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13/5/19

Dossier Fábricas Recuperadas

¿Qué es una empresa recuperada?

La empresa recuperada es aquella que pasa a ser controlada y dirigida por sus trabajadores. Esto, para evitar la pérdida de los empleos ante la amenaza de la desaparición de la firma por malos resultados económicos u otros factores diversos. Este fenómeno suele denominarse también como “fábrica recuperada”, debido especialmente al origen industrial de este fenómeno.

Algunos ejemplos del nacimiento de las empresas recuperadas pueden situarse en la Italia de principios de siglo XX o en varios países de Sudamérica en los que esta práctica se convirtió en habitual a lo largo del siglo, en parte, gracias a sus problemas políticos y económicos.

Como se ha indicado, es frecuente que se dé el caso de recuperación de empresas en situaciones de riesgo económico como quiebras, abandonos por parte de los dueños o recesiones económicas.

Ante estas circunstancias, a menudo los trabajadores se hacen con la dirección de la empresa para evitar su cierre definitivo y la pérdida de sus puestos de trabajo. De este modo, se produce una autogestión con nuevas estructuras empresariales colectivas, generalmente, más democráticas e igualitarias, como es el caso de cooperativas.

Entornos diferentes para las empresas recuperadas

Existen diferentes entornos en los cuales se recuperan empresas, debido a que no siempre este proceso se desarrolla en un clima de concordia y diálogo y tienen lugar diferentes medidas de presión por parte de los trabajadores. Estaríamos, por lo tanto, hablando de huelgas, encierros y todo tipo de movilizaciones obreras.

En muchas ocasiones, suele cederse estas compañías a grupos de trabajadores para que se encarguen de la gestión y dirección, asumiendo estas funciones por sí mismos y prescindiendo de los cargos directivos anteriores para continuar con la vida de la empresa y desarrollar su actividad.

https://economipedia.com/definiciones/empresa-recuperada.html

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Una aproximación a las empresas recuperadas por sus trabajadores

Por Andrés Ruggeri

En la actualidad, las más de 300 empresas autogestionadas en el país ocupan a unos 13.500 trabajadores. En los últimos tres años, contrastando una vez más con la imagen de la desaparición o mera supervivencia de las ERT, los nuevos puestos de trabajo autogestionados suman casi 6.000, entre los nuevos casos y las incorporaciones de las más antiguas.

El 42% de las ERT pertenece a industrias metalúrgicas u otras manufacturas industriales, un 19% al ramo de la alimentación y un 22% a servicios no productivos, como salud, educación y hotelería. Agrupan además una mayoría de empresas categorizadas como pymes según el número de trabajadores, con un promedio de algo más de 30 miembros. Estas características permiten tipificar un perfil de trabajador en gran medida especializado, pero de poca capacidad de reinserción fuera de la industria en que desarrolló su vida laboral.

Por otra parte, las ERT se encuentran diseminadas en todo el país, y su distribución no es aleatoria, sino que tiene estrecha relación con la estructura económica de la Argentina y con los sectores más golpeados por la ofensiva neoliberal de los ’90. Esto se refleja en que casi un 50% de las ERT se agrupan en el área metropolitana de Buenos Aires, y la mayoría de las del interior en el área industrial de la provincia de Santa Fe. En la ciudad de Buenos Aires se ha pasado de 22 casos en 2004 a 39 en 2010 y 56 en 2013. Además del área metropolitana de Buenos Aires, hay casos en el resto de la provincia de Buenos Aires, y en Santa Fe, Córdoba, Chaco, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Jujuy, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, Río Negro, Neuquén, Chubut, La Pampa y Tierra del Fuego.

Sin embargo, hay ciertas características comunes que facilitan o perjudican el tipo de empresas que se convierten en recuperadas. Es difícil encontrar grandes establecimientos, tratándose en su mayoría de pequeñas y medianas empresas, con un promedio de entre 20 y 50 trabajadores. Las razones son bastante transparentes. Residen no sólo en la mayor dificultad de poner en marcha sin capital de trabajo grandes fábricas, cuyas necesidades de insumos, mantenimiento, distribución, comercialización y logística requieren sumas importantes de capital para arrancar la producción una vez que esta se ha paralizado, sino que además son negocios que los capitalistas y sus guardianes judiciales y políticos no dejan escapar tan fácilmente. En todo caso, la defensa de la propiedad privada se vuelve más laxa frente a empresas menores que en circunstancias de la lógica “normal” del mercado cerrarían o serían adquiridas a precio de chatarra por otros empresarios, pero se torna un campo de batalla decisivo si afecta a las grandes propiedades y grandes negocios. Se fue elaborando así un camino de procedimientos ad hoc que los trabajadores fueron conquistando a partir del ensayo y el error, hasta constituirse en la forma “regular” de formar una ERT. La precariedad jurídica sigue vigente, pero estas acciones han logrado constituir una suerte de corpus legal que asegura una relativa protección y, aunque no para todos –como pueden atestiguar los trabajadores del Hotel B.A.U.E.N.−, la tranquilidad necesaria para poder desarrollar la producción o la provisión de servicios.

Esto incluye la adopción de la forma de cooperativa de trabajo, la única que permite el desarrollo de prácticas verdaderamente colectivas, por lo menos en el marco de la legislación argentina. A pesar de que muchas veces la cooperativa de trabajo ha servido para amplias maniobras de fraude laboral, es la que se adapta mejor a la gestión colectiva, desde el momento en que su fundamental principio normativo es que solamente son asociados los trabajadores y no se permite que desempeñe rol laboral alguno quien no sea socio. Salvo excepciones muy puntuales, que generalmente son motivadas por normativas o condiciones muy particulares que las llevan a adoptar alguna otra forma jurídica (más que nada otro tipo de cooperativa) las ERT se han constituido de esta manera.

Uno de los problemas que ronda esta situación es el papel del Estado, que podría ser un factor de fundamental importancia para que estos problemas no se conviertan en obstáculos que pueden llevar al fracaso a la experiencia. Además de un sistema judicial hostil y un legislativo muy vulnerable a los cambios de humor de la “opinión pública”, el Poder Ejecutivo en sus distintos niveles no ha desarrollado hasta el momento más que instrumentos de ayuda parcial y de efectividad variable. Algunos subsidios llegan a las ERT y representan un apoyo importante, aunque no decisivo (a pesar de la opinión contraria que suelen tener los funcionarios que otorgan estos beneficios). Pero hasta el momento no hay una política pública definida ni consecuente con una concepción que fortalezca la autogestión de los trabajadores. Existe, en cambio, una carencia de marco jurídico que, por una parte, deja demasiadas cosas libradas a la interpretación de los jueces y, por la otra, coloca a las ERT en una situación de ilegalidad o precariedad. Coherentemente con esta situación, no hay programas de desarrollo ni de formación para los trabajadores que, partiendo de su realidad, les facilite herramientas para la gestión colectiva.

Aunque este panorama se muestra como bastante negativo, mucho peor fue el punto de inicio: empresas cerradas, trabajadores sin ingresos con los que alimentar a sus familias, instalaciones ruinosas, ausencia de capital, prescindencia del Estado, fraudes empresarios y otros elementos que condicionaron el comienzo de estas empresas. A pesar de todo esto, en los últimos cinco años, las ERT aumentaron su número y generaron más puestos de trabajo, emprendieron iniciativas solidarias, culturales y educativas y dieron trabajo y dignidad a sus integrantes. Las empresas recuperadas, entonces, existen, se desarrollan y se expanden, aunque no se las vea.

http://www.vocesenelfenix.com/content/una-aproximaci%C3%B3n-las-empresas-recuperadas-por-sus-trabajadores

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Crónica de una fábrica recuperada, Cristalux

La Cooperativa Cristal Avellaneda -conocida por su viejo nombre, Cristalux- funciona en Gerli y se dedica a la producción de vajillas y envases de vidrio. Llegó a darle empleo a más de 2.000 trabajadores en su momento de esplendor, pero las políticas neoliberales la llevaron a la quiebra dejando cientos de desempleados. Desde el 2002, la planta fue recuperada por sus trabajadores en forma de cooperativa de trabajo. A continuación, el relato en primera persona de un ex trabajador de la fábrica que vivenció las etapas mencionadas.

La calidad. Factor fundamental en Cooperativa Cristal Avellaneda, actualmente.

“Aproximadamente desde el año ’91, se venía echando gente lentamente. Bueno, no fui la excepción, me tocó a mí también”, comienza diciendo Carlos; quien comenzó su trabajo en Cristalux en 1984, con 20 años. Pasó por varios roles, pero era capataz en el momento en que el telegrama de despido llegó a su casa a fines de 1993, tal como ocurrió con el resto de los trabajadores.

Según relata en los 90 comenzó el proceso de vaciamiento que se vivía en la fábrica, el cual se condecía con el momento político y económico que atravesaba nuestro país.

En los ’70, la fábrica llegó a emplear a unos 2.000 obreros. Pero llegados los ’90, la cifra se redujo a la mitad por la implementación de nuevas maquinarias: “Con 1000 personas la fábrica rendía realmente a pleno. Funcionando al máximo y con buenos niveles de eficiencia”, dice Carlos, y agrega: “Lo que se percibía era una política de desinversión. Lo que se rompía no se mandaba a arreglar o se arreglaba en muy mala calidad, se terciarizaban trabajos -es decir, que trabajos que se podían hacer en la fábrica se mandaban a contratistas que estaban vinculados con la empresa. Era un negociado para no pagar horas extra al personal-. Se había dado la dualidad, de que los depósitos comenzaron a ser utilizados para traer mercadería de importación de la que había sido la competencia de platos y vasos en Brasil”.

El empeoramiento de las condiciones de trabajo, los pagos de salarios, los arreglos eran precarios e incluso la empresa pasó a manos de otra dueño. En 1999 un grupo de trabajadores quiso formar una cooperativa, pero se los presionó para que abandonen la empresa. Carlos cuenta que “muchos llegaron a cortar la Avenida Pavón. De ahí nos quedó una anécdota, en ese momento se llamó a una persona que trabajaba en el diario Clarín para que manden un móvil, pero la respuesta fue ‘no vamos a mandar a nadie, no pasamos este tipo de reclamos sociales’. Al año siguiente se llegó a la convocatoria de acreedores, se declaró la quiebra y la fábrica cerró”. Cabe destacar, que si bien el sindicato históricamente había sido muy combativo –incluso con la dictadura, lo que le costó secuestros de algunos dirigentes-, en la década neoliberal llegó a pactar con la patronal; tal como ocurrió en numerosos casos.

Cristalux en Crisis Neoliberal.

Durante el proceso judicial, entre 2001 y 2002, la planta estaba custodiada por la Justicia y por una empresa de seguridad privada. “A unos compañeros les dijeron ‘che, vi que están trabajando en la fábrica’, ‘no, ¿cómo van a estar trabajando?’, ‘si, si a la noche salen camiones’. Ahí se avivaron que los camiones que estaban saliendo a la noche estaban vaciando la fábrica para que pierda su valor. Entonces, cuando fuera a remate iba a tener un casco vacío y cada uno de nosotros iba a cobrar 0 pesos con cincuenta. Además, según la Ley de Quiebras de ese momento, primero cobraban los bancos, después los grandes acreedores, las empresas de servicios, y por último los trabajadores. Digo esto porque la ley fue modificada por un proyecto de Néstor Kirchner en el 2008, y gracias a eso cobran primero los trabajadores en el caso de remate”.

El ex trabajador de Cristalux contó que le debían $30.000 que, gracias a la Ley de Convertibilidad, serían US$30.000. Y agregó: “te proponían un negocio en el que te pagarían en cuotas si presentabas el telegrama de renuncia. Muchos compañeros accedieron; les daban unos pesos, mandaban el telegrama, la segunda vez les pagaban un poco menos, y después no les pagaron más. Yo fui por el camino del juicio, pero no pude cobrar nada. Por mucho tiempo me costaba pasar por el frente de la fábrica, evitaba pasar en el auto, cuando iba en tren le daba la espalda a la estación de Gerli… Muchos de quienes quedaron desempleados fueron remiseros, albañiles, desocupados y con planes, yo, por lo que había estudiado en mi carrera en historia estaba seguro de que el modelo industrial en la Argentina no existía más, por lo cual, retomé el profesorado. Hasta que me recibí en el ’99 hice changas –aunque mayormente como pintor- incluso hice de mozo, ja”.

“En el 2002, cuando empezaron con la cooperativa, fui a apoyar porque me parecía una causa noble. Se instalaron en la puerta. En un momento se abrió la puerta, salió el camión y se llevó puesto el campamento precario que estaba instalado. Meses después, la justicia permitió el ingreso a la fábrica. Fue una salida en el gobierno de Duhalde para demostrar que los trabajadores podían hacer algo, pero que seguramente se iban a cansar y dejar. Incluso desde el sindicato hicieron lo posible para que no podamos seguir y trataron de ‘rosquear’ con gente de adentro para que las cosas no salgan. Costó mucho, los compañeros venían colados en los trenes, se comía lo que les sobraba a negocios de la zona, ya sean almacenes o verdulerías. Había que reconstruir todo: cables, cables de alta tensión, motores. Recuperamos mercadería y cosas que estaban tiradas para venderlas. La chatarra que había, nos dimos cuenta, podía ser utilizada en el momento.”

El regreso de DURAX

No habían posibilidades de producir por falta de gas para los hornos y energía eléctrica para los equipos; “la fábrica estaba destruida, devastada. Lo único que se pudo hacer fue un pequeño horno de fabricación manual con los rezagos de otro horno que estaba roto. Fue romper a mazasos limpios 30.000 kilos de vidrio -lo cual tomó varios días-, vender el vidrio, usar las paredes de ese horno para armar otro –ya que son ladrillos importados, muy caros-. Hicimos un pequeño horno artesanal y luego otro horno un poco más grande, de 20 toneladas. Después logramos que Metrogas habilite el gas de una manera bastante ‘especial’, y logramos la luz que fue gracias a la colaboración de algunos vecinos que permitieron un enganche hasta que la cooperativa estuvo en condiciones de pagarla, tal como pasó con los proveedores, quienes confiaron que íbamos a pagarles y nos ayudaron.

Muchos venían colgados en el tren, caminando o en colectivo, pero sin ver ganancia alguna durante un año. En un momento se salió del paso con la fabricación de copas, vasos y platos. Pero más tarde se pudo volver a la producción del DURAX (la marca registrada de Cristalux) con moldes que habían quedado en la basura, y con un color bastante particular que tuvo gran impacto en el mercado: el celeste.

“En el 2008 la cooperativa sufrió una grave crisis: Metrogas cortó su servicio porque las conexiones eran obsoletas. Cristalux nunca había presentado los planos, tenía ‘chupadas clandestinas’ de gas y nunca la demandaron, pero sí lo hicieron con la cooperativa. No había dinero para pagar el gas y se buscó alguna ayuda gubernamental.

Finalmente llegó el Dr. Moreno -Secretario de Comercio Interior-, visitó la fábrica a fines de 2008 y nos dijo que el Estado iba a facilitarnos un préstamo y que vendría alguien pago por el Estado a reorganizar la planta para mejorar la producción y poder obtener ganancias. También se debieron cambiar las conexiones de gas por unas modernas, lo que permitió ahorrar un 80% en los costos. Moreno hizo hincapié en que todo lo que se trabajaba tenía que ser en blanco, de forma que también el Estado tenga una retribución y que se blanquee la economía. Los más perjudicados en esto fueron los intermediarios, que eran quienes hacían las diferencias. Con esta política, la cooperativa pudo comprar materias primas sin intermediarios al igual que insertarse directamente en el mercado, aumentando un 30% la ganancia.”

Hoy en día, en la planta hay casi 300 obreros de diversas edades y realidades sociales. Muchos conocieron aquella enorme fábrica en su tiempo de esplendor, otros cuando comenzó la caída libre, otros pasaron días de hambre o de juntar objetos para vender cuando inició la cooperativa; pero lo que cabe destacar es la perseverancia ante las problemáticas internas y externas, lo cual les permitió recuperar su fuente de trabajo tanto para ellos, como para sus hijos y el resto de la comunidad, en un marco de promoción de la industria nacional.

Publicado el septiembre 13, 2013

https://historiascallejerasblog.wordpress.com/2013/09/13/cronica-de-una-fabrica-recuperada-cristalux/

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Un laboratorio de autogestión obrera

“Estamos escribiendo parte de la historia del movimiento obrero”, dice uno de los referentes de FaSinPat, que hoy emplea a 450 obreros y produce 300 mil metros cuadrados de cerámicos al mes.

Por Adriana Meyer

Dicen que les cambió la vida, que los diez años de trabajo sin patrón en Zanon les devolvieron libertad y dignidad. Atrás quedaron las dobles jornadas, cada uno aislado en su línea y presionado por el supervisor, la permanente amenaza del despido. El 30 de septiembre de 2001 parecía que la amenaza patronal de apagar los hornos se iba a concretar. Esa noche, los delegados se quedaron en la fábrica y el 1º de octubre impidieron el ingreso a los gerentes. La planta fue ocupada por sus trabajadores, que se apropiaron de los medios de producción, hasta entonces propiedad de un empresario italiano que planeaba vaciarla. Tomando cada decisión en asamblea, tendiendo puentes con los neuquinos y solidarizándose con cada conflicto, con una estrategia jurídica y la disposición de enfrentar cada orden de desalojo, los obreros y obreras hicieron de Zanon algo más que una empresa recuperada, la convirtieron en un laboratorio de autogestión y la pusieron al servicio de su comunidad.

Los 70 mil metros cuadrados de la fábrica de cerámicos están sobre la ruta 7, entre Neuquén y Centenario. Tras la reja viene el playón que mide casi como una cancha de fútbol. Las visitas guiadas son constantes: pueden ser jardines de infantes, delegados gremiales o documentalistas de cualquier parte del mundo, que circulan entre el polvillo de la arcilla, el calor de los siete hornos, los olores de los esmaltes y el ruido de las líneas de producción. La vida cotidiana en Zanon también consiste en parar para hacer una asamblea y decidir cómo posicionarse ante la detención del dirigente ferroviario Rubén “Pollo” Sobrero, como pasó la semana pasada.

La mayor planta de porcelanato de América latina tenía en 2001 unos 240 operarios, que ganaban 800 pesos. Hoy, convertidos en la cooperativa FaSinPat (Fábrica Sin Patrón) son 450 y ganan 4500 pesos cada uno. Producen 300 mil metros cuadrados de cerámicos por mes, venden 270 mil a 20 pesos el metro, y el resto lo destinan a obras solidarias. En Neuquén, dos de las otras tres fábricas de cerámicos, Stefani y Del Valle, están autogestionadas.

En las últimas elecciones la comunidad neuquina eligió como diputados a dos de sus históricos referentes, Raúl Godoy y Alejandro López, por el Frente de Izquierda. “Estos diez años significan una evolución del nivel de conciencia de cada uno de los que formamos la autogestión obrera, al principio peleamos por los puestos de trabajo, pero fuimos aprendiendo solidaridad de clase, conocimos a las Madres”, dijo López a Página/12. “Estamos escribiendo parte de la historia del movimiento obrero, demostrando la potencialidad de la clase obrera organizada. Zanon no sólo produce cerámicos, es una referencia internacional, nos ha dignificado la vida, nos transformamos en personas críticas”, agrega.

Recuperar el sindicato

El empresario italiano Luigi Zanon tenía 28 años cuando llegó al país para instalar el Italpark. En 1979 fundó Zanon sobre terrenos públicos y con capitales de los gobiernos provincial y nacional que nunca devolvió. En la ceremonia inaugural, don Luigi felicitó al gobierno militar por “mantener la Argentina segura para las inversiones”. Junto a su hijo Luis, el empresario nativo de Padua siguió recibiendo subsidios en democracia, sobre todo en los gobiernos de Carlos Menem y Jorge Sobisch. Su plan era fabricar sólo porcelanato, lo cual significaba unos 300 despidos.

“Organizamos un campeonato de fútbol que duró un año, era el momento para discutir propuestas porque se venían ataques de la patronal. Pero primero había que ganar la interna, y luego sacar a la burocracia del sindicato ceramista”, cuenta Juan Orellana, ex obrero de Zanon. La empresa empezó a atrasarse con los sueldos y los aportes, y así vinieron las primeras huelgas, algún piquete para que no saliera la producción. “Se decidía en asamblea, los compañeros votaban esas medidas, los delegados se elegían a mano alzada mirándonos las caras. Fue una gimnasia de organización que nos marcó a fuego, el hecho de reconocerte como compañero de clase, que era un discurso que no manejábamos, reconocer a la burocracia sindical y al Ministerio de Trabajo, que jugaba para la patronal. Godoy era el único que tenía militancia en la izquierda, y sin embargo estuvo cuatro años con bajo perfil. Sin esa experiencia inicial no hubiésemos conseguido llegar a un plan para la toma y el control obrero. Nos conocimos entre nosotros y nacimos a otro mundo”, dice Orellana.

Con la nueva comisión interna frenaron los despidos. El primer pacto fue la unidad entre efectivos y contratados. Entonces la empresa presentó un recurso preventivo de crisis en el Ministerio de Trabajo de la Nación, una artimaña ideada por el ex ministro Domingo Cavallo para despedir más personal que lo permitido y cambiar los convenios. En ese momento entraron en juego los abogados Mariano Pedrero, Ivana Dal Bianco, Polo Denaday y Myriam Bregman, para quien participar de la experiencia de Zanon significa “retomar la tradición de aquellos abogados que en los ’60 y ’70 defendían presos políticos y acompañaban a los obreros en sus tomas de fábricas”.

Dispuestos a todo

En medio de esa ofensiva empresaria, en julio de 2000, murió Daniel Ferrás y la situación estalló. “No teníamos médico ni ambulancia, la empresa no daba atención médica en una fábrica muy peligrosa, donde había un muerto por año. El eje cambió, hicimos una huelga de nueve días con la consigna ‘ni un muerto más’”, cuenta Orellana. Decidieron convocar a todas las organizaciones de Neuquén, a la CTA, a los docentes y a los estatales. “La empresa hacía ofertas y en medio de esa confusión Godoy propuso que resistiéramos un día más, lo que significaba violar la conciliación obligatoria, el cuco con el que te dicen que estás fuera de la ley. Y ganamos todo, el preventivo de crisis se cayó solo, hicimos público que Zanon sacaba 30 camiones por día y nunca mostró sus libros para demostrar la supuesta crisis, la burocracia no tenía representatividad, y la empresa puso medidas de seguridad”, recuerda.

Para ganar el sindicato sortearon sucesivas maniobras y luego de dar vuelta una asamblea en la que se eligió a la junta electoral tuvieron que firmar y sellar cada boleta. “Cortar el puente o la ruta y abrir el conflicto más allá del portón era hacer política, lo mismo que plasmar en los estatutos del nuevo sindicato que los dirigentes tienen que volver a su puesto de trabajo, que no pueden renovar más de dos veces, que se puede revocar su mandato por el voto directo de la asamblea”, dice. Fracasado su proyecto del porcelanato, los Zanon ya se disponían al vaciamiento: dejaron de pagar los servicios y a los proveedores.

La empresa había amenazado con apagar los hornos, lo que significaba parar la producción. Y, para que no sucediera, el 1º de octubre los gerentes no pudieron entrar. Aparecieron las órdenes de desalojo por usurpación de la planta, y los despidos masivos, a lo que respondieron quemando los telegramas frente a la Casa de Gobierno. Ese día fueron reprimidos y 20 terminaron presos. Los abogados denunciaron a Zanon por haber provocado un lock out (paro patronal), y la Justicia les dio la razón, además de incautar el 40 por ciento del stock para pagar salarios. Fue la primera victoria de una larga batalla judicial que aún no termina. Los trabajadores vendieron los cerámicos y acamparon frente a la fábrica.

Había que poner a producir ese “monstruo”, como le dicen. Mientras un ceramista gasista reconectaba el suministro, la Universidad del Comahue los ayudaba a planificar. Los Zanon habían espantado a los clientes, presionado a los proveedores y pagado para que nadie pudiera explotar las canteras, pero los obreros consiguieron arcilla en la comunidad mapuche. “Surgió el liderazgo de Manotas, un compañero que era supervisor pero se plegó a nuestra lucha, y gracias a las Madres pudimos comercializar en blanco”, describe Orellana. Los primeros nuevos puestos de trabajo fueron para las organizaciones de desocupados con los que habían cortado rutas.

El 8 de abril de 2003 la Gendarmería tenía orden de disolver la toma. Afuera estaban los grupos sociales, sindicales, educativos que los apoyaban, incluidos once curas, pero del portón para adentro estaban dispuestos a no ser desalojados. Perfeccionaron las guardias obreras que habían creado para cuidar las máquinas y las instalaciones. Se apostaron en los techos, acumularon bolones de cerámica, gomeras y barricadas, tachos con agua para neutralizar el efecto de los gases, baldes con ácido. Hubiera sido una masacre, tal como quedó plasmado luego en el informe policial. Con el apoyo externo, en el que fue clave el paro de la CTA provincial, los obreros de Zanon demostraron que tenían la hegemonía en la población. La orden se suspendió, y los bolones blancos circularon entre la gente como souvenirs.

En diez años enfrentaron cinco órdenes de desalojo similares, además de haber sufrido persecuciones judiciales, amenazas, y aprietes a familiares. Pero Godoy, López, Chaplin, Cepillo, Chiquito, Paco, Ramírez, Esparza y varios más tuvieron la solidaridad de León Gieco, Naomi Klein, Osvaldo Bayer y una larga lista de personalidades y organizaciones. Para seguir produciendo tuvieron que pagar una deuda de los Zanon por un millón y medio de pesos. Aceptaron formar una cooperativa, cuyos plazos siempre los dejaban en peligro de ser rematados o de quedar expuestos a la ferocidad del mercado, por lo cual insistieron con la expropiación y estatización. Hace dos años, con movilizaciones, acampes frente al Congreso y recolección de firmas, consiguieron por ley la expropiación. En 2005 FaSinPat votó a favor de construir una clínica de salud comunitaria en un barrio pobre de Nueva España. Sus habitantes la habían reclamado al gobierno provincial durante 20 años, los ceramistas la construyeron en tres meses.

https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-178100-2011-10-03.html

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Ocupar, producir, resistir

Tras un proceso de quiebra fraudulenta, un grupo de trabajadorxs se hizo cargo de la producción de una las imprentas más grandes del país. Con tenacidad, coherencia y convicción, MadyGraf fue convirtiéndose, en estos últimos cinco años, en un faro de todas las luchas de la clase obrera argentina.

Llegar en hora pico a Panamericana y 197 es cómo llegar al epicentro del caos. Mientras la gente brota de cada colectivo, los autos y camiones se cruzan febrilmente por doquier. Todo el mundo camina a paso nervioso, pero decidido. No es para menos. Estamos en uno de los puntos neurálgicos de la Zona Norte del Gran Buenos Aires.

El escenario es levemente similar a izquierda y derecha. Enormes carteles publicitarios se intercalan con galpones, playas de estacionamientos y paredes con ladrillos a la vista. Las fábricas y distribuidoras que se multiplican a cada lado de la autopista, nos confirman que estamos en el corredor fabril más importante de país.

A mano derecha, sobre el kilómetro 36 del ramal Escobar, se encuentra la Ford. Un cartel, ubicado sobre la subida a la autopista, nos recuerda que fue uno de los 610 Centros Clandestinos de Detención que funcionaron durante la Última Dictadura. Al otro lado de la ruta, en un edificio un poco más pequeño, se encuentra la ex-Donnelley.

– Yo fui uno de los 30 compañeros que ingresó cuando tomamos la fábrica – nos comenta con orgullo el Chelo cuando nos recibe en la mesa de entradas y nos advierte – Van a tener que esperar. La mayoría de los compañeros están en asamblea.

Mientras aguardamos, una escultura nos llama poderosamente la atención. Es un torso humano, realizado con fierros. Lleva puesto una camisa de Grafa con las siglas del Sindicato Ceramista de Neuquén. Cuando le preguntamos sobre el origen de la escultura, el Chelo confirma nuestra sospecha.

– Sí, es un regalo de los obreros de Zanón – nos responde, haciendo referencia a FaSinPat, la emblemática fábrica recuperada por sus trabajadorxs.

Estamos a más de mil kilómetros de distancia. Pero ese gran capítulo historia de la clase trabajadora, encuentra un eco sobre el ramal Escobar de la Autopista Panamericana.

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Junto a la mesa de entradas, un pasillo conecta todos los sectores de la fábrica. La primer puerta, a la derecha, está repleta de cartulinas y afiches. Detrás de los vidrios, un grupo de niñxs juegan con temperas y lápices de colores. Un cartel nos indica que estamos frente a la Juegoteca.

Pasando los molinetes, a mano izquierda, se encuentra la enfermería. Más adelante, están los distintos talleres. A primera vista, sorprende el tamaño de las maquinarias: son auténticos mastodontes, que trabajan teñidos por la luz de los tubos fluorescentes. A medio camino entre las oficinas y los galpones del fondo, nos cruzamos con Facundo.

– ¿Cómo están? – nos saluda – Nosotros recién terminamos una asamblea.

A medida que avanzamos por el pasillo, la generosa palabra de Facundo se desenvuelve.

– ¿Hace cuánto trabajas acá? – consultamos.
– Yo entré en el 2000 – nos comenta después de pensarlo un momento – Hace 19 años.

Facundo será importante para nosotrxs, ya que nos acompañará en nuestra primera recorrida por la planta. También, porque nos brindará un contexto para comprender lo que nuestros entrevistados nos contarán. Pero, por sobre todas las cosas, porque nos explicará porqué MadyGraf se llama MadyGraf.

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Sentado junto a una de las impresoras, Martín habla con voz pausada pero firme.

– La primer máquina en la que trabajé fue la 301 – recuerda – A la semana siguiente, me mandaron a otra que ahora ya no está más, la 600. Después, fui rotando por distintos lugares hasta que quede en la 303.

Los mates van y vienen, mientras nos cuenta su historia dentro de Donnelley.

– Yo entré a la fábrica en el 2007 – puntualiza – Primero, estuve dos meses por agencia y después me efectivizaron.

Cada tanto, alguien se acerca a saludarlo, intercambia unas palabras y continúa su relato.

– ¿Cómo era la gestión de la empresa en esa época?
– Había un régimen de miedo – resume – Imaginate: yo era un pibe. A mí, ni mi viejo me cagaba a pedos y acá te maltrataban. Te decían que los fines eran optativos, pero al final terminabas laburando los sábados, domingos y feriados, 12 horas de corrido, de lunes a lunes. Los únicos días que teníamos franco, eran los 25 y 31 de diciembre.

– Si tuvieras que marcar un punto de inflexión, ¿cuándo sería?
– Para mí, fue cuando se votó no venir a trabajar el 1 ° de mayo de 2005 – opina – Ahí se genera una especie de conciencia y se empezó a organizar la comisión interna. Para el 2010, empezamos a parar por las paritarias. El sindicato pidió un 25%. Nosotros cerramos en un 35 %, afuera del piso que pidió la Federación Gráfica.

Pero esta victoria parcial tuvo sus contramarchas.

– En el 2011 me despiden junto a 20 compañeros – continúa Martín – Entonces, votamos un plan de lucha, cortamos la Panamericana y paramos la fábrica. Fueron dos semanas en los que la empresa me llamaba para arreglar la indemnización, pero decía que no. De los todos los despedidos, 8 arreglaron y 11 quedamos adentro. ¿Qué hace la empresa? A la semana siguiente echan a todos los supervisores. Pero nosotros ya habíamos ganado una lucha.

– ¿Y luego qué pasó?
– En el 2013, llegó un gerente de producción nuevo. El tipo tenía fama de cerrar fábricas en Brasil. Y vino junto con otro gerente que había pasado por Kraft. Entre los dos, planearon el vaciamiento de la fábrica. Con el paso del tiempo, empezaron a dejar caer las máquinas. Comenzó a haber persecución. Cuando llegabas con el auto te lo querían revisar, no te querían dejar entrar con las mochilas, nos controlaban los horarios de las comidas.

Esta persecución a cuentagotas, tuvo un nuevo punto de quiebre.

– En el 2014 entra un gerente nuevo y en la primera reunión, nos dice: “tenemos que bajar la nómina del personal”. Siempre se quejaban de que los números estaban en rojo. Entonces, le preguntamos: ¿por qué vos, que como gerente general cobras 140 lucas, no te bajas el sueldo antes de despedir gente?

La respuesta que dieron terminó de trazar el camino a seguir. “No vamos a aceptar los despidos – dijeron – Detrás de cada trabajador hay una familia”. Y con esta frase, marcaron el objetivo que perseguían. Pero también, dejaron en claro que sus familias eran la fuerza oculta que los sostenía.

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El camino que llevó a Javier Antivero a interiorizarse en el mundo de las empresas recuperadas fue largo. Pero, sin lugar a dudas, su recorrido laboral y formativo tuvo mucho que ver.

– Hubieron dos experiencias clave – recuerda hoy a sus 47 años – la primera de ellas, fue mi primer trabajo en Polimec, una empresa metalúrgica autopartista de Quilmes. Esa fábrica posteriormente fue recuperada y en la actualidad se llama Cooperativa Felipe Vallese. La segunda, tiene que ver con que, en paralelo, había comenzado mis estudios en la Facultad de Ciencias Sociales en la UBA.

Javier es coordinador del Programa Facultad Abierta de la UBA. Este proyecto sostiene un Centro de Documentación, que funciona en las instalaciones de la Cooperativa de Artes Gráficas Chilavert. Y además, realiza desde el año 2002, el Informe de la Situación de las Empresas Recuperadas por sus Trabajadores (ERT). Allí, no sólo aportan estadísticas, sino que además realizan un diagnóstico de las problemáticas que atraviesan al sector.

Gracias a este trabajo, sabemos que en la Argentina hay Empresas Recuperadas en por lo menos 20 provincias. Aproximadamente un 50% del total, se encuentran en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Metalúrgica (16,93%), Alimentación (13,54%), Gráfica (10,68%), Textil (9,11%), Gastronomía (6,25%) y la Industria de la Carne (5,73%), son los principales rubros.

– Si bien el fenómeno de las empresas recuperadas se encuentra en otras partes del mundo – reflexiona Javier – Es en nuestro país donde este tipo de experiencia se encuentran más desarrolladas.

– ¿Qué elementos novedosos aporta la experiencia argentina?
– Yo creo que, entre otras cosas, podemos encontrar a la solidaridad, la autogestión y la defensa de los puestos de trabajo como factores comunes.

Según el VI Informe, en la actualidad hay más de 15 mil trabajadores bajo esta modalidad. Trabajadores que, con su ejemplo, nos demuestran que las cosas se pueden realizar de otra manera.

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“Estimados colaboradores – decía el comunicado que la Donnelley dejó en la puerta de la planta el 11 de agosto de 2014 – Lamentamos profundamente tener que comunicarles que, afrontados a una crisis insuperable, […] estamos cerrando nuestras operaciones en Argentina y solicitando la quiebra de la empresa, luego de 22 años de actividad en el país”.

Lentamente, los trabajadores llegaron al predio. Una de las cosas que más les llamó la atención, fue cómo terminaba el comunicado: “Deploramos las dificultades que esta decisión le causará. Para mayor información – concluía el texto – puede llamar al siguiente teléfono: 0800-345-1442″.

Estaban asombrados, pero no derrotados. Traían consigo años de maltrato empresarial, pero también una estrategia para enfrentar a la patronal. Reunidos en asamblea, decidieron cortar la Panamericana para visibilizar el conflicto y llamar a los medios. Mientras tanto, las horas transcurrían envueltas en una tensa calma.

– Adentro, la empresa puso a tres guardias de seguridad privada – recuerda el Chelo – Pero afuera éramos 300 compañeros.

Las horas transcurrían, envueltas de un halo de incertidumbre, hasta que un grupo de trabajadores ingresó a la fábrica. Ya habían esperado demasiado, había llegado el momento de actuar.

– Los que estaban afuera no nos esperaban. Nosotros podíamos verlos desde adentro, pero como es un vidrio espejado – dice, señalando la puerta de ingreso – Ellos no podían vernos a nosotros.

De repente, la cara de Chelo se ilumina por completo.

– Cuando abrimos la puerta y nos encontramos, fue una fiesta – dice con emoción – Algunos compañeros todavía guardan las imágenes de ese día.

Aquel 11 de agosto de 2014 sería imborrable para todxs ellxs. Aquel día resolvieron tomar la fábrica. Tres verbos (ocupar, producir, resistir), cambiarían sus vidas para siempre.

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30 de septiembre de 2001. Ruta Nacional N ° 7, a la altura del Parque Industrial de Neuquén. Un grupo de trabajadores ocupa la fábrica en la que trabajan. Bajo ningún concepto, este acontecimiento es un hecho fortuito. Fue, más bien, el resultado de una madurez política de años de organización y resistencia, que llevó a la ex Cerámica Zanón, a estar bajo control obrero en 2002.

– Si bien cada caso es muy heterogéneo – reflexiona Javier – el objetivo que persiguen los trabajadores es la defensa de los puestos de trabajo frente a la desocupación. Después el desarrollo de cada proceso de recuperación dependerá del contexto.

– A grandes rasgos, ¿en qué se diferencia una empresa recuperada de una tradicional?
– Una de las diferencias más importantes, se relaciona con la toma de decisiones. En una empresa recuperada, las decisiones más importantes se toman en asamblea. Esto implica que cada trabajador tiene voz y voto, tanto para mocionar propuestas, como para votar las presentadas por sus compañeros. Además, generalmente, los trabajadores recuperan sus empresas después de un proceso de vaciamiento que no las deja en óptimas condiciones para la producción. Por ese motivo, son puestas en marcha con mucho esfuerzo, bajo la premisa de no explotar el trabajo de otros.

– En cuanto a su organización interna, ¿qué características tienen?
– La mayoría de las empresas recuperadas adoptan la figura legal de cooperativas de trabajo, ya que esta es la que les otorga mayores garantías para su funcionamiento. La distribución de los excedentes que genera la cooperativa, se realiza a través de los retiros, lo que podría ser el equivalente a los salarios. Estos se basan en criterios equitativos que establecen los propios trabajadores.

Pero esta diferencia, no se resume a una cuestión meramente organizativa. Este tipo de experiencias, responden a un proyecto social alternativo.

– Hay muchas empresas recuperadas de “puertas abiertas”, que mantienen un fuerte compromiso social con el barrio y distintas organizaciones sociales. En ellas se pueden encontrar bachilleratos populares, centros culturales y otras actividades solidarias y de vínculo con la comunidad.

El Hotel BAUEN, IMPA, Cristalux, Artes Gráficas Chilavert. La historia reciente es fértil en términos de lucha y resistencia.

– ¿Qué similitudes tuvo el proceso de recuperación de MadyGraf, con respecto a otros casos, como el de Zanón por ejemplo?
– En ambos casos lxs trabajadorxs llevaron adelante un arduo proceso de lucha, con cortes de ruta, manifestaciones, enfrentamientos con la Policía y la Gendarmería. Además, contaron con un fuerte apoyo de artistas, académicos, organizaciones sociales, partidos políticos de izquierda y otras empresas recuperadas.

La ley de expropiación comenzó en agosto de 2014, con la presentación del proyecto original por parte del diputado provincial Christian Castillo (PTS-FIT). Pero, ante la falta de tratamiento en el Senado, fue propuesta nuevamente al año siguiente y aprobada por unanimidad en ambas cámaras en mayo del 2017. La Ley Provincial N ° 14929 le otorga las instalaciones, maquinarias, y herramientas a la Cooperativa MadyGraf.

“Este es el resultado de la lucha que venimos llevando los trabajadores en las calles y manteniendo la producción”, declaró al diario Página/12 Eduardo Ayala, uno de los trabajadores. Contradiciendo la lógica empresarial, que propone vaciamiento y desocupación, habían logrado dar vuelta la historia. “Supimos demostrar que no era necesaria la pérdida de ningún puesto de trabajo”.

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Siguiendo el ejemplo de FaSinPat, los trabajadores de MadyGraf comprendieron rápidamente la importancia de tejer lazos con la comunidad. Al igual que los ceramistas neuquinos, su objetivo de fondo es poner la fábrica al servicio de la sociedad y de las luchas de la clase trabajadora. Así fue que, reunidos en asamblea votaron regalar cuadernos a los estudiantes de escuelas públicas.

“Somos trabajadores que desde hace dos años sostenemos doscientos puestos de trabajo, luego de que la empresa se declarara en quiebra y cierre – resumieron en pocas palabras, detrás de cada tapa – Este cuaderno es solo una muestra de lo que podemos hacer […] Podemos imprimir manuales y materiales […] para que todos los chicos tengan acceso a los materiales necesarios para la lectura y el estudio”.

Desde entonces, cada Cuadernazo se transformó en un acto político. Como por ejemplo, el que realizaron el 20 de febrero de 2019 frente al Congreso Nacional. Tras haber cumplido todos los requisitos y ofertado el mejor precio, el Ministerio de Educación les negó arbitrariamente una licitación que habían ganado. La Policía los dispersó con gases lacrimógenos, corridas, golpes y empujones.

Las imágenes de la brutal represión recorrieron todo el país, en la pantalla de los principales noticieros. Esa tarde, fueron arrestadas cinco personas: tres obreros de MadyGraf y los periodistas Juan Pablo Barrientos y Bernardino Ávila. Este último había fotografiado, una semana atrás, a una anciana levantando una verdura del suelo, en una feria organizada por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Al igual que el Cuadernazo organizado por MadyGraf, aquella también había terminado en una represión salvaje.

Sin embargo, ellxs saben que la lucha no solo se da entre las cuatro paredes de la fábrica. La lucha también está en las calles. Por eso, no nos sorprende que en cada paro, huelga o movilización importante, puede verse flamear la bandera de MadyGraf. Conscientes que el ejemplo contagia y marca un camino a seguir, asumen compromiso y están siempre donde deben estar.

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– ¿Cómo están? – nos dice Laura con un sonrisa en el rostro y consulta – ¿Hace mucho que están esperando?

Luego, nos invita a pasar a la enfermería. Mientras nos acomodamos en una pequeña sala de estar que se encuentra antes de los consultorios, va hasta a una pequeña cocina, trae unas galletitas, mate y agua caliente.

– Yo me acerqué el 14 de agosto de 2014 con un grupo de médicos, técnicos y enfermeros – nos contesta, mientras recuerda cuando se acercó a MadyGraf – Para noviembre de ese año, la situación de stress era muy grande.

Como personal de la salud, es la primera vez que Laura se dedica a trabajar a tiempo completo afuera de un hospital. Pero si lo hizo, fue por compromiso político. Laura no duda en tomar un ejemplo reciente, para poner en perspectiva la importancia de lo ocurrido en MadyGraf.

– Hace poco cerraron tres plantas de la Donnelley en San Pablo, Brasil – nos comenta.

“Como en Argentina, Donnelley Brasil anuncia cierre con carteles en la puerta de sus fábricas”, reza el titular. La nota, publicada en La Izquierda Diario del 2 de abril del 2019, puntualiza: “Este lunes por la mañana, los trabajadores se encontraron con el anuncio del cierre de las 3 fábricas que la empresa tiene en Brasil […] Mediante un aviso en la puerta de entrada de las instalaciones”. La misma empresa, el mismo método.

– Si acá se pudo volver a producir, fue porque había una organización previa de los trabajadores – reflexiona y puntualiza – Había un cuerpo de delegados, una comisión interna combativa.

Esa misma organización fue la que impulsó la Comisión de Seguridad e Higiene, poniendo la vida y la salud de los obreros como prioridad.

– En ese momento, se organizaron charlas con los trabajadores sobre medidas de seguridad. Presentamos proyectos para mejorar las condiciones y se armó la comisión.

Esa comisión, independiente de la empresa, seguía el modelo de las antiguas comisiones de los setenta. Cuando la fábrica fue recuperada, el camino recorrido les permitió reducir la cantidad de accidentes laborales.

Pero además de realizar tareas dentro del sector de enfermería, Laura forma parte de la Comisión de Mujeres.

– La Comisión surge en 2011, cuando las compañeras de los trabajadores comenzaron a ver que la cosa se complicaba.

Tanto Facundo, como Laura y Martín, nos comentaron cómo se realizaban aquellas primeras reuniones. Imposibilitadas de ingresar al predio, por orden de la empresa, las mujeres se sumaban a las asambleas, alambrado mediante.

– Las mujeres veían que esa organización servía para defender derechos y ellas mismas comenzaron a pensar en cómo enfrentar los despidos, cómo hacer un fondo de huelga, en cómo sumar a otras mujeres.

Cuando la fábrica fue recuperada, las compañeras de muchos trabajadores se sumaron a la Cooperativa.

– En la actualidad, somos 40 compañeras, que nos sumamos en la cocina, la enfermería, el sector de encuadernación y la Juegoteca, que también es una conquista de la Comisión.

– ¿Cómo surgió la Juegoteca?
– Cuando se sumaron las primeras compañeras a la fábrica, se planteó que hacía falta un lugar para que nuestrxs hijxs estén cuidados. Así fue que, con la ayuda de una arquitecta solidaria y el apoyo de toda la fábrica, se pensó el espacio.

La Marea Verde y la Campaña Nacional por el Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, tuvieron su eco en MadyGraf. No sólo fue importante para el empoderamiento de las trabajadoras, sino también para repensar el rol de los varones, adentro y afuera de la fábrica.

– Nos fuimos ganando ese lugar, por peleas que dimos en lo personal, cada una de nosotras con nuestras parejas, con nuestros compañeros.

Esa toma de conciencia, no estuvo exento de avances y retrocesos, pero un camino comenzó.

– Los compañeros tenían muchos encontronazos con ellos mismos – reflexiona Laura – Se discutió el reparto de las tareas en casa. Y esto fue posible porque en el proceso adquirimos independencia en lo personal, al encontrarnos con otras.

Acordes con los vientos de cambio, esta lucha que hermana a la clase trabajadora, no sólo crece, sino que también se multiplica.

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– Hicimos un montón de cosas que una fábrica normal no hace – nos había dicho Martín con orgullo.

Festivales de rock, torneos de fútbol, peñas, charlas, visitas guiadas. MadyGraf es una propuesta cultural y política integral. Y todo esto es sostenido por sus trabajadorxs.

Encontramos, por ahí, un poema de la docente y escritora mendocina Nora Bruccoleri, dedicado a lxs trabajadorxs de MadyGraf.

Hay una hoz de papel inacabable
que esgrime lo decisivo
defendiendo a los trabajadores.
Papel que vibra
revolviendo truenos,
porque a cargo de tareas
despierta,
funciona,
levanta al porvenir. […]

Pensamos en las bobinas de papel que descansan en los galpones, mientras aguardan transformarse en manuales, folletos o afiches. Pensamos en los cuadernos de blancas hojas, que solidariamente son entregados a lxs estudiantes de escuelas públicas.

Pensamos: ¿cuántas historias tiene MadyGraf tiene por escribir? ¿Qué significa para sus trabajadorxs?

– Madygraf es mi casa – nos explicó Laura, cuándo le preguntamos qué significaba la Cooperativa en su vida – Acá siento que puedo aportar a que crezca la organización y la conciencia. Yo creo en la fuerza de la clase obrera. Y en ese sentido, MadyGraf para mi es el ejemplo de que nosotrxs podemos.

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Cae la noche sobre el conurbano y es momento de partir. Mientras esperamos el colectivo,revisamos nuestros apuntes. Fueron muchas horas, leyendo, escuchando y mirando todo lo que se desprende de esta historia. Han pasado cinco años, pero la energía que sostiene a esta fábrica no deja de sorprendernos.

Buscamos, entre lo recolectado, una historia que sintetice todo lo que han pasado. Que sintetice, en pocas palabras, la fuerza que lxs sostiene y lxs mantiene en pie. Recordamos una de nuestras primeras charlas con Facundo. Aquella breve historia, escuchada al pasar, fue el motivo que nos trajo hasta acá.

– ¿Por qué eligieron ese nombre? – consultamos.
– Hace un par de años, la hija de uno de nuestros delegados tuvo un accidente en una pileta. Los médicos no le habían dado un buen pronóstico.

Pero toda la fábrica acompañó a la familia en ese difícil momento. Por eso, muchxs aún recuerdan aquella votación. La elección del nombre fue votada por unanimidad.

– Por eso nos llamamos MadyGraf – resume Facundo – Si Madeleine no se rindió, ¿por qué íbamos a rendirnos nosotrxs?

https://relatosdeperiferia.wordpress.com/2019/08/28/ocupar-producir-resistir/