienden de las poblaciones que habitaron y se diferenciaron en Medio Oriente y allí se dispersaron hacia Asia y hacia el oeste europeo, España, Portugal, Italia, pero todo ese núcleo surge de África. El origen último es África.

- ¿Además de Europa tenemos incidencia de otras regiones?
- A los 60 años de haberse metido en América, los europeos empezaron a traer esclavos negros que también se fueron combinando en menor grado de acuerdo a las áreas, en Argentina tenemos una representación baja. No obstante, hay marcadores característicos de africanos que se integraron al patrimonio genético argentino, mujeres en mayor medida ya que a los varones no los dejaban reproducirse, pero las africanas fueron objeto también de abusos dada su condición de esclavas. Esta situación es la misma en toda América, desde Canadá hasta Chile, todos los países se mezclaron. Somos un continente mestizo, el tema es que el origen de la población que tenemos es asiático y es la población que menor variabilidad genética tuvo. Entonces es la más débil desde el punto de vista de la respuesta antigénica, es decir que su sistema inmunológico es un poco más flojito, dado su origen, como fue migrando iba perdiendo información y esto se transforma en mayor susceptibilidad a patologías.

- ¿Qué implica esto?
- Los europeos, más que las armas y el genocidio, el efecto que tuvieron sobre las poblaciones nativas fue en su estructura patogénica. Ante una enfermedad traída por un europeo, el nativo americano no tenía la batería para defenderse. Se morían como moscas. En ese momento, se produce un bajón de la población que después retoma. ¿Por qué? Retoma con la hibridización, se empiezan a mezclar los componentes maternos nativos, esa información genética más bien pobre se enriquecía por la información europea de los varones y entonces los mestizos empiezan a tener mayor resistencia a nivel inmunológico. Por tanto, tenemos esta situación de mayor respuesta inmunológica, mayor posibilidad de subsistencia a lo largo del tiempo y se forma lo que sería esta sopa interétnica que es la población americana. Varía de acuerdo a los lugares. Por ejemplo, en las zonas tropicales hay mayor cantidad de población africana porque es donde se adecuaron mucho mejor. Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y, en menor grado, Venezuela, tienen un componente africano fuerte. Hay que pensar, además, que las poblaciones andinas, desde el principio, tenían un componente demográfico más grande que en nuestra zona. Lo que es ahora nuestro país, comparativamente, estaba mucho menos poblado, entonces había comunidades, es cierto, pero no eran de la magnitud que tenían en Perú, en Bolivia, en Mesoamérica, que eran millones. Acá había una población más baja, de lo que corresponde a nuestro territorio serían medio millón de habitantes aproximadamente al momento del contacto europeo. [...]

- ¿Qué sucede con esa idea de que venimos de los europeos?
- Nuestra población es claramente heterogénea y mestiza. El problema es que la clase dominante tuvo un origen esencialmente europeo, entonces dejó de visibilizar el componente originario, y eso se da desde la Independencia. Desde la Revolución de Mayo en adelante, la mayoría eran criollos europeos, es decir hijos de europeos nacidos fuera de su lugar de origen. El problema es que la dominación europea negó el componente nativo, se lo restringió y no se los integró como debería haber sido, como intentó en su momento Sarmiento, informar y educar a todo el mundo, acá se los fue dejando de lado. Las comunidades más pobres tienen un componente nativo americano más alto porque la clase dominante le dio más importancia a la historia europea y ahí está la diferencia. El único país que se salva de esto, más o menos, es Bolivia, donde un hombre de origen nativo (Evo Morales) se hace cargo del gobierno durante un tiempo considerable.

- El 56% de las y los argentinos, ¿descienden de pueblos originarios?
- No es que cada uno desciende, sino que hay rasgos de pueblos originarios. Más de la mitad de la población tiene linajes maternos característicos de los nativo americanos. Las mujeres tienen la misma información mitocondrial que su madre, que su abuela, que su bisabuela, que su tatarabuela y así. Y si tienen un cromosoma mitocondrial A, B, C o D entonces son de origen nativoamericano. Si un varón tuviera en el cromosoma Y, un marcador que se llama M3-Q3 podría suponer que pertenece a un linaje paterno nativo.

- ¿Hay pueblos originarios “puros”?
- En la Argentina no porque el grado de mestizaje es muy alto, incluso ese 100 por ciento nativo podría solamente detectarse en poblaciones aisladas, fuera del contacto con cualquier otra población, y eso solamente se da en el Amazonas, en nuestro país no.

- ¿De qué hipótesis partieron para la investigación?
- Por un lado, entender la estructura genética de la población de nuestro país para un estudio de tipo académico, pero además otro de aplicación práctica, porque necesitamos conocer esas características para hacer la evaluación estadística de los casos de interés judicial que estamos tratando.

- ¿Qué muestras utilizaron?
- Muestras biológicas, saliva o sangre. Es el material que recibimos, que después se anonimiza, es decir que se saca la posibilidad de identificarlo con nombre y apellido, y se lo toma como individuo N. Toda esa información, al interpretarla en forma conjunta, nos permite entender la estructura de la población y crear bases de datos de referencia como las que tenemos de cromosoma Y, de ADN mitocondrial y de marcadores autosómicos, las cuales están además disponibles desde nuestra facultad y en bases de datos mundiales.

- ¿Cuántas muestras fueron?
- Esta investigación la hicimos antes de 2004 y se publicó en 2005. En ese momento, habíamos analizado más de 12 mil muestras, de las cuales seleccionamos un grupo como representativas del total. Hoy, si pusiéramos los números, serían más de 20 mil porque lógicamente se incrementaron y tendríamos que volver a hacer una selección. Lo que pasa es que con el tiempo surgieron otros laboratorios que hicieron estudios parecidos y todos fueron coincidentes. Entonces, es como que todo se va reestructurando de manera cada vez más eficiente.

- ¿Continúan desarrollando esta investigación?
- Sí, seguimos porque se van abriendo nuevos aspectos. Trabajamos también con grupos nativo americanos y caracterizamos a los mapuches, a los mataco guaicurús, a los guaraníes, a los chiriguanos. Todos los grupos étnicos argentinos fueron estudiados por nuestro laboratorio y siempre van surgiendo nuevas áreas en las que podemos seguir avanzando. La investigación nunca se termina, siempre se van abriendo nuevos caminos.

- ¿Cualquier persona puede establecer su ancestralidad?
- Nosotros lo que hacemos es mucho más limitado. Si alguien quiere averiguarlo, debería realizarse un hisopado bucal y enviárselo a 23andMeK, que es una compañía estadounidense que hace un estudio que es realmente impresionante y bastante acertado. Se dedica a eso. También le va a decir si tiene predisposición para patologías, esa es la genética que se viene.

http://anccom.sociales.uba.ar/2021/07/01/el-problema-es-que-la-clase-dominante-tuvo-un-origen-esencialmente-europeo/

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Ni blancos ni de los barcos: los mitos de la Argentina racista

"Los indígenas no salimos de abajo de una piedra, de la selva, ni de alguna cordillera, estábamos acá hace miles de años con nuestras propias normativas, estructuras y conocimientos del mundo que habitamos. En este territorio éramos más de cinco millones, cuando llegaron de los barcos avasallando esta forma de vida", escribe el lonko mapuche Mauro Millán sobre la construcción del Estado Nacional en base a mitos y prejuicios.

Por Mauro Millán*

El Estado argentino se inauguró con normativas, estructuras, lenguaje, religión, ideologías traídas de Europa. Pero ese acto fundacional, incluyó una de las tragedias más dolorosas que se ha vivido en este territorio: cientos de miles de indígenas asesinados, desplazados, esclavizados, y despojados de su territorio ancestral. Y esa conformación no fue en un proceso de consenso entre pueblos indígenas y europeos nacidos acá. Por eso, decir que el Estado argentino es un país de consensos y acuerdos es acrecentar ese negacionismo impregnado de racismo y supremacismo.

El presidente Alberto Fernández dijo “Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos en los barcos de Europa” ¿Habrá expresado esto porque lo invade una profunda ignorancia de la historia de este continente o porque dejó fluir su pensamiento como una pieza más del colonialismo estructural?  Lo que sorprende es que el presidente sea tan sincero al momento de negarnos y negar nuestra existencia. Los indígenas no “salimos” de abajo de una piedra, de la selva, ni de alguna cordillera, estábamos acá hace miles de años con nuestras propias normativas, estructuras, lenguajes, espiritualidades y conocimientos del mundo que habitamos. En este territorio en particular éramos más de “cinco millones”, cuando llegaron “de los barcos” avasallando esta forma de vida.

Lo que subyace en esa frase no es un simple tema de discriminación, tampoco es una mera discusión mediática. Porque el problema no es que a nuestro territorio haya llegado gente europea, con distinto color de piel y con distintas identidades, lo terrible es que muchos trajeron una ideología de odio que aquí cultivaron; una ideología basada en la explotación, la invasión, la apropiación y el privilegio.

El presidente está expresando claramente su postura de sostener ese proyecto anhelado de argentinidad blanca; un proyecto inviable sin la violencia permanente hacia los pueblos indígenas que sobrevivimos y nos volvimos a levantar en nuestro territorio, como es la historia del Pueblo Mapuche.

Los dichos del presidente sinceran las intenciones de las políticas persecutorias  hacia nosotrxs y aclaran por qué no estamos en las agendas de la diplomacia política y sí en la agenda del sistema judicial o de seguridad. Y acá las tendencias no cuentan. Quienes expresan su postura hacia la derecha, centro o centro izquierda tienen la misma visión, la misma ideología negacionista.   

Estas expresiones racistas explican también por qué al Pueblo Mapuche Tehuelche se nos judicializa, por qué ese Estado “bajado de los barcos” nos persigue sistemáticamente hasta el grado de asesinarnos y por qué los asesinatos quedan impunes, como el de Rafael Nahuel. La frase de Alberto sentencia nuestras luchas por el territorio. Revela los fundamentos racistas con los que legitima el proceso de criminalización de quienes llevando adelante esas luchas y reivindicaciones de derechos.   

En su pedido de disculpas por twitter el presidente dice que a mediados del siglo XX llegaron más de cinco millones de inmigrantes de Europa y de otras partes del mundo como Asia o Medio Oriente. Dice que estos inmigrantes “convivieron” con “nuestros pueblos originarios”, incluso agrega que se “siente orgulloso de esa diversidad”. En primer lugar, los pueblos indígenas no somos propiedad de nadie. Hablar de “nuestros aborígenes”, “nuestros indígenas” o “nuestros pueblos originarios” implica una mirada paternalista, muy recurrente en los sectores progresistas de derechos humanos, de la que ya estamos más que hartos. Además, y en segundo lugar, a mediados del siglo XX no hubo tal “convivencia”. En las décadas del 20 al 50 hubo un proceso sistemático de desalojos masivos y muy violentos. Acabábamos de padecer el intento de exterminio y, sin embargo, estábamos remontando nuestras economías y fortaleciendo nuestra cultura ancestral. Entonces el Estado inicia una nueva oleada de desalojos. Para el Pueblo Mapuche Tehuelche esas décadas de “mediados del siglo XX” fueron nefastas, fueron años de mucha tristeza. Con la expansión de la ganadería y la llegada de inmigrantes el Estado legitimó masivas expulsiones de comunidades mapuches tehuelches y de otros pueblos originarios en el resto del país. En tercer lugar, “orgulloso” dice estar el presidente.

Evidentemente la desconstrucción del pensamiento colonial lejos está de quienes son mandatarios o quienes administran los destinos de este país. Sin embargo, tiene que haber un mensaje para el resto de los argentinos: la identidad como nación no fue consultada sino impuesta y el primer acto fundacional que tuvo el Estado argentino fue quedarse con nuestros territorios ancestrales. Pero la sociedad argentina tiene que saber que estamos y que existimos por más que nos nieguen.

Expresiones tan obtusas, miopes e ignorantes como la que crudamente expresó el presidente, ponen en evidencia que el Estado argentino está cada vez más conflictuado con la presencia de los pueblos que reivindican sus derechos fundamentales.

* Mauro Millán es lonko mapuche del Lof pillan mawiza, Chubut Puelmapu. 

https://cosecharoja.org/ni-blancos-ni-de-los-barcos-los-mitos-de-la-argentina-racista/