13/5/19

Dossier Fábricas Recuperadas

¿Qué es una empresa recuperada?

La empresa recuperada es aquella que pasa a ser controlada y dirigida por sus trabajadores. Esto, para evitar la pérdida de los empleos ante la amenaza de la desaparición de la firma por malos resultados económicos u otros factores diversos. Este fenómeno suele denominarse también como “fábrica recuperada”, debido especialmente al origen industrial de este fenómeno.

Algunos ejemplos del nacimiento de las empresas recuperadas pueden situarse en la Italia de principios de siglo XX o en varios países de Sudamérica en los que esta práctica se convirtió en habitual a lo largo del siglo, en parte, gracias a sus problemas políticos y económicos.

Como se ha indicado, es frecuente que se dé el caso de recuperación de empresas en situaciones de riesgo económico como quiebras, abandonos por parte de los dueños o recesiones económicas.

Ante estas circunstancias, a menudo los trabajadores se hacen con la dirección de la empresa para evitar su cierre definitivo y la pérdida de sus puestos de trabajo. De este modo, se produce una autogestión con nuevas estructuras empresariales colectivas, generalmente, más democráticas e igualitarias, como es el caso de cooperativas.

Entornos diferentes para las empresas recuperadas

Existen diferentes entornos en los cuales se recuperan empresas, debido a que no siempre este proceso se desarrolla en un clima de concordia y diálogo y tienen lugar diferentes medidas de presión por parte de los trabajadores. Estaríamos, por lo tanto, hablando de huelgas, encierros y todo tipo de movilizaciones obreras.

En muchas ocasiones, suele cederse estas compañías a grupos de trabajadores para que se encarguen de la gestión y dirección, asumiendo estas funciones por sí mismos y prescindiendo de los cargos directivos anteriores para continuar con la vida de la empresa y desarrollar su actividad.

https://economipedia.com/definiciones/empresa-recuperada.html

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Una aproximación a las empresas recuperadas por sus trabajadores

Por Andrés Ruggeri

En la actualidad, las más de 300 empresas autogestionadas en el país ocupan a unos 13.500 trabajadores. En los últimos tres años, contrastando una vez más con la imagen de la desaparición o mera supervivencia de las ERT, los nuevos puestos de trabajo autogestionados suman casi 6.000, entre los nuevos casos y las incorporaciones de las más antiguas.

El 42% de las ERT pertenece a industrias metalúrgicas u otras manufacturas industriales, un 19% al ramo de la alimentación y un 22% a servicios no productivos, como salud, educación y hotelería. Agrupan además una mayoría de empresas categorizadas como pymes según el número de trabajadores, con un promedio de algo más de 30 miembros. Estas características permiten tipificar un perfil de trabajador en gran medida especializado, pero de poca capacidad de reinserción fuera de la industria en que desarrolló su vida laboral.

Por otra parte, las ERT se encuentran diseminadas en todo el país, y su distribución no es aleatoria, sino que tiene estrecha relación con la estructura económica de la Argentina y con los sectores más golpeados por la ofensiva neoliberal de los ’90. Esto se refleja en que casi un 50% de las ERT se agrupan en el área metropolitana de Buenos Aires, y la mayoría de las del interior en el área industrial de la provincia de Santa Fe. En la ciudad de Buenos Aires se ha pasado de 22 casos en 2004 a 39 en 2010 y 56 en 2013. Además del área metropolitana de Buenos Aires, hay casos en el resto de la provincia de Buenos Aires, y en Santa Fe, Córdoba, Chaco, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Jujuy, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, Río Negro, Neuquén, Chubut, La Pampa y Tierra del Fuego.

Sin embargo, hay ciertas características comunes que facilitan o perjudican el tipo de empresas que se convierten en recuperadas. Es difícil encontrar grandes establecimientos, tratándose en su mayoría de pequeñas y medianas empresas, con un promedio de entre 20 y 50 trabajadores. Las razones son bastante transparentes. Residen no sólo en la mayor dificultad de poner en marcha sin capital de trabajo grandes fábricas, cuyas necesidades de insumos, mantenimiento, distribución, comercialización y logística requieren sumas importantes de capital para arrancar la producción una vez que esta se ha paralizado, sino que además son negocios que los capitalistas y sus guardianes judiciales y políticos no dejan escapar tan fácilmente. En todo caso, la defensa de la propiedad privada se vuelve más laxa frente a empresas menores que en circunstancias de la lógica “normal” del mercado cerrarían o serían adquiridas a precio de chatarra por otros empresarios, pero se torna un campo de batalla decisivo si afecta a las grandes propiedades y grandes negocios. Se fue elaborando así un camino de procedimientos ad hoc que los trabajadores fueron conquistando a partir del ensayo y el error, hasta constituirse en la forma “regular” de formar una ERT. La precariedad jurídica sigue vigente, pero estas acciones han logrado constituir una suerte de corpus legal que asegura una relativa protección y, aunque no para todos –como pueden atestiguar los trabajadores del Hotel B.A.U.E.N.−, la tranquilidad necesaria para poder desarrollar la producción o la provisión de servicios.

Esto incluye la adopción de la forma de cooperativa de trabajo, la única que permite el desarrollo de prácticas verdaderamente colectivas, por lo menos en el marco de la legislación argentina. A pesar de que muchas veces la cooperativa de trabajo ha servido para amplias maniobras de fraude laboral, es la que se adapta mejor a la gestión colectiva, desde el momento en que su fundamental principio normativo es que solamente son asociados los trabajadores y no se permite que desempeñe rol laboral alguno quien no sea socio. Salvo excepciones muy puntuales, que generalmente son motivadas por normativas o condiciones muy particulares que las llevan a adoptar alguna otra forma jurídica (más que nada otro tipo de cooperativa) las ERT se han constituido de esta manera.

Uno de los problemas que ronda esta situación es el papel del Estado, que podría ser un factor de fundamental importancia para que estos problemas no se conviertan en obstáculos que pueden llevar al fracaso a la experiencia. Además de un sistema judicial hostil y un legislativo muy vulnerable a los cambios de humor de la “opinión pública”, el Poder Ejecutivo en sus distintos niveles no ha desarrollado hasta el momento más que instrumentos de ayuda parcial y de efectividad variable. Algunos subsidios llegan a las ERT y representan un apoyo importante, aunque no decisivo (a pesar de la opinión contraria que suelen tener los funcionarios que otorgan estos beneficios). Pero hasta el momento no hay una política pública definida ni consecuente con una concepción que fortalezca la autogestión de los trabajadores. Existe, en cambio, una carencia de marco jurídico que, por una parte, deja demasiadas cosas libradas a la interpretación de los jueces y, por la otra, coloca a las ERT en una situación de ilegalidad o precariedad. Coherentemente con esta situación, no hay programas de desarrollo ni de formación para los trabajadores que, partiendo de su realidad, les facilite herramientas para la gestión colectiva.

Aunque este panorama se muestra como bastante negativo, mucho peor fue el punto de inicio: empresas cerradas, trabajadores sin ingresos con los que alimentar a sus familias, instalaciones ruinosas, ausencia de capital, prescindencia del Estado, fraudes empresarios y otros elementos que condicionaron el comienzo de estas empresas. A pesar de todo esto, en los últimos cinco años, las ERT aumentaron su número y generaron más puestos de trabajo, emprendieron iniciativas solidarias, culturales y educativas y dieron trabajo y dignidad a sus integrantes. Las empresas recuperadas, entonces, existen, se desarrollan y se expanden, aunque no se las vea.

http://www.vocesenelfenix.com/content/una-aproximaci%C3%B3n-las-empresas-recuperadas-por-sus-trabajadores

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Crónica de una fábrica recuperada, Cristalux

La Cooperativa Cristal Avellaneda -conocida por su viejo nombre, Cristalux- funciona en Gerli y se dedica a la producción de vajillas y envases de vidrio. Llegó a darle empleo a más de 2.000 trabajadores en su momento de esplendor, pero las políticas neoliberales la llevaron a la quiebra dejando cientos de desempleados. Desde el 2002, la planta fue recuperada por sus trabajadores en forma de cooperativa de trabajo. A continuación, el relato en primera persona de un ex trabajador de la fábrica que vivenció las etapas mencionadas.

La calidad. Factor fundamental en Cooperativa Cristal Avellaneda, actualmente.

“Aproximadamente desde el año ’91, se venía echando gente lentamente. Bueno, no fui la excepción, me tocó a mí también”, comienza diciendo Carlos; quien comenzó su trabajo en Cristalux en 1984, con 20 años. Pasó por varios roles, pero era capataz en el momento en que el telegrama de despido llegó a su casa a fines de 1993, tal como ocurrió con el resto de los trabajadores.

Según relata en los 90 comenzó el proceso de vaciamiento que se vivía en la fábrica, el cual se condecía con el momento político y económico que atravesaba nuestro país.

En los ’70, la fábrica llegó a emplear a unos 2.000 obreros. Pero llegados los ’90, la cifra se redujo a la mitad por la implementación de nuevas maquinarias: “Con 1000 personas la fábrica rendía realmente a pleno. Funcionando al máximo y con buenos niveles de eficiencia”, dice Carlos, y agrega: “Lo que se percibía era una política de desinversión. Lo que se rompía no se mandaba a arreglar o se arreglaba en muy mala calidad, se terciarizaban trabajos -es decir, que trabajos que se podían hacer en la fábrica se mandaban a contratistas que estaban vinculados con la empresa. Era un negociado para no pagar horas extra al personal-. Se había dado la dualidad, de que los depósitos comenzaron a ser utilizados para traer mercadería de importación de la que había sido la competencia de platos y vasos en Brasil”.

El empeoramiento de las condiciones de trabajo, los pagos de salarios, los arreglos eran precarios e incluso la empresa pasó a manos de otra dueño. En 1999 un grupo de trabajadores quiso formar una cooperativa, pero se los presionó para que abandonen la empresa. Carlos cuenta que “muchos llegaron a cortar la Avenida Pavón. De ahí nos quedó una anécdota, en ese momento se llamó a una persona que trabajaba en el diario Clarín para que manden un móvil, pero la respuesta fue ‘no vamos a mandar a nadie, no pasamos este tipo de reclamos sociales’. Al año siguiente se llegó a la convocatoria de acreedores, se declaró la quiebra y la fábrica cerró”. Cabe destacar, que si bien el sindicato históricamente había sido muy combativo –incluso con la dictadura, lo que le costó secuestros de algunos dirigentes-, en la década neoliberal llegó a pactar con la patronal; tal como ocurrió en numerosos casos.

Cristalux en Crisis Neoliberal.

Durante el proceso judicial, entre 2001 y 2002, la planta estaba custodiada por la Justicia y por una empresa de seguridad privada. “A unos compañeros les dijeron ‘che, vi que están trabajando en la fábrica’, ‘no, ¿cómo van a estar trabajando?’, ‘si, si a la noche salen camiones’. Ahí se avivaron que los camiones que estaban saliendo a la noche estaban vaciando la fábrica para que pierda su valor. Entonces, cuando fuera a remate iba a tener un casco vacío y cada uno de nosotros iba a cobrar 0 pesos con cincuenta. Además, según la Ley de Quiebras de ese momento, primero cobraban los bancos, después los grandes acreedores, las empresas de servicios, y por último los trabajadores. Digo esto porque la ley fue modificada por un proyecto de Néstor Kirchner en el 2008, y gracias a eso cobran primero los trabajadores en el caso de remate”.

El ex trabajador de Cristalux contó que le debían $30.000 que, gracias a la Ley de Convertibilidad, serían US$30.000. Y agregó: “te proponían un negocio en el que te pagarían en cuotas si presentabas el telegrama de renuncia. Muchos compañeros accedieron; les daban unos pesos, mandaban el telegrama, la segunda vez les pagaban un poco menos, y después no les pagaron más. Yo fui por el camino del juicio, pero no pude cobrar nada. Por mucho tiempo me costaba pasar por el frente de la fábrica, evitaba pasar en el auto, cuando iba en tren le daba la espalda a la estación de Gerli… Muchos de quienes quedaron desempleados fueron remiseros, albañiles, desocupados y con planes, yo, por lo que había estudiado en mi carrera en historia estaba seguro de que el modelo industrial en la Argentina no existía más, por lo cual, retomé el profesorado. Hasta que me recibí en el ’99 hice changas –aunque mayormente como pintor- incluso hice de mozo, ja”.

“En el 2002, cuando empezaron con la cooperativa, fui a apoyar porque me parecía una causa noble. Se instalaron en la puerta. En un momento se abrió la puerta, salió el camión y se llevó puesto el campamento precario que estaba instalado. Meses después, la justicia permitió el ingreso a la fábrica. Fue una salida en el gobierno de Duhalde para demostrar que los trabajadores podían hacer algo, pero que seguramente se iban a cansar y dejar. Incluso desde el sindicato hicieron lo posible para que no podamos seguir y trataron de ‘rosquear’ con gente de adentro para que las cosas no salgan. Costó mucho, los compañeros venían colados en los trenes, se comía lo que les sobraba a negocios de la zona, ya sean almacenes o verdulerías. Había que reconstruir todo: cables, cables de alta tensión, motores. Recuperamos mercadería y cosas que estaban tiradas para venderlas. La chatarra que había, nos dimos cuenta, podía ser utilizada en el momento.”

El regreso de DURAX

No habían posibilidades de producir por falta de gas para los hornos y energía eléctrica para los equipos; “la fábrica estaba destruida, devastada. Lo único que se pudo hacer fue un pequeño horno de fabricación manual con los rezagos de otro horno que estaba roto. Fue romper a mazasos limpios 30.000 kilos de vidrio -lo cual tomó varios días-, vender el vidrio, usar las paredes de ese horno para armar otro –ya que son ladrillos importados, muy caros-. Hicimos un pequeño horno artesanal y luego otro horno un poco más grande, de 20 toneladas. Después logramos que Metrogas habilite el gas de una manera bastante ‘especial’, y logramos la luz que fue gracias a la colaboración de algunos vecinos que permitieron un enganche hasta que la cooperativa estuvo en condiciones de pagarla, tal como pasó con los proveedores, quienes confiaron que íbamos a pagarles y nos ayudaron.

Muchos venían colgados en el tren, caminando o en colectivo, pero sin ver ganancia alguna durante un año. En un momento se salió del paso con la fabricación de copas, vasos y platos. Pero más tarde se pudo volver a la producción del DURAX (la marca registrada de Cristalux) con moldes que habían quedado en la basura, y con un color bastante particular que tuvo gran impacto en el mercado: el celeste.

“En el 2008 la cooperativa sufrió una grave crisis: Metrogas cortó su servicio porque las conexiones eran obsoletas. Cristalux nunca había presentado los planos, tenía ‘chupadas clandestinas’ de gas y nunca la demandaron, pero sí lo hicieron con la cooperativa. No había dinero para pagar el gas y se buscó alguna ayuda gubernamental.

Finalmente llegó el Dr. Moreno -Secretario de Comercio Interior-, visitó la fábrica a fines de 2008 y nos dijo que el Estado iba a facilitarnos un préstamo y que vendría alguien pago por el Estado a reorganizar la planta para mejorar la producción y poder obtener ganancias. También se debieron cambiar las conexiones de gas por unas modernas, lo que permitió ahorrar un 80% en los costos. Moreno hizo hincapié en que todo lo que se trabajaba tenía que ser en blanco, de forma que también el Estado tenga una retribución y que se blanquee la economía. Los más perjudicados en esto fueron los intermediarios, que eran quienes hacían las diferencias. Con esta política, la cooperativa pudo comprar materias primas sin intermediarios al igual que insertarse directamente en el mercado, aumentando un 30% la ganancia.”

Hoy en día, en la planta hay casi 300 obreros de diversas edades y realidades sociales. Muchos conocieron aquella enorme fábrica en su tiempo de esplendor, otros cuando comenzó la caída libre, otros pasaron días de hambre o de juntar objetos para vender cuando inició la cooperativa; pero lo que cabe destacar es la perseverancia ante las problemáticas internas y externas, lo cual les permitió recuperar su fuente de trabajo tanto para ellos, como para sus hijos y el resto de la comunidad, en un marco de promoción de la industria nacional.

Publicado el septiembre 13, 2013

https://historiascallejerasblog.wordpress.com/2013/09/13/cronica-de-una-fabrica-recuperada-cristalux/

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Un laboratorio de autogestión obrera

“Estamos escribiendo parte de la historia del movimiento obrero”, dice uno de los referentes de FaSinPat, que hoy emplea a 450 obreros y produce 300 mil metros cuadrados de cerámicos al mes.

Por Adriana Meyer

Dicen que les cambió la vida, que los diez años de trabajo sin patrón en Zanon les devolvieron libertad y dignidad. Atrás quedaron las dobles jornadas, cada uno aislado en su línea y presionado por el supervisor, la permanente amenaza del despido. El 30 de septiembre de 2001 parecía que la amenaza patronal de apagar los hornos se iba a concretar. Esa noche, los delegados se quedaron en la fábrica y el 1º de octubre impidieron el ingreso a los gerentes. La planta fue ocupada por sus trabajadores, que se apropiaron de los medios de producción, hasta entonces propiedad de un empresario italiano que planeaba vaciarla. Tomando cada decisión en asamblea, tendiendo puentes con los neuquinos y solidarizándose con cada conflicto, con una estrategia jurídica y la disposición de enfrentar cada orden de desalojo, los obreros y obreras hicieron de Zanon algo más que una empresa recuperada, la convirtieron en un laboratorio de autogestión y la pusieron al servicio de su comunidad.

Los 70 mil metros cuadrados de la fábrica de cerámicos están sobre la ruta 7, entre Neuquén y Centenario. Tras la reja viene el playón que mide casi como una cancha de fútbol. Las visitas guiadas son constantes: pueden ser jardines de infantes, delegados gremiales o documentalistas de cualquier parte del mundo, que circulan entre el polvillo de la arcilla, el calor de los siete hornos, los olores de los esmaltes y el ruido de las líneas de producción. La vida cotidiana en Zanon también consiste en parar para hacer una asamblea y decidir cómo posicionarse ante la detención del dirigente ferroviario Rubén “Pollo” Sobrero, como pasó la semana pasada.

La mayor planta de porcelanato de América latina tenía en 2001 unos 240 operarios, que ganaban 800 pesos. Hoy, convertidos en la cooperativa FaSinPat (Fábrica Sin Patrón) son 450 y ganan 4500 pesos cada uno. Producen 300 mil metros cuadrados de cerámicos por mes, venden 270 mil a 20 pesos el metro, y el resto lo destinan a obras solidarias. En Neuquén, dos de las otras tres fábricas de cerámicos, Stefani y Del Valle, están autogestionadas.

En las últimas elecciones la comunidad neuquina eligió como diputados a dos de sus históricos referentes, Raúl Godoy y Alejandro López, por el Frente de Izquierda. “Estos diez años significan una evolución del nivel de conciencia de cada uno de los que formamos la autogestión obrera, al principio peleamos por los puestos de trabajo, pero fuimos aprendiendo solidaridad de clase, conocimos a las Madres”, dijo López a Página/12. “Estamos escribiendo parte de la historia del movimiento obrero, demostrando la potencialidad de la clase obrera organizada. Zanon no sólo produce cerámicos, es una referencia internacional, nos ha dignificado la vida, nos transformamos en personas críticas”, agrega.

Recuperar el sindicato

El empresario italiano Luigi Zanon tenía 28 años cuando llegó al país para instalar el Italpark. En 1979 fundó Zanon sobre terrenos públicos y con capitales de los gobiernos provincial y nacional que nunca devolvió. En la ceremonia inaugural, don Luigi felicitó al gobierno militar por “mantener la Argentina segura para las inversiones”. Junto a su hijo Luis, el empresario nativo de Padua siguió recibiendo subsidios en democracia, sobre todo en los gobiernos de Carlos Menem y Jorge Sobisch. Su plan era fabricar sólo porcelanato, lo cual significaba unos 300 despidos.

“Organizamos un campeonato de fútbol que duró un año, era el momento para discutir propuestas porque se venían ataques de la patronal. Pero primero había que ganar la interna, y luego sacar a la burocracia del sindicato ceramista”, cuenta Juan Orellana, ex obrero de Zanon. La empresa empezó a atrasarse con los sueldos y los aportes, y así vinieron las primeras huelgas, algún piquete para que no saliera la producción. “Se decidía en asamblea, los compañeros votaban esas medidas, los delegados se elegían a mano alzada mirándonos las caras. Fue una gimnasia de organización que nos marcó a fuego, el hecho de reconocerte como compañero de clase, que era un discurso que no manejábamos, reconocer a la burocracia sindical y al Ministerio de Trabajo, que jugaba para la patronal. Godoy era el único que tenía militancia en la izquierda, y sin embargo estuvo cuatro años con bajo perfil. Sin esa experiencia inicial no hubiésemos conseguido llegar a un plan para la toma y el control obrero. Nos conocimos entre nosotros y nacimos a otro mundo”, dice Orellana.

Con la nueva comisión interna frenaron los despidos. El primer pacto fue la unidad entre efectivos y contratados. Entonces la empresa presentó un recurso preventivo de crisis en el Ministerio de Trabajo de la Nación, una artimaña ideada por el ex ministro Domingo Cavallo para despedir más personal que lo permitido y cambiar los convenios. En ese momento entraron en juego los abogados Mariano Pedrero, Ivana Dal Bianco, Polo Denaday y Myriam Bregman, para quien participar de la experiencia de Zanon significa “retomar la tradición de aquellos abogados que en los ’60 y ’70 defendían presos políticos y acompañaban a los obreros en sus tomas de fábricas”.

Dispuestos a todo

En medio de esa ofensiva empresaria, en julio de 2000, murió Daniel Ferrás y la situación estalló. “No teníamos médico ni ambulancia, la empresa no daba atención médica en una fábrica muy peligrosa, donde había un muerto por año. El eje cambió, hicimos una huelga de nueve días con la consigna ‘ni un muerto más’”, cuenta Orellana. Decidieron convocar a todas las organizaciones de Neuquén, a la CTA, a los docentes y a los estatales. “La empresa hacía ofertas y en medio de esa confusión Godoy propuso que resistiéramos un día más, lo que significaba violar la conciliación obligatoria, el cuco con el que te dicen que estás fuera de la ley. Y ganamos todo, el preventivo de crisis se cayó solo, hicimos público que Zanon sacaba 30 camiones por día y nunca mostró sus libros para demostrar la supuesta crisis, la burocracia no tenía representatividad, y la empresa puso medidas de seguridad”, recuerda.

Para ganar el sindicato sortearon sucesivas maniobras y luego de dar vuelta una asamblea en la que se eligió a la junta electoral tuvieron que firmar y sellar cada boleta. “Cortar el puente o la ruta y abrir el conflicto más allá del portón era hacer política, lo mismo que plasmar en los estatutos del nuevo sindicato que los dirigentes tienen que volver a su puesto de trabajo, que no pueden renovar más de dos veces, que se puede revocar su mandato por el voto directo de la asamblea”, dice. Fracasado su proyecto del porcelanato, los Zanon ya se disponían al vaciamiento: dejaron de pagar los servicios y a los proveedores.

La empresa había amenazado con apagar los hornos, lo que significaba parar la producción. Y, para que no sucediera, el 1º de octubre los gerentes no pudieron entrar. Aparecieron las órdenes de desalojo por usurpación de la planta, y los despidos masivos, a lo que respondieron quemando los telegramas frente a la Casa de Gobierno. Ese día fueron reprimidos y 20 terminaron presos. Los abogados denunciaron a Zanon por haber provocado un lock out (paro patronal), y la Justicia les dio la razón, además de incautar el 40 por ciento del stock para pagar salarios. Fue la primera victoria de una larga batalla judicial que aún no termina. Los trabajadores vendieron los cerámicos y acamparon frente a la fábrica.

Había que poner a producir ese “monstruo”, como le dicen. Mientras un ceramista gasista reconectaba el suministro, la Universidad del Comahue los ayudaba a planificar. Los Zanon habían espantado a los clientes, presionado a los proveedores y pagado para que nadie pudiera explotar las canteras, pero los obreros consiguieron arcilla en la comunidad mapuche. “Surgió el liderazgo de Manotas, un compañero que era supervisor pero se plegó a nuestra lucha, y gracias a las Madres pudimos comercializar en blanco”, describe Orellana. Los primeros nuevos puestos de trabajo fueron para las organizaciones de desocupados con los que habían cortado rutas.

El 8 de abril de 2003 la Gendarmería tenía orden de disolver la toma. Afuera estaban los grupos sociales, sindicales, educativos que los apoyaban, incluidos once curas, pero del portón para adentro estaban dispuestos a no ser desalojados. Perfeccionaron las guardias obreras que habían creado para cuidar las máquinas y las instalaciones. Se apostaron en los techos, acumularon bolones de cerámica, gomeras y barricadas, tachos con agua para neutralizar el efecto de los gases, baldes con ácido. Hubiera sido una masacre, tal como quedó plasmado luego en el informe policial. Con el apoyo externo, en el que fue clave el paro de la CTA provincial, los obreros de Zanon demostraron que tenían la hegemonía en la población. La orden se suspendió, y los bolones blancos circularon entre la gente como souvenirs.

En diez años enfrentaron cinco órdenes de desalojo similares, además de haber sufrido persecuciones judiciales, amenazas, y aprietes a familiares. Pero Godoy, López, Chaplin, Cepillo, Chiquito, Paco, Ramírez, Esparza y varios más tuvieron la solidaridad de León Gieco, Naomi Klein, Osvaldo Bayer y una larga lista de personalidades y organizaciones. Para seguir produciendo tuvieron que pagar una deuda de los Zanon por un millón y medio de pesos. Aceptaron formar una cooperativa, cuyos plazos siempre los dejaban en peligro de ser rematados o de quedar expuestos a la ferocidad del mercado, por lo cual insistieron con la expropiación y estatización. Hace dos años, con movilizaciones, acampes frente al Congreso y recolección de firmas, consiguieron por ley la expropiación. En 2005 FaSinPat votó a favor de construir una clínica de salud comunitaria en un barrio pobre de Nueva España. Sus habitantes la habían reclamado al gobierno provincial durante 20 años, los ceramistas la construyeron en tres meses.

https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-178100-2011-10-03.html

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Ocupar, producir, resistir

Tras un proceso de quiebra fraudulenta, un grupo de trabajadorxs se hizo cargo de la producción de una las imprentas más grandes del país. Con tenacidad, coherencia y convicción, MadyGraf fue convirtiéndose, en estos últimos cinco años, en un faro de todas las luchas de la clase obrera argentina.

Llegar en hora pico a Panamericana y 197 es cómo llegar al epicentro del caos. Mientras la gente brota de cada colectivo, los autos y camiones se cruzan febrilmente por doquier. Todo el mundo camina a paso nervioso, pero decidido. No es para menos. Estamos en uno de los puntos neurálgicos de la Zona Norte del Gran Buenos Aires.

El escenario es levemente similar a izquierda y derecha. Enormes carteles publicitarios se intercalan con galpones, playas de estacionamientos y paredes con ladrillos a la vista. Las fábricas y distribuidoras que se multiplican a cada lado de la autopista, nos confirman que estamos en el corredor fabril más importante de país.

A mano derecha, sobre el kilómetro 36 del ramal Escobar, se encuentra la Ford. Un cartel, ubicado sobre la subida a la autopista, nos recuerda que fue uno de los 610 Centros Clandestinos de Detención que funcionaron durante la Última Dictadura. Al otro lado de la ruta, en un edificio un poco más pequeño, se encuentra la ex-Donnelley.

– Yo fui uno de los 30 compañeros que ingresó cuando tomamos la fábrica – nos comenta con orgullo el Chelo cuando nos recibe en la mesa de entradas y nos advierte – Van a tener que esperar. La mayoría de los compañeros están en asamblea.

Mientras aguardamos, una escultura nos llama poderosamente la atención. Es un torso humano, realizado con fierros. Lleva puesto una camisa de Grafa con las siglas del Sindicato Ceramista de Neuquén. Cuando le preguntamos sobre el origen de la escultura, el Chelo confirma nuestra sospecha.

– Sí, es un regalo de los obreros de Zanón – nos responde, haciendo referencia a FaSinPat, la emblemática fábrica recuperada por sus trabajadorxs.

Estamos a más de mil kilómetros de distancia. Pero ese gran capítulo historia de la clase trabajadora, encuentra un eco sobre el ramal Escobar de la Autopista Panamericana.

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Junto a la mesa de entradas, un pasillo conecta todos los sectores de la fábrica. La primer puerta, a la derecha, está repleta de cartulinas y afiches. Detrás de los vidrios, un grupo de niñxs juegan con temperas y lápices de colores. Un cartel nos indica que estamos frente a la Juegoteca.

Pasando los molinetes, a mano izquierda, se encuentra la enfermería. Más adelante, están los distintos talleres. A primera vista, sorprende el tamaño de las maquinarias: son auténticos mastodontes, que trabajan teñidos por la luz de los tubos fluorescentes. A medio camino entre las oficinas y los galpones del fondo, nos cruzamos con Facundo.

– ¿Cómo están? – nos saluda – Nosotros recién terminamos una asamblea.

A medida que avanzamos por el pasillo, la generosa palabra de Facundo se desenvuelve.

– ¿Hace cuánto trabajas acá? – consultamos.
– Yo entré en el 2000 – nos comenta después de pensarlo un momento – Hace 19 años.

Facundo será importante para nosotrxs, ya que nos acompañará en nuestra primera recorrida por la planta. También, porque nos brindará un contexto para comprender lo que nuestros entrevistados nos contarán. Pero, por sobre todas las cosas, porque nos explicará porqué MadyGraf se llama MadyGraf.

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Sentado junto a una de las impresoras, Martín habla con voz pausada pero firme.

– La primer máquina en la que trabajé fue la 301 – recuerda – A la semana siguiente, me mandaron a otra que ahora ya no está más, la 600. Después, fui rotando por distintos lugares hasta que quede en la 303.

Los mates van y vienen, mientras nos cuenta su historia dentro de Donnelley.

– Yo entré a la fábrica en el 2007 – puntualiza – Primero, estuve dos meses por agencia y después me efectivizaron.

Cada tanto, alguien se acerca a saludarlo, intercambia unas palabras y continúa su relato.

– ¿Cómo era la gestión de la empresa en esa época?
– Había un régimen de miedo – resume – Imaginate: yo era un pibe. A mí, ni mi viejo me cagaba a pedos y acá te maltrataban. Te decían que los fines eran optativos, pero al final terminabas laburando los sábados, domingos y feriados, 12 horas de corrido, de lunes a lunes. Los únicos días que teníamos franco, eran los 25 y 31 de diciembre.

– Si tuvieras que marcar un punto de inflexión, ¿cuándo sería?
– Para mí, fue cuando se votó no venir a trabajar el 1 ° de mayo de 2005 – opina – Ahí se genera una especie de conciencia y se empezó a organizar la comisión interna. Para el 2010, empezamos a parar por las paritarias. El sindicato pidió un 25%. Nosotros cerramos en un 35 %, afuera del piso que pidió la Federación Gráfica.

Pero esta victoria parcial tuvo sus contramarchas.

– En el 2011 me despiden junto a 20 compañeros – continúa Martín – Entonces, votamos un plan de lucha, cortamos la Panamericana y paramos la fábrica. Fueron dos semanas en los que la empresa me llamaba para arreglar la indemnización, pero decía que no. De los todos los despedidos, 8 arreglaron y 11 quedamos adentro. ¿Qué hace la empresa? A la semana siguiente echan a todos los supervisores. Pero nosotros ya habíamos ganado una lucha.

– ¿Y luego qué pasó?
– En el 2013, llegó un gerente de producción nuevo. El tipo tenía fama de cerrar fábricas en Brasil. Y vino junto con otro gerente que había pasado por Kraft. Entre los dos, planearon el vaciamiento de la fábrica. Con el paso del tiempo, empezaron a dejar caer las máquinas. Comenzó a haber persecución. Cuando llegabas con el auto te lo querían revisar, no te querían dejar entrar con las mochilas, nos controlaban los horarios de las comidas.

Esta persecución a cuentagotas, tuvo un nuevo punto de quiebre.

– En el 2014 entra un gerente nuevo y en la primera reunión, nos dice: “tenemos que bajar la nómina del personal”. Siempre se quejaban de que los números estaban en rojo. Entonces, le preguntamos: ¿por qué vos, que como gerente general cobras 140 lucas, no te bajas el sueldo antes de despedir gente?

La respuesta que dieron terminó de trazar el camino a seguir. “No vamos a aceptar los despidos – dijeron – Detrás de cada trabajador hay una familia”. Y con esta frase, marcaron el objetivo que perseguían. Pero también, dejaron en claro que sus familias eran la fuerza oculta que los sostenía.

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El camino que llevó a Javier Antivero a interiorizarse en el mundo de las empresas recuperadas fue largo. Pero, sin lugar a dudas, su recorrido laboral y formativo tuvo mucho que ver.

– Hubieron dos experiencias clave – recuerda hoy a sus 47 años – la primera de ellas, fue mi primer trabajo en Polimec, una empresa metalúrgica autopartista de Quilmes. Esa fábrica posteriormente fue recuperada y en la actualidad se llama Cooperativa Felipe Vallese. La segunda, tiene que ver con que, en paralelo, había comenzado mis estudios en la Facultad de Ciencias Sociales en la UBA.

Javier es coordinador del Programa Facultad Abierta de la UBA. Este proyecto sostiene un Centro de Documentación, que funciona en las instalaciones de la Cooperativa de Artes Gráficas Chilavert. Y además, realiza desde el año 2002, el Informe de la Situación de las Empresas Recuperadas por sus Trabajadores (ERT). Allí, no sólo aportan estadísticas, sino que además realizan un diagnóstico de las problemáticas que atraviesan al sector.

Gracias a este trabajo, sabemos que en la Argentina hay Empresas Recuperadas en por lo menos 20 provincias. Aproximadamente un 50% del total, se encuentran en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Metalúrgica (16,93%), Alimentación (13,54%), Gráfica (10,68%), Textil (9,11%), Gastronomía (6,25%) y la Industria de la Carne (5,73%), son los principales rubros.

– Si bien el fenómeno de las empresas recuperadas se encuentra en otras partes del mundo – reflexiona Javier – Es en nuestro país donde este tipo de experiencia se encuentran más desarrolladas.

– ¿Qué elementos novedosos aporta la experiencia argentina?
– Yo creo que, entre otras cosas, podemos encontrar a la solidaridad, la autogestión y la defensa de los puestos de trabajo como factores comunes.

Según el VI Informe, en la actualidad hay más de 15 mil trabajadores bajo esta modalidad. Trabajadores que, con su ejemplo, nos demuestran que las cosas se pueden realizar de otra manera.

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“Estimados colaboradores – decía el comunicado que la Donnelley dejó en la puerta de la planta el 11 de agosto de 2014 – Lamentamos profundamente tener que comunicarles que, afrontados a una crisis insuperable, […] estamos cerrando nuestras operaciones en Argentina y solicitando la quiebra de la empresa, luego de 22 años de actividad en el país”.

Lentamente, los trabajadores llegaron al predio. Una de las cosas que más les llamó la atención, fue cómo terminaba el comunicado: “Deploramos las dificultades que esta decisión le causará. Para mayor información – concluía el texto – puede llamar al siguiente teléfono: 0800-345-1442″.

Estaban asombrados, pero no derrotados. Traían consigo años de maltrato empresarial, pero también una estrategia para enfrentar a la patronal. Reunidos en asamblea, decidieron cortar la Panamericana para visibilizar el conflicto y llamar a los medios. Mientras tanto, las horas transcurrían envueltas en una tensa calma.

– Adentro, la empresa puso a tres guardias de seguridad privada – recuerda el Chelo – Pero afuera éramos 300 compañeros.

Las horas transcurrían, envueltas de un halo de incertidumbre, hasta que un grupo de trabajadores ingresó a la fábrica. Ya habían esperado demasiado, había llegado el momento de actuar.

– Los que estaban afuera no nos esperaban. Nosotros podíamos verlos desde adentro, pero como es un vidrio espejado – dice, señalando la puerta de ingreso – Ellos no podían vernos a nosotros.

De repente, la cara de Chelo se ilumina por completo.

– Cuando abrimos la puerta y nos encontramos, fue una fiesta – dice con emoción – Algunos compañeros todavía guardan las imágenes de ese día.

Aquel 11 de agosto de 2014 sería imborrable para todxs ellxs. Aquel día resolvieron tomar la fábrica. Tres verbos (ocupar, producir, resistir), cambiarían sus vidas para siempre.

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30 de septiembre de 2001. Ruta Nacional N ° 7, a la altura del Parque Industrial de Neuquén. Un grupo de trabajadores ocupa la fábrica en la que trabajan. Bajo ningún concepto, este acontecimiento es un hecho fortuito. Fue, más bien, el resultado de una madurez política de años de organización y resistencia, que llevó a la ex Cerámica Zanón, a estar bajo control obrero en 2002.

– Si bien cada caso es muy heterogéneo – reflexiona Javier – el objetivo que persiguen los trabajadores es la defensa de los puestos de trabajo frente a la desocupación. Después el desarrollo de cada proceso de recuperación dependerá del contexto.

– A grandes rasgos, ¿en qué se diferencia una empresa recuperada de una tradicional?
– Una de las diferencias más importantes, se relaciona con la toma de decisiones. En una empresa recuperada, las decisiones más importantes se toman en asamblea. Esto implica que cada trabajador tiene voz y voto, tanto para mocionar propuestas, como para votar las presentadas por sus compañeros. Además, generalmente, los trabajadores recuperan sus empresas después de un proceso de vaciamiento que no las deja en óptimas condiciones para la producción. Por ese motivo, son puestas en marcha con mucho esfuerzo, bajo la premisa de no explotar el trabajo de otros.

– En cuanto a su organización interna, ¿qué características tienen?
– La mayoría de las empresas recuperadas adoptan la figura legal de cooperativas de trabajo, ya que esta es la que les otorga mayores garantías para su funcionamiento. La distribución de los excedentes que genera la cooperativa, se realiza a través de los retiros, lo que podría ser el equivalente a los salarios. Estos se basan en criterios equitativos que establecen los propios trabajadores.

Pero esta diferencia, no se resume a una cuestión meramente organizativa. Este tipo de experiencias, responden a un proyecto social alternativo.

– Hay muchas empresas recuperadas de “puertas abiertas”, que mantienen un fuerte compromiso social con el barrio y distintas organizaciones sociales. En ellas se pueden encontrar bachilleratos populares, centros culturales y otras actividades solidarias y de vínculo con la comunidad.

El Hotel BAUEN, IMPA, Cristalux, Artes Gráficas Chilavert. La historia reciente es fértil en términos de lucha y resistencia.

– ¿Qué similitudes tuvo el proceso de recuperación de MadyGraf, con respecto a otros casos, como el de Zanón por ejemplo?
– En ambos casos lxs trabajadorxs llevaron adelante un arduo proceso de lucha, con cortes de ruta, manifestaciones, enfrentamientos con la Policía y la Gendarmería. Además, contaron con un fuerte apoyo de artistas, académicos, organizaciones sociales, partidos políticos de izquierda y otras empresas recuperadas.

La ley de expropiación comenzó en agosto de 2014, con la presentación del proyecto original por parte del diputado provincial Christian Castillo (PTS-FIT). Pero, ante la falta de tratamiento en el Senado, fue propuesta nuevamente al año siguiente y aprobada por unanimidad en ambas cámaras en mayo del 2017. La Ley Provincial N ° 14929 le otorga las instalaciones, maquinarias, y herramientas a la Cooperativa MadyGraf.

“Este es el resultado de la lucha que venimos llevando los trabajadores en las calles y manteniendo la producción”, declaró al diario Página/12 Eduardo Ayala, uno de los trabajadores. Contradiciendo la lógica empresarial, que propone vaciamiento y desocupación, habían logrado dar vuelta la historia. “Supimos demostrar que no era necesaria la pérdida de ningún puesto de trabajo”.

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Siguiendo el ejemplo de FaSinPat, los trabajadores de MadyGraf comprendieron rápidamente la importancia de tejer lazos con la comunidad. Al igual que los ceramistas neuquinos, su objetivo de fondo es poner la fábrica al servicio de la sociedad y de las luchas de la clase trabajadora. Así fue que, reunidos en asamblea votaron regalar cuadernos a los estudiantes de escuelas públicas.

“Somos trabajadores que desde hace dos años sostenemos doscientos puestos de trabajo, luego de que la empresa se declarara en quiebra y cierre – resumieron en pocas palabras, detrás de cada tapa – Este cuaderno es solo una muestra de lo que podemos hacer […] Podemos imprimir manuales y materiales […] para que todos los chicos tengan acceso a los materiales necesarios para la lectura y el estudio”.

Desde entonces, cada Cuadernazo se transformó en un acto político. Como por ejemplo, el que realizaron el 20 de febrero de 2019 frente al Congreso Nacional. Tras haber cumplido todos los requisitos y ofertado el mejor precio, el Ministerio de Educación les negó arbitrariamente una licitación que habían ganado. La Policía los dispersó con gases lacrimógenos, corridas, golpes y empujones.

Las imágenes de la brutal represión recorrieron todo el país, en la pantalla de los principales noticieros. Esa tarde, fueron arrestadas cinco personas: tres obreros de MadyGraf y los periodistas Juan Pablo Barrientos y Bernardino Ávila. Este último había fotografiado, una semana atrás, a una anciana levantando una verdura del suelo, en una feria organizada por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Al igual que el Cuadernazo organizado por MadyGraf, aquella también había terminado en una represión salvaje.

Sin embargo, ellxs saben que la lucha no solo se da entre las cuatro paredes de la fábrica. La lucha también está en las calles. Por eso, no nos sorprende que en cada paro, huelga o movilización importante, puede verse flamear la bandera de MadyGraf. Conscientes que el ejemplo contagia y marca un camino a seguir, asumen compromiso y están siempre donde deben estar.

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– ¿Cómo están? – nos dice Laura con un sonrisa en el rostro y consulta – ¿Hace mucho que están esperando?

Luego, nos invita a pasar a la enfermería. Mientras nos acomodamos en una pequeña sala de estar que se encuentra antes de los consultorios, va hasta a una pequeña cocina, trae unas galletitas, mate y agua caliente.

– Yo me acerqué el 14 de agosto de 2014 con un grupo de médicos, técnicos y enfermeros – nos contesta, mientras recuerda cuando se acercó a MadyGraf – Para noviembre de ese año, la situación de stress era muy grande.

Como personal de la salud, es la primera vez que Laura se dedica a trabajar a tiempo completo afuera de un hospital. Pero si lo hizo, fue por compromiso político. Laura no duda en tomar un ejemplo reciente, para poner en perspectiva la importancia de lo ocurrido en MadyGraf.

– Hace poco cerraron tres plantas de la Donnelley en San Pablo, Brasil – nos comenta.

“Como en Argentina, Donnelley Brasil anuncia cierre con carteles en la puerta de sus fábricas”, reza el titular. La nota, publicada en La Izquierda Diario del 2 de abril del 2019, puntualiza: “Este lunes por la mañana, los trabajadores se encontraron con el anuncio del cierre de las 3 fábricas que la empresa tiene en Brasil […] Mediante un aviso en la puerta de entrada de las instalaciones”. La misma empresa, el mismo método.

– Si acá se pudo volver a producir, fue porque había una organización previa de los trabajadores – reflexiona y puntualiza – Había un cuerpo de delegados, una comisión interna combativa.

Esa misma organización fue la que impulsó la Comisión de Seguridad e Higiene, poniendo la vida y la salud de los obreros como prioridad.

– En ese momento, se organizaron charlas con los trabajadores sobre medidas de seguridad. Presentamos proyectos para mejorar las condiciones y se armó la comisión.

Esa comisión, independiente de la empresa, seguía el modelo de las antiguas comisiones de los setenta. Cuando la fábrica fue recuperada, el camino recorrido les permitió reducir la cantidad de accidentes laborales.

Pero además de realizar tareas dentro del sector de enfermería, Laura forma parte de la Comisión de Mujeres.

– La Comisión surge en 2011, cuando las compañeras de los trabajadores comenzaron a ver que la cosa se complicaba.

Tanto Facundo, como Laura y Martín, nos comentaron cómo se realizaban aquellas primeras reuniones. Imposibilitadas de ingresar al predio, por orden de la empresa, las mujeres se sumaban a las asambleas, alambrado mediante.

– Las mujeres veían que esa organización servía para defender derechos y ellas mismas comenzaron a pensar en cómo enfrentar los despidos, cómo hacer un fondo de huelga, en cómo sumar a otras mujeres.

Cuando la fábrica fue recuperada, las compañeras de muchos trabajadores se sumaron a la Cooperativa.

– En la actualidad, somos 40 compañeras, que nos sumamos en la cocina, la enfermería, el sector de encuadernación y la Juegoteca, que también es una conquista de la Comisión.

– ¿Cómo surgió la Juegoteca?
– Cuando se sumaron las primeras compañeras a la fábrica, se planteó que hacía falta un lugar para que nuestrxs hijxs estén cuidados. Así fue que, con la ayuda de una arquitecta solidaria y el apoyo de toda la fábrica, se pensó el espacio.

La Marea Verde y la Campaña Nacional por el Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, tuvieron su eco en MadyGraf. No sólo fue importante para el empoderamiento de las trabajadoras, sino también para repensar el rol de los varones, adentro y afuera de la fábrica.

– Nos fuimos ganando ese lugar, por peleas que dimos en lo personal, cada una de nosotras con nuestras parejas, con nuestros compañeros.

Esa toma de conciencia, no estuvo exento de avances y retrocesos, pero un camino comenzó.

– Los compañeros tenían muchos encontronazos con ellos mismos – reflexiona Laura – Se discutió el reparto de las tareas en casa. Y esto fue posible porque en el proceso adquirimos independencia en lo personal, al encontrarnos con otras.

Acordes con los vientos de cambio, esta lucha que hermana a la clase trabajadora, no sólo crece, sino que también se multiplica.

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– Hicimos un montón de cosas que una fábrica normal no hace – nos había dicho Martín con orgullo.

Festivales de rock, torneos de fútbol, peñas, charlas, visitas guiadas. MadyGraf es una propuesta cultural y política integral. Y todo esto es sostenido por sus trabajadorxs.

Encontramos, por ahí, un poema de la docente y escritora mendocina Nora Bruccoleri, dedicado a lxs trabajadorxs de MadyGraf.

Hay una hoz de papel inacabable
que esgrime lo decisivo
defendiendo a los trabajadores.
Papel que vibra
revolviendo truenos,
porque a cargo de tareas
despierta,
funciona,
levanta al porvenir. […]

Pensamos en las bobinas de papel que descansan en los galpones, mientras aguardan transformarse en manuales, folletos o afiches. Pensamos en los cuadernos de blancas hojas, que solidariamente son entregados a lxs estudiantes de escuelas públicas.

Pensamos: ¿cuántas historias tiene MadyGraf tiene por escribir? ¿Qué significa para sus trabajadorxs?

– Madygraf es mi casa – nos explicó Laura, cuándo le preguntamos qué significaba la Cooperativa en su vida – Acá siento que puedo aportar a que crezca la organización y la conciencia. Yo creo en la fuerza de la clase obrera. Y en ese sentido, MadyGraf para mi es el ejemplo de que nosotrxs podemos.

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Cae la noche sobre el conurbano y es momento de partir. Mientras esperamos el colectivo,revisamos nuestros apuntes. Fueron muchas horas, leyendo, escuchando y mirando todo lo que se desprende de esta historia. Han pasado cinco años, pero la energía que sostiene a esta fábrica no deja de sorprendernos.

Buscamos, entre lo recolectado, una historia que sintetice todo lo que han pasado. Que sintetice, en pocas palabras, la fuerza que lxs sostiene y lxs mantiene en pie. Recordamos una de nuestras primeras charlas con Facundo. Aquella breve historia, escuchada al pasar, fue el motivo que nos trajo hasta acá.

– ¿Por qué eligieron ese nombre? – consultamos.
– Hace un par de años, la hija de uno de nuestros delegados tuvo un accidente en una pileta. Los médicos no le habían dado un buen pronóstico.

Pero toda la fábrica acompañó a la familia en ese difícil momento. Por eso, muchxs aún recuerdan aquella votación. La elección del nombre fue votada por unanimidad.

– Por eso nos llamamos MadyGraf – resume Facundo – Si Madeleine no se rindió, ¿por qué íbamos a rendirnos nosotrxs?

https://relatosdeperiferia.wordpress.com/2019/08/28/ocupar-producir-resistir/

1/3/19

Dossier Última Dictadura Militar

¿Cuáles fueron las causas y consecuencias de la Última Dictadura Cívico Militar Argentina?

La última dictadura argentina, conocida como la "última dictadura cívico-militar" (1976-1983), fue un período oscuro en la historia de Argentina que estuvo marcado por violaciones masivas de derechos humanos y represión política. 

Contexto internacional: 

- Guerra Fría: Durante la Guerra Fría, el mundo estaba dividido en dos bloques liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Argentina, al igual que otros países de América Latina, se vio influenciada por la lucha ideológica entre estas dos superpotencias. Estados Unidos tenía una larga historia de apoyo a regímenes militares en América Latina, en parte como respuesta a la preocupación por la expansión del comunismo en la región. Esto influyó en el comportamiento de las autoridades estadounidenses frente al golpe en Argentina.
- La crisis del petróleo de 1973: fue un evento que se desencadenó cuando los países árabes miembros de la OPEP impusieron un embargo petrolero a Occidente en respuesta al apoyo de estos países a Israel en la Guerra del Yom Kippur, lo que resultó en una escasez de petróleo y un aumento significativo en los precios del crudo. Esto tuvo graves consecuencias para los estados occidentales, incluyendo una inflación significativa, recesiones económicas, crisis energéticas y una mayor conciencia sobre la dependencia del petróleo extranjero, lo que llevó a políticas de conservación de energía y diversificación de fuentes de energía.
- La influencia de la Revolución cubana: los grupos revolucionarios argentinos se vieron muy influenciados por el ejemplo de la revolución, muchos cuadros viajaron a la isla, donde recibieron formación política y militar. Los cubanos apoyaron la instalación de distintos focos insurgentes en América Latina (el más conocido, en Bolivia, donde murió el Che). La revolución cubana fue muy atrayente porque era el ejemplo de una revolución triunfante.
- Creación del Plan Cóndor: Durante este período, varios regímenes militares de América Latina, incluida Argentina, establecieron la llamada Operación Cóndor, una red de cooperación entre servicios de inteligencia para perseguir y eliminar a opositores políticos en el extranjero. Esto permitió la coordinación de esfuerzos represivos a nivel regional.

Causas:

- Inestabilidad económica: El país enfrentaba una crisis económica y social que incluía inflación, desempleo, conflictos laborales y agitación política. Esta situación creó un clima de inestabilidad que contribuyó a la justificación del golpe militar como una forma de restaurar el orden.
- Radicalización política: Argentina había experimentado un período de creciente polarización política en la década de 1970, con una creciente violencia entre grupos guerrilleros de izquierda y organizaciones paramilitares de derecha. Esta violencia política exacerbó las tensiones en la sociedad y proporcionó un pretexto para el golpe militar.
- Intervención de las Fuerzas Armadas: Las Fuerzas Armadas de Argentina expresaron su "preocupación" por la agitación política y social y argumentaron que era necesario intervenir para "pacificar" el país y restablecer el orden.
- Apoyo de sectores empresariales: Sectores empresariales y ciertos grupos de la sociedad civil apoyaron la intervención militar como una forma de poner fin a la agitación y estabilizar la economía.

Consecuencias:

- Violaciones de derechos humanos: La dictadura militar en Argentina se caracterizó por graves violaciones de derechos humanos, que incluyeron detenciones ilegales, torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. Se estima que miles de personas fueron víctimas de estas atrocidades.
- Censura y represión de la libertad de expresión: Se impuso una fuerte censura a los medios de comunicación y a la libertad de expresión. Muchos periodistas y artistas fueron perseguidos y censurados.
- Desaparecidos: La dictadura militar dejó un legado doloroso de "desaparecidos", personas secuestradas por el gobierno y cuyo paradero aún se desconoce. Las Madres de Plaza de Mayo se convirtieron en un símbolo de la lucha por la verdad y la justicia.
- Transición a la democracia: La presión internacional y la resistencia interna llevaron a la caída de la dictadura en 1983. Argentina recuperó la democracia y comenzó un proceso de verdad y justicia para esclarecer los crímenes de la dictadura.
- Juicios y condenas: En años posteriores, se llevaron a cabo juicios contra los responsables de violaciones de derechos humanos durante la dictadura, lo que resultó en algunas condenas significativas.
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¿Qué es el terrorismo de Estado?

Se entiende por terrorismo de Estado a la utilización por parte del gobierno en funciones de prácticas ilegítimas e ilegales, violatorias de los Derechos Civiles y de los Humanos, mediante las cuales causar terror, miedo y sometimiento sobre la población civil. Para justificar este accionar, se alegan razones de seguridad de Estado. 

En otras palabras, se trata de un gobierno que emplea los recursos del Estado para ejercer violencia sobre su propia población. Dichas acciones violentas incluir las amenazas y represalias, el hostigamiento mediante las fuerzas de orden público, pero también el encarcelamiento, la desaparición forzosa o la tortura. 

El objetivo es imponer un orden o una ideología específica en la población, obligándola a la obediencia absoluta. Es clave en la definición del terrorismo de Estado este empleo criminal del aparato del Estado en contra de sus ciudadanos. Bajo ninguna circunstancia se encuentra justificado, ya que precisamente a las fuerzas del Orden Público se les reserva el monopolio de la violencia, pero siempre bajo la obligación de usarla conforme a las leyes.
¿Qué elementos tienen en común tienen todas las dictaduras?

- Concentración del poder: En una dictadura, el poder político se concentra en una persona o un pequeño grupo, como un líder autocrático, un partido único o una junta militar. Esta concentración de poder a menudo se ejerce de manera autoritaria y sin el debido control ni equilibrio de poderes.
- Falta de elecciones libres y justas: En una dictadura, las elecciones suelen ser manipuladas o controladas por el gobierno para mantener a los líderes en el poder. Puede haber un partido único o un sistema de partido dominante que no permite la competencia real y justa.
- Restricciones a las libertades civiles: Las dictaduras suelen restringir las libertades civiles y políticas, como la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de reunión y la libertad de asociación. La represión de la oposición política y la crítica al gobierno es común.
- Violencia y represión: Las dictaduras a menudo recurren a la violencia y la represión para mantener el control. Esto puede incluir arrestos arbitrarios, torturas, ejecuciones extrajudiciales y la existencia de fuerzas de seguridad poderosas que actúan con impunidad.
- Falta de rendición de cuentas: En una dictadura, los líderes y funcionarios del gobierno rara vez son responsables por sus acciones ante el público o un poder judicial independiente. La impunidad es común, lo que significa que los abusos de derechos humanos suelen quedar sin castigo.
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Estudio de casos: los secuestros de la fábrica Ford

Carlos Gareis entró en la Ford en 1962. Fue delegado de su sector durante cuatro o cinco años hasta el año 1972. Carlos trabajaba en la Ford cuando la producción del estampado se hacía con estaño. Hasta ese momento, el procedimiento provocaba enfisema pulmonar porque no usaban máscaras y el estaño entraba por todos lados. Esa era la manera de hacerlo hasta que las cosas lograron ser mejoradas con los reclamos y la organización. 

Luego de dejar su mandato como delegado, continuó en el mismo sector. Dentro de la fábrica, él cumplía turno tarde/noche. Días después del golpe de 1976, el 12 de abril, fue secuestrado en su sector de trabajo por un grupo de militares. Ese día se le acercó un capataz y le dijo que tenía que ir a la oficina. Mientras se lo llevaban al quincho sus compañeros empezaron a canturrear y a pedirles a los militares que lo suelten. ¡“Sueltenlo! ¡Lárguenlo!”, decían. Pero estos le dijeron: "Acá tenés dos opciones: o les decís que sigan trabajando o sos hombre muerto".

El quincho de la planta de Pacheco funcionó como centro ilegal y transitorio de detención. Los secuestrados permanecieron ahí antes de ser derivados a otros lugares. Carlos estuvo desde las seis o siete de la tarde hasta cuando “clareaba”. Durante la noche le pegaron patadas le pusieron alambres y capucha. Al día siguiente, lo llevaron a la comisaría de Tigre, donde también lo golpearon. Ahí vio gente de otras fábricas de zona norte, como Astarsa y Terrabusi. Estuvo como 30 o 40 días incomunicado. Después lo llevaron a Devoto. Y después a la U9 de La Plata y lo largaron a mediados de 1977.

Una de las recurrencias en las causas sobre la complicidad de las empresas con la dictadura es el componente gremial de los secuestrados. Los secuestros en la Ford se produjeron por “oleadas”. Comenzaron el 24 de marzo y se extendieron durante unos dos meses. Se sabe, a la hora del golpe muchos eran integrantes de las comisiones internas de las plantas o estaban muy cerca de esas comisiones. La mayor parte eran comisiones combativas enfrentadas a la burocracia sindical. Para graficar esta complicidad, hay un dato escalofriante aportado por varios trabajadores de la época. Antes del golpe, los integrantes del Ejército comían en las instalaciones de la Ford. Llegaban con tickets de comedor provistos por la empresa como el resto de los empleados.

>> Recurso >> Archivo oral, reconstrucción y testimonios de la Causa Ford

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Estudio de casos: la familia Francese-Bettini

“Primero fue mi hijo, después mi marido y mi yerno. Luego mi madre.” Marta del Carmen Francese de Bettini relató ayer en la primera audiencia del año del juicio “para conocer la verdad” (es decir sin consecuencias penales) que sigue la Cámara federal de La Plata la historia de su familia, destruida por la última dictadura militar. Su hija Marta Mercedes y el abogado Angel Miretta Mendizábal completaron el relato, que aportó datos sobre varios aspectos del terrorismo de Estado: los entierros clandestinos, la complicidad de la jerarquía eclesiástica, los saqueos y los secuestros extorsivos.

La tragedia de la familia Bettini comenzó el 8 de noviembre de 1976, cuando fue secuestrado Marcelo, de 21 años. Su padre, Antonio, un reconocido abogado de La Plata que en esa época se desempeñaba como fiscal federal, consiguió entrar a la morgue policial. Allí no encontró a su hijo, pero vio varios cadáveres, cada uno tenía un cartel colgando del dedo gordo del pie con la fecha en que el cuerpo debía “aparecer” en algún lugar como “muerto en enfrentamiento”. Marta Mercedes, hermana de Marcelo, estaba casada con el teniente de fragata Jorge Devoto, quien preguntó a sus compañeros sobre el destino de su cuñado. Marta del Carmen, la madre del joven desaparecido, probó suerte con los miembros de la Iglesia, confiándose en la militancia católica de su familia.

A través de las gestiones de Devoto, los Bettini se enteraron de que Marcelo figuraba en un radiograma interno como muerto en un enfrentamiento. Antonio Bettini se entrevistó con el comisario Juan Pachelú, quien les informó que el cuerpo del joven figuraba como NN en una fosa del cementerio de La Plata. “Estaba enterrado con otros cadáveres, Jorge fue a reconocer el cuerpo y encontró también los restos de un amigo de mi hijo”, dijo Marta del Carmen frente al tribunal. El cuerpo de Marcelo fue enterrado en el panteón familiar. Alfredo Temperoni, chofer de los Bettini, fue secuestrado y estuvo detenido diez días en La Cacha. El 18 de marzo de 1977, en La Plata, mientras Bettini y Devoto trataban de averiguar qué había pasado con él, su auto fue interceptado por otro coche. A los gritos, varias personas se subieron al auto y los llevaron al Bosque de La Plata. Allí Bettini fue encapuchado y subido a otro coche. A Devoto lo dejaron en el lugar. Esa misma noche los militares allanaron y saquearon la casa de los Devoto, buscando al teniente de fragata, aunque unas horas antes lo habían tenido en su poder. Devoto todavía confiaba en su arma y estaba convencido de que el secuestro de su suegro había sido “un error”. Tres días después de la desaparición de Bettini fue al Edificio Libertad para hablar con sus superiores. “Llorando le pedí que no fuera, pero no hizo caso. Esa fue la última vez que lo vi”, relató su suegra. Devoto fue secuestrado durante su visita a la sede de la Armada.

Por testimonios de sobrevivientes –entre ellos el de Nelva Falcone, que ya declaró en este juicio, y el del chofer Temperoni, que fue detenido por segunda vez– los Bettini pudieron saber que Antonio estuvo secuestrado en La Cacha y que luego fue trasladado a la Escuela de Mecánica por pedido de la Marina. De Devoto no supieron nada aunque la Armada reconoció que lo tenía secuestrado, pues avisaron que iban a pedir un rescate. Pero no hubo novedades hasta 1997, cuando el ex marino Adolfo Scilingo habló de “los vuelos de la muerte”. Ante el juez español Baltasar Garzón, Scilingo declaró que los detenidos eran sedados antes de ser arrojados al mar pero que en el caso de Devoto lo tiraron consciente porque era considerado un traidor. La declaración del ex marino fue aportada por Marta Mercedes, quien además citó el testimonio del “arrepentido” Orestes Vaello ante la Conadep, en donde se detalla el accionar y la composición del grupo de tareas 3.2 que funcionaba en La Plata.

Marta del Carmen y sus dos hijos vivos (Marta Mercedes y Claudio) se fueron a Uruguay, pero temiendo por el accionar conjunto de las Fuerzas Armadas del Cono Sur viajaron a Brasil y finalmente se instalaron en Europa. La pesadilla no había terminado. El 3 de noviembre de 1977 secuestraron a María Mercedes Hourquebie de Francese, de 77 años, madre de Marta del Carmen. El general Ramón Camps justificó esta detención con el argumento de que esa señora “aportaba plata para la campaña de los montoneros en el exterior”. Algunos miembros de la misma familia habían hecho esta denuncia a los militares para, presumiblemente, quedarse con los bienes de los Bettini Francese.

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Estudio de casos: el caso Aurelia Tejerina de la Rosa

Aurelia Tejerina de la Rosa es sobreviviente de El Cilindro, el centro clandestino de detención que funcionó en el Batallón de Municiones 601 de Los Polvorines en tiempos del dictadura militar. Ella vive en Pablo Nogués, y testimonió ante la CONADEP hace más de quince años. Fue secuestrada una noche de fines de abril de 1978, quince días después que su marido, Jesús Lautaro de la Rosa, fuera llevado por un grupo de tareas para nunca más aparecer.

El 27 de julio de 1976 había sido secuestrado su cuñado Gerardo César de la Rosa, y el 29 de marzo de 1977 desapareció su hermano Juan Domingo Tejerina Colombres, quien vivía en Moreno y habría sido visto en la ESMA. Sus vecinos fueron testigos del secuestro por parte de militares y personas vestidas de civil, cuando fue sacada de su casa encapuchada, subida a una camioneta y perderse en la noche.

La noche del secuestro, Aurelia Tejerina fue subida a una camioneta y, según su testimonio en la CONADEP, recuerda perfectamente el recorrido, que le permite concluir que fue alojada en el Batallón de Municiones. Ante la CONADEP, cuyos folios firma de puño y letra, describe las maniobras que realiza el rodado para llegar al lugar, que se encontraba a pocas cuadras de su casa. "Deduce que era la calle Salta por el ruido de una alcantarilla que siempre está con agua. Cruza las vías del ferrocarril Belgrano que inmediatamente dobla a la derecha. Después de un breve trayecto doblan a la derecha, cruzan por segunda vez la vía y siente una campanilla y la voz de una persona que dice "¡Alto!, ¿quién es?". La respuesta fue: "Capitán Griego o Gringo" (no recuerda). Escuchó ladridos de perros (esto se ve desde el tren). Sigue un trayecto corto y la bajan.

Camina unos pasos, pasa por una puerta corrediza (que ve desde adentro) color marrón, baja unos cuatro escalones y la depositan en el piso, sobre una colchoneta. Ante la misma comisión describió el lugar. "Cuando no sintió más ruidos de botas se levantó la capucha y vio un recinto muy grande, con techo de chapa a dos aguas, con un cilindro de hierro de 0,80 centímetros de altura, del cual salían cadenas, en forma radiada. La longitud de cada cadena no pudo observarlas, pero pudo ver hasta 10 metros. En dichas cadenas se encontraban engrillada una persona cada metro, en dos sentidos". Luego de estar varias horas confirmó su conclusión desde el baño del lugar donde estaba detenida, que se encontraba fuera del recinto antes descrito. "Desde allí pudo ver a través de unos ventanales la ruta 197, donde vio pasar el colectivo 365, el F.C. Belgrano, una cancha de fútbol con conscriptos jugando, una laguna, galpones, colectivo verde".

Al describir la situación que se vivía en el centro clandestino de detención recordó que ella se encontraba sobre una colchoneta color verde, desde donde sentía gritos de terror. "Cuando la llevaron a declarar le sacaron las vendas de los ojos y vio que había mucha gente encapuchada declarando en un pasillo largo y que había escritorios. Le preguntaron en qué trabajaba su esposo (había sido secuestrado); en qué andaba su hermano y le dijeron que no busque a su marido porque estaba muerto, que si no los delataba, la soltaban a la noche". Más adelante explica que "la llevaron adentro, y oía pedir socorro, llamen a un médico, agua, comida. Sentía pasos de botas, un golpe y se callaban las mujeres y hombres. Oía gritos de niños.

Cuando llegó la noche (23 o 23:30) se levantó la capucha y vio atemorizada cantidad de gente, "a los que a unos le faltaba el pie, otros los brazos, ojos morados, manos, en el piso había sangre; al lado suyo había una mujer embarazada de 22 o 23 años que la llevaron y no la trajeron. Atrás de sus espaldas había niños de 2 o 3 años que lloraban". Relató que fue sacada del lugar "esa misma noche, a las 2 o 3 de la mañana, sintió botas (tenía un número que cree era el 345), le pusieron un saco y la llevaron entre dos hombres hasta un coche color azul. La dieron varias vueltas, la dejaron en la ruta, en San Martín, en una zanja, que había unos tubos. Se sacó la cinta adhesiva que le cubría los ojos y vio el Falcon color azul que se alejaba". Ante la CONADEP, a mediados de los 80, explicó que "cambió de domicilio y nunca más fue molestada". En cuanto a su testimonio "es la primera vez que la realiza porque tenía miedo en su persona, por haber sido amenazada".

Actualmente la mujer vive en la misma casa de donde la secuestraron y recibe un sueldo del municipio de Malvinas Argentinas, a través de uno de los planes sociales de la Provincia. La llevaron a limpiar el batallón el año pasado, pero se puso a llorar y se descompuso al recordar su cautiverio. La Comisión de la Memoria, a través de funcionarios municipales, la entrevistó durante el mes de enero, pero hasta el momento nunca se dio a conocer públicamente su testimonio. Hubo profesores de la UNGS que conocían el caso e incluso se entrevistaron con la mujer, pero nunca lo dieron a conocer al público ni propusieron de manera firme evitar la destrucción de las posibles pruebas que aún se conservaban en el batallón hasta la semana pasada. No se descarta que existan otros testimonios, entre ellos el que figura en el informe "Nunca Más", donde una persona reconoce el lugar pues encuentra una frase que había escrito mientras estuvo allí y que decía : "Dios mío ayúdame".
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Carta abierta de un escritor a la Junta Militar

El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.

Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.

Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.

Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. […] Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.

Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados. De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aun en las cumbres represivas de anteriores dictaduras. [...] A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal".

Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.

En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar 11, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.

Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron. [...] Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional.

Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aun si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.

Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977






















Dossier Sociología de la Inseguridad

¿Qué es la inseguridad?

El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define a la inseguridad como la falta de seguridad. Este concepto, que deriva del latín securĭtas, hace referencia a aquello que está exento de peligro, daño o riesgo, o que es cierto, firme e indubitable.

Más exactamente podemos determinar que este vocablo, partiendo de su origen etimológico latino, está conformado por la unión de varias partes: el prefijo –in que es equivalente a negación, el vocablo se que puede traducirse como “separar”, curus que es sinónimo de “cuidado” y finalmente el sufijo –dad que equivale a “cualidad”.

Por lo tanto, la inseguridad implica la existencia de un peligro o de un riesgo o refleja una cierta duda sobre un asunto determinado (“Trabajar con esta máquina me da inseguridad, no se cómo funciona”).

Así como existen distintos tipos de seguridad (seguridad alimentaria, seguridad jurídica, etc.), el término inseguridad puede tener diversos usos. Uno de ellos es el aplicado a la seguridad cotidiana o ciudadana, que refiere a la posibilidad de sufrir un delito en la vía pública. 

En un grupo social, la inseguridad es a menudo producto del incremento en la tasa de delitos y crímenes, y/o del malestar, la desconfianza y violencia generados por la fragmentación de la sociedad. El delito es lisa y llanamente la violación de la ley vigente en un estado de derecho y que puede manifestarse de diversas maneras, aunque, en todas ellas se encuentra muy presente la violencia.

El robo a mano armada, el secuestro, la violación, son algunos de los delitos más habituales a los que los seres humanos nos podemos enfrentar y que claro, exacerban nuestra sensación de inseguridad, es decir, están estrechamente vinculados a la experimentación de inseguridad. Cuando en una sociedad proliferan los casos de ataques sexuales, de robos, entre otros, existirá entre los habitantes un estado de alerta constante y por supuesto mucho miedo.

Por el contrario, podría definirse a la seguridad como el estado de calma, defensa y protección en una sociedad o en un conjunto de ciudadanos que, en consecuencia, conduce a una sensación de bienestar común. A su vez, el concepto de seguridad ciudadana también puede referirse a las prácticas de protección y defensa de la ciudadanía por parte del Estado o el gobierno, en pos de transformar un escenario inseguro o violento en uno socialmente armónico.

https://definicion.de/inseguridad/
https://www.definicionabc.com/social/inseguridad.php

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Sociología del miedo

La inseguridad. La sensación de inseguridad. Las distintas inseguridades y las distintas sensaciones de inseguridad. El pasado y el presente. A qué le tienen miedo los argentinos. A qué le tienen miedo los distintos argentinos. El sociólogo Gabriel Kessler es un referente ineludible a la hora de analizar las narrativas del temor. Aquí, su visión aguda y desprejuiciada sobre un tema que llegó a la agenda política, dice, cuando el miedo entró en los sectores altos.

Por Cristian Alarcón

–¿Cómo historiar el miedo en la Argentina?
–Si uno parte de las percepciones que tiene la gente, la temporalidad de hoy es muy corta. O sea, las personas de distintas clases y grupos perciben que la inseguridad empezó hace como máximo una década. Lo interesante es que si uno mira encuestas que hay desde el comienzo de la democracia, desde el ’85 mostraban que el 50 por ciento de las personas temía ser asaltado en la calle. En el ’87 la violencia callejera ya aparece como una preocupación muy fuerte y hay una crítica a la política de Alfonsín contra los delitos. Es decir, en los primeros años de la democracia, cuando la imagen de hoy es que ésa fue una “época dorada” de la seguridad, ya aparece un temor al delito fuerte.

–¿La memoria del inseguro es corta?
–Creo que distintos temas tienen temporalidades distintas. Si uno compara con la imagen mítica de la Argentina de clase media, la temporalidad es más alta: se remite a los ’50 o ’60. El sentimiento de seguridad siempre es retrospectivo; se va reconstruyendo. Cada época tiene nostalgias de la situación anterior. Lila Caimari cuenta que en los años ’30, cuando empiezan a aparecer los autos y las armas de asalto, la tecnología, se tenía cierta nostalgia de épocas más seguras

–¿Qué cambia en las últimas dos décadas?
–Los dos cambios fuertes son quién tiene miedo y a qué se tiene miedo. Lo central, si uno compara mediados de los ’80 y comienzos de los ’90, el cambio es que los hombres de clase media y media-alta comienzan a tener miedo. Hasta fines de los ’80, quienes más miedo tenían eran quienes vivían en los suburbios, las mujeres, los ancianos y los votantes de derecha, que en esa época era la UCeDé. No necesariamente añoraban la dictadura sino que se da un cruce de temor securitario e ideología de derecha, que es algo que veremos mucho después.

–¿Cómo fue calzando la percepción de la “inseguridad” con los discursos sobre la seguridad?
–El temor ingresa a la agenda pública a partir de que lo expresan los hombres de mayores recursos. Claro que también en la medida que aumenta el número de víctimas, que es un dato ineludible. Por otro lado el discurso de los medios también cambia: deja atrás la época de los “casos”. Desde mediados de los ’80, en crímenes como los de Giubileo, Brian o Mustafá, aparece la figura de la mujer victimizada, o la niña abusada, que tienen algún tipo de relación con la dictadura. En ellos de algún modo más subrepticio aparece una reminiscencia de la dictadura. En algunos porque aparece lo que se llamaba la “mano de obra desocupada”: caso Sivak, Sánchez Reise. Y el otro porque eran crímenes que tenían que ver con poderes que se habían legitimado durante la dictadura, como la malversación de fondos o tráfico de órganos.

–¿Por qué le parecen tan importantes esos casos policiales?
–Permanecen en la memoria colectiva. Es decir, hoy todavía cuando se habla de crímenes, no siempre el temor es a los pibes chorros. En el interior, en mujeres sobre todo de sectores populares, es miedo al poder. Miedo a “que te lleven y no te traigan”. Las mujeres desaparecidas de las redes de prostitución son un tema presente en la construcción del miedo. Pero en las ciudades donde hay poderes que se ven como más impunes, como difícilmente manejables, el temor es más fuerte. Esto complejiza la mirada más simple de la inseguridad ligada a la cuestión social.

–Usted analiza las narrativas del temor. ¿Existe una clasificación de esos relatos del miedo?
–Entre los más autoritarios hay, como explicaba, una que sería claramente un capítulo más de una lucha entre subversión y Nación. Pero otro muy temerario es el de la heterofobia: todo lo que es distinto a mí es peligroso. Ese discurso se encuentra en los sectores bajos y en sectores altos. En los sectores bajos, en la construcción de la alteridad con el vecino. Es peligroso porque tiene una moral distinta, porque es extranjero. Los llamo “los encerrados”, porque todo lo que es distinto al círculo íntimo es potencialmente peligroso. Algo similar se ve en los sectores altos, en el country, y en la Capital: desconfianza a la empleada doméstica porque no necesariamente me va a robar pero podría estar de acuerdo con alguien; desconfianza a los piqueteros, a los cartoneros. “Ahora hay gente que antes no existía”, dice una de mis entrevistadas. La degradación social genera nuevos sujetos que generan desconfianza: nuevos personajes en el espacio público que no estaban antes y que pueden bascular entre la legalidad y la ilegalidad, más a lo mejor por necesidad que por carácter. No se les adjudica a todos portación de armas, ni necesariamente un peligro. Para el temeroso no son quizás esencialmente riesgosos, pero hay un riesgo porque son la emergencia de un sujeto.

–¿Qué siente la mayoría?
–La mayoría de las narrativas están en un discurso securitario intermedio. Creo que algo central es que a veces las encuestas contribuyen a ver el temor como en una foto, como si el estado constante de una sociedad fuera el pánico. Que parte mayoritaria de la población diga que su primer problema es la inseguridad, o asegure sentirse insegura, no quiere decir que tengamos una población que viva en estado de pánico. A veces esa expresión tiene una intencionalidad política. Uno usa la encuesta para decir acá hay algo que no me gusta y quiero que esté en la agenda pública. El temor, como todo sentimiento, es oscilante, cambiante, tiene intensidades diversas, aparece, desaparece.

–¿Cómo se mide la inseguridad?
–Oficialmente sólo se mide en lo que se llaman las encuestas de victimización, que tienen una continuidad bastante irregular. Desde el 2003 en adelante se hizo una pero aún no están los datos. La pregunta estandarizada mundialmente es: “¿Cuán seguro o inseguro se siente usted en la calle?”. Lo que se le critica es que es muy inespecífica. Cuanto menos específica la pregunta, más riesgosa. La tendencia mundial es preguntar cada vez más puntualmente a qué se teme, porque la gente no teme al delito en sí; teme a la violación, o lo que pase a su hijo, o que le roben las cosas. Cuanto más alto es el error más imagen de sociedades aterrorizadas se construye.

–La radio habla de las “preocupaciones de la gente”.
–Es que también se mide lo que se llama “la preocupación”. Cuáles son los temas que le preocupan más. En general, temor y desempleo están siempre cabeza a cabeza primeros en la agenda pública. Luego se intenta medir “percepción de riesgo” y temor. Al trabajar en esas tres dimensiones se ve que muchos grupos son más fuertes en una de las tres. Por ejemplo, los varones de la clase media tienen mayor preocupación securitaria y menor percepción de riesgo. Los jóvenes también. Las personas con baja tasa de exposición, o sea que están poco en la calle, pueden tener mucha preocupación securitaria, mucho temor, y bajas probabilidades. Es necesario complejizar, porque si no las encuestas dan imágenes, en todo el mundo, muy altas. Evitar que esa imagen difusa se contamine de otras inseguridades que no tienen que ver con delito.

–¿A qué se le tiene más miedo?
–Hay temores compartidos y otros que están cruzados por clase, por sexo, y por edad. Sin lugar a dudas, lo que está detrás de todo es el temor al ataque físico. Y lo que aparece muy fuerte es el temor al ataque sexual. Hicimos trabajos en distintas ciudades para ver cómo la escala poblacional influía en el tipo de temor. Lo interesante es que a cada escala poblacional hay una cultura local de seguridad. Para decirlo de una manera general, en el Gran Buenos Aires hay temor sobre todo a que te maten, en Capital Federal al robo violento. En Córdoba a que entren a tu casa y a que no se traslade la “inseguridad” del Gran Buenos Aires a Córdoba. En ciudades pequeñas, el robo de la casa mientras no están en ella. Y en pueblos o ciudades muy pequeñas, el robo de las gallinas. Es decir cada escala poblacional tiene un techo en sus temores.

–¿Cada escala tiene conciencia del miedo de los otros?
–El miedo es, como todo sentimiento, esencialmente comparativo. Se compara con lo que había antes y con lo que debiera ser. Es decir, parte del temor en Buenos Aires es por la asociación de que antes esto era más seguro. Además existe un efecto comparativo espacial. En las ciudades pequeñas hay una clara sensación de que acá no es tan terrible como en otros lados. En un pueblo pequeño habían ido a la cabecera del partido, al foro de seguridad. Volvieron diciendo “esto es el paraíso, nosotros nos ponemos mal por el robo de una gallina y a ellos les secuestran y matan a los hijos”.

–¿Cómo se percibe a Buenos Aires?
–Se percibe un área metropolitana sumamente violenta sobre todo por los canales de televisión. Y el temor de que ese delito vaya yéndose hacia el interior, porque los corre la policía, porque “acá la gente está menos avispada”, porque “allá cada vez va a haber menos oportunidades”. La hipótesis del “contagio” es muy fuerte. A mí me parece que eso como hipótesis tiene un riesgo muy fuerte de heterofobia, de un temor a todo lo desconocido. Parte del reaseguro de las ciudades más chicas es que “acá nos conocemos todos”.

–¿Qué factores propios del territorio influyen en la construcción del miedo?
–Es interesante cómo se generan los temores locales en distintos barrios, en distintas ciudades. A lo que se le teme en determinado momento está influido por un hecho local. En el GBA siempre hay un homicidio, una violación, algo que es contado, analizado, dicho. Es territorial en el sentido de que la víctima es del territorio. Luego aparecen las hipótesis: que si vino de afuera o vino de otro lado; en qué andaba, si fue una ajuste de cuentas, si fue una víctima inocente. Ese hecho tiene una impronta local fuerte que se articula con la agenda nacional. Hice trabajo de campo en el momento de los secuestros, y aun entre gente muy pobre el temor al secuestro estaba ahí flotando. La agenda de seguridad se construye de acuerdo con algunos hechos locales y a aquello que los medios pongan como el delito en la ola de inseguridad. Si no, el mayor temor debería ser la muerte en accidentes de tránsito, que comienza a estar en la agenda, pero durante años fue considerada una catástrofe natural.

–¿La agenda de la seguridad está cambiando?
–Comienza a haber en ciertos sectores de la sociedad una conciencia de que vivimos con una agenda de seguridad muy estrecha, muy centrada en el microdelito urbano y con un claro corte de clase –joven, varón, morocho, de sectores marginalizados–. En muchos sectores aparece la inseguridad frente al transporte, los patovicas, la policía, el medio ambiente. Hay otros registros de la “inseguridad” a partir de la tragedia de Cromañón, la corrupción policial y la inseguridad vial. Falta entrar algunos temas fundamentales como delito de cuello blanco, fraude, corrupción, pero por lo menos se va corriendo la agenda del microdelito urbano y la cuestión social. Y si uno tiene una mirada hacia el interior, allí el temor al poder también forma parte de la agenda de seguridad.

–¿Cómo son las regulaciones que se plantean en los sectores populares?
–Percibo nuevas formas de regulación local frente a lo que se había visto en algún momento como la emergencia del delito interno: que el vecino te robe. Eso generaba sentimientos encontrados. Es el hijo del vecino. Es alguien que conocés desde chico, que podría ser tu hijo. Cómo hacer la regulación cara a cara era algo muy fuerte. Si lo tengo que volver a ver, qué hago. Y luego, cómo hacer estrategias de seducción y de evitamiento con aquel que fue tu victimario el día anterior. Se generaban una serie de movimientos locales, pequeñas estrategias. En algunos casos los barrios encontraron formas de regulación local del temor interno. Desde formas más concertadas de acuerdos con los chicos, hasta formas más represivas con la ayuda de la policía o con justicieros locales, e ilegales, pero me da la impresión de que la idea es que ya no es un problema nuevo. En muchos casos la gente dice que está mejor que hace cinco años, o porque los echaron, o porque acordaron, o porque los metieron presos o porque murieron. Hubo distintas estrategias, regulaciones del espacio y el tiempo: por la derecha es seguro, salir por la izquierda no tanto; entrar a las ocho es seguro, pasada las ocho y media ya es inseguro. Hay una regulación mayor que da la supuesta sensación de seguridad que no es tal. Lo significativo es la ausencia del Estado en su versión democrática.

–Los sectores populares logran tener menos miedo.
–Una de las cosas novedosas es que aun en los sectores bajos hay una desidentificación del delincuente, algo que ha analizado Rossana Reguillo. Trabajando con comerciantes en barrios populares aparece la idea de que cualquiera puede robarte. Ya no es solamente la imagen estereotipada de que el chico de gorrita va a robar.

–¿Eso es bueno o malo?
–Contribuye por un lado a aumentar la inquietud frente a lo desconocido pero al mismo tiempo uno puede pensar que lo positivo es que reduce el estigma con algunas figuras. Se empieza a ver algo que los medios ayudan a construir de manera errónea, que es que la estética del pibe chorro es una estética de los jóvenes de sectores populares que no tiene nada que ver con el delito en sí mismo. Aumenta la inquietud pero ecualiza determinados prejuicios.

–Usted fue el primero que habló del amateurismo en el delito juvenil. ¿Esto sigue así?
–Hay una heterogeneidad del delito. Hay pibes chorros que ya no son part-time, hay algunos que van y vuelven, otros que entraron en la carrera delictiva. Hay distintos grados de relación con lo ilegal. En el mismo delito juvenil hay una heterogeneidad de figuras que es propia de una época y de un aumento del delito. De la experiencia, de distintos vínculos con el poder y con la policía, con el mercado de trabajo. Todavía no tenemos del todo claro en la Argentina las distintas formas heterogéneas que tiene el delito.

–¿Qué pasa con “jerarquías” delictivas?
–Lo más importante para tener en cuenta en las políticas es poder sacarse de encima la idea del delito juvenil como indicador del delito en total. Hay investigaciones muy rigurosas que se hicieron sobre los jóvenes que muestran que cometer un delito en la juventud de ningún modo implica cometerlo en la adultez. Por eso la idea de la “carrera” de delincuente está totalmente cuestionada. Y eso ya obliga a cambiar las políticas. Eso obliga a trabajar fuerte antes de la judicialización. Porque si cometer un delito no obliga a ser delincuente toda la vida, entrar a los vericuetos de los circuitos de internación consolida: hace la profecía autorrealizada.

–¿Cómo ve la comunidad al que delinque?
–Hay una cosa a favor que es la baja estigmatización que tiene el delito en las comunidades, que yo llamo lógica de provisiones. La posibilidad de alternar actividades legales e ilegales, la lógica de provisión, es aceptada, no segregada. Es aceptada aunque no deseada, por grupos de pares. Eso tiene algo positivo y es que permite más fácilmente estrategias comunitarias de integración

–¿Se diferencia entre quienes manejan la violencia y quienes no?
–Aparecen distintas figuras. Una de ellas son los “pibes grandes”. Son aquellos que uno podría decir que están quizás entre acciones legales e ilegales, en la treintena, y la ventaja que se ve en ellos es que ya saben dosificar la violencia. No son los históricos.

–¿Por sobre ellos quiénes están?
–La gente grande, o gente respetable. Gente del delito profesionalizado. Por encima los dinosaurios. Y por debajo los pibes chicos y los atrevidos. Estos últimos están muy cercanos, son los que pueden hacer cualquier cosa, no saben dosificar la violencia, muy parecidos a los “cachivaches” y los “mamarrachos”. Pero hay una zona intermedia de gente que aprendió, que sobrevivió y que aprendió a dosificar la violencia.

–Cuya virtud sería saber regular la violencia...
–Mantener el barrio en paz, tener algún control sobre los de abajo. Y tener algún tipo de injerencia en la vida comunitaria local.

–¿Qué pasa en esos lugares con quienes no han aprendido estas regulaciones?
–Me parece que una de las cuestiones interesantes es el peligro de estar aislado. En algunos lugares complicados estás protegido cuando tenés una cantidad más o menos respetable de vínculos que hacen que seas conocido, puedas negociar, recuperar lo robado, no vuelvas a ser victimizado. Que tengas algún tipo de “respeto” o “conocimiento”. En algunos lugares, quienes no tienen respeto o conocimiento como estrategia encierran a los hijos. Conocí chicos que ya habían llegado a la adolescencia o la primera adultez que tienen contados los días que habían salido a la calle. En ellos, más allá de los traumas que implica no salir, producía una nueva vulnerabilización. No ser visto como parte de las tramas locales, ser visto como un extraño en el mismo lugar donde se vive, o como alguien que desprecia los sectores locales, vulnerabiliza más.

https://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-84939-2007-05-14.html

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El camino equivocado

Según los registros del Centro de Admisión y Derivación de Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal porteño, la mayoría de los ingresos es por delitos contra la propiedad sin armas. De ese total, casi la mitad son robos que no llegan a producirse. En 2016 ingresaron seis adolescentes por homicidio doloso. Solo uno tiene menos de 16: el acusado del crimen de Brian Aguinaco.

Por Mariana Carbajal

Si el Gobierno busca resolver el problema de la inseguridad con la baja de la edad de imputabilidad de las personas menores de edad, equivoca el camino. Las estadísticas oficiales muestran que los delitos graves en los que están involucrados son pocos, de acuerdo con los registros del Centro de Admisión y Derivación de Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal de la Ciudad de Buenos Aires (CAD). La mayoría de los ingresos (53,5 por ciento) es por delitos contra la propiedad sin armas y de ese total, casi la mitad (44,6 por ciento) es robo en grado de tentativa, es decir, no llega a producirse. “Sin quitarle importancia al tema de los chicos en conflicto con la ley penal, no se puede ignorar que la mayoría de los ingresos son por delitos menores. La relación entre delitos cometidos por personas menores de edad con los adultos es absolutamente asimétrica. La baja de la edad de imputabilidad más allá de que jurídicamente es inconstitucional y va en contra del principio de no regresividad de los derechos humanos, es absolutamente irrelevante a los fines que supuestamente persiguen. Por otro lado, está probado en el mundo que ni el endurecimiento de las penas ni la penalización a edades cada vez más tempranas haya tenido ese resultado”, advirtió a PáginaI12 la abogada Marisa Graham, profesora de Derecho de la UBA y ex subsecretaria de Derechos para la Niñez, Adolescencia y Familia, durante el kirchnerismo.

Imputabilidad. El Centro de Admisión y Derivación se creó durante la gestión anterior para evitar que los chicos fueran a comisarías, donde convivían con adultos. En 2016 ingresaron al CAD, seis adolescentes por homicidio doloso, Los delitos por los cuales los pibes son aprehendidos por las fuerzas de seguridad son prima facie la carátula que le llega al CAD. De ellos, dos tienen 16 años, tres 17, y uno, 15 años, que es chico detenido en Chile por el crimen de Brian Aguinaco, en el barrio de Flores. De los seis, solo uno no es imputable, por su edad.

Penalización. Las estadísticas del CAD de 2015 muestran que solo el 6,1 por ciento de los egresos corresponde a delitos contra la propiedad con armas. Pero las armas no siempre son de fuego. De ese total, que involucra a 185 delitos, casi 6 de cada 10 fueron punibles. Casi el 93 por ciento correspondió a varones. Si se miran los cuatro delitos más frecuentes, robo a mano armada (112 hechos), tentativa de robo a mano armada (57), robo a mano armada de vehículo (6) y robo a mano armada poblado en banda (3), fueron penalizados el 64 por ciento de los delitos. El resto, se resolvió con el egreso para volver con su familia.

Mitos. Los datos, que nunca se habían difundido hasta ahora, son parte de un informe elaborado por la gestión anterior para desterrar mitos y falsas creencias sobre la delincuencia juvenil, explicó Graham. Si se toma la totalidad de los delitos registrados en el CAD en 2015, que ascendieron a 3033 hechos y tienen que ver con 2539 causas penales, se observa que el 53,5 por ciento, corresponde a delitos contra la propiedad sin armas (1623). Le siguen los delitos contra el Estado y el orden público, con el 17,9 por ciento de los hechos (de los cuales casi la mitad de las aprehensiones –46,8 por ciento– se consignaron como atentado y resistencia a la autoridad; y 40,9 por ciento, por infracción a la ley de Estupefacientes, es decir, mayormente casos de adolescentes fumando un porro; y en tercer lugar, por tenencia de armas, en 7,6 por ciento de los hechos). A continuación, se ubican los delitos contra las personas sin armas (13,5 por ciento); otros delitos (7,8 por ciento); delitos contra la propiedad con armas (6,1 por ciento); delitos graves contra las personas (0,9 por ciento) y delitos contra la integridad sexual (0,2 por ciento). Sumando los primeros cuatro tipos de delitos, se llega al 95,7 por ciento de los ingresos en 2015 al CAD. Ninguno de ellos son delitos graves.
Graves. Los delitos graves contra las personas fueron: 8 presuntos homicidios, 4 secuestros extorsivos y 10 privaciones de libertad. Hay que tener en cuenta que la estadística se refiere a delitos y no a cantidad de chicos en conflicto con la ley penal. En general, un adolescente puede ingresar con más de un delito que se le adjudica. Luego la justicia determinará si es o no culpable. Los delitos más graves, contra la integridad sexual, en todo 2015, fueron 7, el 0,2 de los delitos ingresados en los registros del CAD.

No punibles. En relación a menores de edad en conflicto con la ley penal no punibles, a lo largo de 2015, hubo una averiguación de homicidio, 6 privaciones ilegítimas de la libertad y 1 secuestro extorsivo.

Eslabón. “Es evidente que para los medios de comunicación hegemónicos y en general para la opinión pública muy manijeada por esos medios, le resulta mucho más perturbador escuchar que un pibe o una chica cometieron un delito a que lo haya cometido un adulto. Eso también tiene que ver con una sociedad patriarcal y autoritaria. Definitivamente el tema de los niveles de seguridad, que no es un tema menor para nuestra sociedad, no está determinado por la supuesta delincuencia juvenil. Los números lo demuestran con contundencia. Pero sucede que la cadena siempre se corta por el eslabón más débil”, observó Graham.

https://www.pagina12.com.ar/12687-el-camino-equivocado

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Delito y felicidad

Por Esteban Rodríguez Alzueta*

En una canción de Intoxicados, Pity Álvarez nos cuenta una escena recurrente y la rodea con estas palabras previsibles y enigmáticas a la vez, que escandalizan y maravillan: “Hola señor kioskero, vengo en busca de su dinero, ponga las manos arriba y présteme mucha atención: mi familia no tiene trabajo y yo trabajar no quiero, por eso ponga el dinero en esta bolsa por favor.”

Suele escucharse que la desigualdad es uno de los factores que deberíamos tener presente a la hora de comprender los delitos callejeros y predatorios en la gran ciudad. Una hipótesis que, en los últimos años, fue matizada por algunos investigadores. Para estos investigadores, no serían tanto las grandes desigualdades sociales lo que deberíamos mirar sino las pequeñas desigualdades sociales. En otras palabras, el problema no es la rabia sino, sobre todo la envidia.

La rabia y las grandes desigualdades sociales

La incorporación de la desigualdad social fue una tesis importante para complejizar la mirada economicista que se tenía en los ’90 a la hora de comprender los delitos callejeros que se cargaban a la cuenta de pobreza o las carencias económicas en general. De hecho, en aquel tiempo, había tres variables que iban juntas: el encarcelamiento, el delito callejero y la desocupación. ¿Por qué hay cada vez más gente encerrada? Porque se cometen más delitos. ¿Por qué aumentan los delitos comunes? Porque aumentó la desocupación. Es decir, las interpretaciones economicistas, en principio, servían para explicar lo que estaba sucediendo en determinados sectores sociales. Digo “en principio”, y entre comillas, porque se trataba de una interpretación que no ayudaba a comprender lo que estaba pasando en esa misma década, en provincias como Chaco, Formosa, o Salta, donde no solo la población carcelaria no había aumentado exponencialmente, sino que tampoco el delito guardaba proporción con la desocupación que era, dicho sea de paso, muy mayor y la marginalidad resultaba ser más extrema. De modo que no podía cargarse el delito a la cuenta de las necesidades insatisfechas, porque de ser así, en aquellas provincias deberían haberse cometido más delitos.

Por eso, aparecieron algunos criminólogos como Mariano Ciafardini que, haciéndose eco de la nueva criminología anglosajona, empezaron a decir que el problema no era tanto la pobreza sino la desigualdad social, esto es, los contrastes sociales abruptos que existen en determinados conglomerados urbanos. Es decir: lo que hay que mirar no son las condiciones objetivas sino las condiciones subjetivas, el problema no es la pobreza sino sobre todo cómo se vive esa pobreza. Son interpretaciones tributarias de las lecturas de Gramsci, Althusser y E.P: Thompson, que no estaban negando la pobreza sino complejizando la mirada sobre el delito, sugiriendo que había que leer la pobreza al lado de la desigualdad social.   

Para ponerlo con un ejemplo: si en frente de mi villa hay un countrie, si yo vivo en un chaperío de dos por dos y en frente de mi casa hay una mansión, si yo me muevo a pata o en bicicleta y el vecino se desplaza en un BMW, es muy probable que mi pobreza la experimente como algo injusto, con indignación. Por el contrario, en Chaco, al lado de mi rancho hay otro rancho, y al lado otro y así. Es decir, el problema es la brecha social, la desigualdad en determinados ámbitos urbanos aceleradamente segregados y deteriorados.

Una desigualdad que será tramitada con rabia. Recordemos lo que decía Hannah Arendt: rabia es el sentimiento que tenemos cuando las cosas podrían ser de otra manera y sin embargo no lo son. La rabia es la manera de expresar la indignación que sienten esos sectores, una indignación, dicho sea de paso, que puede asumir dos grandes formas diferentes: la protesta social o el delito callejero. 

Ahora bien, esto que sirve para explicar lo que sucedió en los ‘90 y la primera década del este siglo, en torno a la crisis del 2001, ya no sirve para entender lo que está pasando ahora desde, por lo menos, hace una década.

La envidia y las pequeñas desigualdades sociales

Hace unos años, Fracois Dubet publico La época de las pasiones tristes, un libro que tiene un subtítulo que sugiere otra pista para entender la expansión de los delitos callejeros y predatorios: De cómo este mundo desigual lleva a la frustración y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad mejor. ¿Qué nos dice Dubet? Que se ha transformado el régimen de las desigualdades; que las desigualdades se han multiplicado, diversificado y se individualizan, y que todo ello transforma profundamente las vivencias que tenemos de las desigualdades. En otras palabras: lo que hay que mirar no son las grandes desigualdades sociales sino las pequeñas desigualdades, el problema no son las desigualdades de patrimonio sino las llamadas desigualdades de ingreso.

Me explico: Uno no se compara con el que está lejos sino con el que está cerca, uno no se compara con el que vive en frente sino con el compañero de banco de la escuela, con el que vive al lado de nuestra casa, con los amigos que se juntan todos los días en la misma esquina. Ya no se miran las desigualdades sociales desde el punto de vista de la clase (una clase encuadrada en un sindicato o partido), sino desde el punto de vista de los individuos, ya no se mira la vida con conciencia de clase (intereses comunes) sino con las frustraciones personales (intereses individuales).   

Ya hace unos años, el sociólogo argentino, Gabriel Kessler, en un artículo muy interesante que se llama “Ilegalismos en tres tiempos”, publicado en 2014, donde revisa algunas de las tesis formuladas en su libro de 2004, Sociología del delito amateur, nos advertía que debíamos empezar a mirar el consumo, el auge del consumismo, las contradicciones que generaba el “consumo para todos”: porque el consumo no genera conciencia social sino más ganas de seguir consumiendo. El consumo puso a los jóvenes cercanos entre sí a compararse constantemente, y eso puede generar envidia, resentimiento, y puede empujar a los jóvenes hacia experiencias violentas. Por eso se preguntaba Kessler: ¿Cuánto del delito amateur hoy día está vinculado a la envidia? Es decir, la envidia o el placer vinculado al consumo, la renovación de la promesa del consumo, está reconfigurando la privación relativa.

Trabajo o consumo

El mercado ha reemplazado el lugar que tuvo el Estado alguna vez, la vida se fue mercantilizando. Con el desmantelamiento del Estado Social ese lugar lo fue ocupando paulatinamente el mercado y un aparato publicitario capaz de encantar a cualquier mercancía. Como escribieron Ignacio Lewkowicz (Pensar sin estado), Silvia Duschatzky y Cristina Corea (Chicos en banda): Hoy día el mercado constituye la meta-institución dadora de sentido y forjadora de lazo social. El mercado es un fenómeno social y moral a la vez. Las mercancías son capaces de crear comunidad (lazos sociales), pero también aportar identidad (pertenencia social). En el centro de la comunidad ya no se encuentra la escuela, la industria y sus sindicatos, es decir, ya no está la cultura del trabajo. El trabajo –agrega Richard Sennett– se ha ido corroyendo, no es la experiencia que nos permite proyectarnos, que abre un horizonte de vivencias mejores.

Hay muchos jóvenes que nunca vieron a sus padres y abuelos o a los padres y abuelos de sus amigos, trabajar, es decir, con un empleo estable que les permita proyectarse. La desocupación y el trabajo precario son experiencias crónicas. Más aún, para muchos jóvenes el trabajo es una experiencia llena de frustración y broncas. Crecieron viendo a sus padres que no dan pie con bola, que se la pasan changueando y van para atrás, los ven cada vez más agobiados y cansados, que el trabajo es fuente constante de peleas interminables al interior de la familia.

Hablamos, además, de jóvenes que pendulan entre la desocupación, la ayuda social y el trabajo precario, es decir, entre el ocio forzado y la sobreocupación. Jóvenes que encuentran en la experiencia del consumo la oportunidad que ya no encuentran en el mundo del trabajo, de agregarle una cuota de felicidad y distracción a sus vidas estalladas. Y eso no significa que no busquen trabajo, pero el trabajo ya no es algo que los identifica, no es una experiencia alrededor del cual organizar un proyecto vital.

Como dijo Paul Willis, lo que estructura y encuadra la vida de estos jóvenes no es el trabajo sino el consumo. Jóvenes que no se sienten “trabajadores” pero se sienten consumidores. Dice Willis: “Aunque ahora son desocupados y pobres, no se ven a ellos mismos como trabajadores votando por un partido de trabajadores, sino como consumidores votando a los conservadores.”

No hay que perder de vista que en el centro de esta sociedad neoliberal están las mercancías con su capacidad de transformar la vida en otra cosa, de dotarla de energía moral y aportar dosis efímeras de felicidad, pero felicidad al fin. Las mercancías son cosas deseadas, fantaseadas, son objetos morales. Las mercancías son una suerte de “cajita feliz”, llena de promesas, cosas divinas, que pueden alegrarnos el día y hacernos olvidar montones de cosas, al menos mientras dure el derroche.

Entonces su identidad se sitúa en el centro de la cultura del consumo, un consumo que se organiza alrededor de otras dos ideas complementarias: el rechazo al trabajo (el desencantamiento del mundo del trabajo) y la fetichización del ocio y el gasto inútil (encantamiento del mundo del ocio).

Lo voy a decir con otro ejemplo: Si estos jóvenes viven a la escuela como una experiencia violenta será porque le habla de un mundo que no es el que les toca, que no tiene ganas de entenderlos. Cuando mí maestra me desaprobaba, me decía “esforzate que vas a llegar”. Era una lección que podía chequear en mi casa, yo veía a mi padre y mi madre esforzarse, y veía que esos esfuerzos eran recompensados, que con el tiempo empezábamos a irnos de vacaciones a Mar del Plata, que nos empilchábamos mejor. Pero hoy estos jóvenes ven que sus padres van para para atrás. Entonces, cuando un maestro les dice a estos jóvenes “esforzate que vas a llegar” es una lección que no pueden corroborar en su trayectoria familiar, y se sienten ofendidos, ven que la escuela los está dejando solos, porque les está hablando de un mundo que para ellos no existe. Para decirlo otra vez con Willis: “el Estado se está convirtiendo en enemigo, no en amigo, porque no está respondiendo a las cuestiones que todos los jóvenes viven o experimentan.”  

Pero cuidado, el rechazo al trabajo no es patrimonio de estos jóvenes: también las elites y las clases medias rechazan cada vez más el mundo vinculado al trabajo para valorizar cada vez más la cultura del ocio, la aventura o la diversión. Vaya por caso el auge de la industria del turismo y el espectáculo (viajes por el mundo, mundo Netflix; las escapadas durante el fin de semana largo, recitales y festivales o mundo Lollapalooza). Solo que, en aquellos jóvenes, el rechazo al trabajo se tramita de otra manera, con otras prácticas, otros rituales.

Quiero decir: Estos grupos juveniles son “subculturales” no por tener otros valores sino por tener diferentes rituales, por tramitar los valores con prácticas enmarcadas en otros rituales. No está de más tampoco recordarnos que el consumo nunca es pasivo, que los jóvenes no son un maniquí que se viste con la moda de turno. El consumo es un campo de batalla por definir la cultura. Las subculturas juveniles son la expresión de esas disputas siempre abiertas, que siempre se pueden dar. Tener una relación con las cosas significa soñar con ellas, cambiar las relaciones sociales. Las relaciones sociales nunca están desnudas, siempre están mediadas por cosas encantadas, de modo que vestir de determinada manera, usar una visera o determinadas zapatillas, modifica las relaciones.

Ya sabemos que la mercancía no se define por su utilidad sino por lo que representa en el universo donde se mueven los pibes, por las promesas que nos hacen. La mercancía es una promesa de felicidad instantánea, puro presente, a la altura del mundo efímero donde vive el joven sin futuro. A diferencia de la política y la religión, que desplaza la felicidad para tiempos mejores, que promete la felicidad hacia el futuro, las mercancías le prometen la felicidad aquí y ahora. Sobre estos temas recomiendo los trabajos de Ariel Wilkis (Las sospechas del dinero. Moral y economía en la vida popular) y Pablo Figueiro (Lógicas sociales del consumo. El gasto improductivo en un asentamiento bonaerense)

Un trampolín a la felicidad

Ahora bien, para acceder al consumo se necesita dinero. Y ese dinero si no lo provee la familia ni la ayuda social, en algunos casos se lo pueden proporcionar los propios pibes derivando hacia el delito. Como dijo el Indio Solari: “Si Nike es la cultura, Nike es mi cultura hoy”. Es decir, si mamá y papá no me pueden comprar esas zapatillas porque la economía familiar se ha desfondado, entonces empezá a correr porque yo también quiero existir. Digo, el delito empieza a ser una opción posible dentro del campo de experiencias de estos jóvenes.

Para decirlo con las palabras de otro sociólogo argentino, Sergio Tonkonoff, en un maravilloso artículo que se llama “Tres movimientos para explicar por qué los pibes chorros viste ropa deportiva”: si los mal llamados pibes chorros cambian el botín por plata, y con la plata se compran ropa deportiva cara, eso quiere decir que los mal llamados “pibes chorros” son más pibes que chorros, es decir, que en el delito no hay política o contracultura, sino sobreidentificación con los valores culturales promovidos por el mercado con los cuales se identifican. De modo que estos jóvenes puede que estén excluidos o marginados económicamente hablando, pero se sienten culturalmente incluidos. 

Cuando el mercado presiona para que los jóvenes asocien sus estilos de vida a determinadas pautas de consumo y estos jóvenes encuentran además en el consumo de objetos encantados la fuente de felicidad terrenal, entonces el delito será una vía de acceso rápido.   

Eso no me arregla a mi

Cuando el mundo de trabajo se ha desdibujado y los jóvenes ya no creen en la cultura del trabajo, cuando el trabajo es una experiencia penosa, pretender interpelar a los jóvenes con un plan trabajar, reclamarles sacrificio en el presente en función de un supuesto bienestar futuro es una consigna muy poco atractiva.

Por eso otra pregunta con la que nos vamos a medir en la próxima década es cómo competir con el consumo, cómo evitar que los jóvenes deriven hacia el delito para alcanzar la felicidad asociada al mundo del consumo. Reclamarles que lleven una vida austera es, por lo menos, una broma pesada.  

Para decirlo de manera tajante: el trabajo ya no dignifica. Para estos jóvenes el trabajo no es fuente de felicidad sino de angustias y frustraciones. Ofrecer trabajo, pretender convertir los planes sociales en un trabajo digno, cuando el trabajo no se encuentra en su radar, es una manera de seguir lejos de estos jóvenes.  

Como había dicho el Indio Solari en otra canción, “Todo un palo”, una canción ricotera escrita hace más de 30 años: “Están llamando a un gato con silbidos”, es decir, están interpelando a los jóvenes con las consignas equivocadas. Si vemos el mundo de los jóvenes con sus ojos, sus vivencias, nos daremos cuenta que “eso no me arregla a mí”, que el trabajo no les convence, no les conmueve, no atrae, no aporta cartel, no prestigia. Al contrario, le agrega nuevas dificultades toda vez que los trabajos que suelen ofrecérseles son laburos “para vagos”, para gente que “no les da la cabeza”, que los re-estigmatiza. El trabajo, entonces, es un garrón, a juzgar por las experiencias propias o familiares, el trabajo es fuente de zozobra y fracasos constantes. Por eso asegurarles que las cosas podrían ponerse más fuleras, más difíciles, “qué podría ser peor”, eso no los arreglará. El futuro llegó hace rato y es todo un palo.

http://rodriguezesteban.blogspot.com/2023/05/delito-y-felicidad.html

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Medios de comunicación y discursos de la (in)seguridad

Por Santiago Mazzuchini

El problema de la inseguridad se construye en los medios a partir de posicionamientos políticos e intereses económicos. Frente a este escenario, es imprescindible el retorno de la ética periodística para eliminar el miedo y preservar la sociedad y los valores democráticos.

A mediados de la década de los ’90, la inseguridad comienza a ser la palabra que la agenda periodística utiliza para hablar del delito en la Argentina. A diferencia del género policial propio de la prensa popular, de larga data en el periodismo, este modo de referirse al tema emerge en pleno neoliberalismo, como una de las problemáticas centrales en la agenda política de la sociedad. Actualmente suele ser ubicada por la mayoría de la ciudadanía como uno de los problemas principales o más preocupantes del país, junto con la pobreza y la desocupación. Los hechos delictivos que son calificados por la prensa como de “inseguridad”, ocupan secciones importantes en los diarios, en los noticieros televisivos y en la radio. Casos como el secuestro y asesinato de Axel Blumberg o Candela Sol Rodríguez fueron altamente mediatizados.

La importancia de ver el problema desde los medios radica en que la esfera pública (cada vez más confundida con la privada) se ancla fuertemente en lo que marca a diario la agenda periodística. Cuando dirigimos nuestra mirada hacia la pantalla televisiva apenas comienza el día, o cuando leemos el diario mientras viajamos en algún transporte público, vamos hacia el encuentro de una cartografía de la ciudad. A través de la prensa nos encontramos con un mapa urbano, con significaciones que construyen nuestra realidad cotidiana y ofrecen un pantallazo del mundo. Por supuesto, nada indica que aceptemos lo que los medios nos dicen. Sin embargo, son parte importante de la comunicación de los problemas de un país y un modo de imaginarnos como sociedad.

Resaltar que la inseguridad es un discurso que se construye en gran parte en los medios de comunicación no nos debe llevar a pensar que se trata de una falsedad frente a una realidad objetiva. Un discurso es una práctica articulatoria de elementos que bajo determinadas operaciones organiza una realidad social. Es interesante en ese sentido la lectura que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe hacen de este proceso, indicando que en la política, el discurso es una articulación de demandas que se encuentran dispersas, donde una de ellas en particular se posiciona como principal (en este caso la demanda de más seguridad) y articula a otras demandas que, aunque tengan una autonomía relativa, se ven atadas a ella (por ejemplo, más policía, funcionarios honestos, etc.). Por lo tanto, la (in)seguridad (ya que guarda estrecha relación con su contrario, el pedido de seguridad) es un discurso que organiza el problema de la criminalidad y la violencia. Los medios de comunicación, con sus retóricas y sus estrategias de interpelación a la ciudadanía, impulsados por el imperativo de la novedad para mantenerse en el mercado de la actualidad, nos presentan una determinada versión del problema, que si bien varía de acuerdo con la visión de cada medio, posee rasgos similares. Distintas instituciones y sectores de la sociedad modulan diversos modos de entender la (in)seguridad. El periodismo, los gobiernos, las fuerzas de seguridad y sectores sociales entretejen esta trama: el modo en que le damos sentido a la violencia contemporánea.

Para abordar la relación medios-inseguridad es necesario despegarse de dos posturas que suelen aparecer en conflicto:

1) Los medios reflejan una realidad (la de la inseguridad) que sería exterior a ellos.
2) La inseguridad es un invento mediático sin ningún tipo de asidero en la realidad objetiva.

El primer punto es un argumento que sirve para desligarse de las responsabilidades éticas y sociales que conlleva la práctica periodística y los intereses políticos que la misma persigue. Bajo el lema de que “los medios sólo reflejan la realidad” se esconde la intencionalidad de trasladar la responsabilidad de los medios hacia los sectores políticos tradicionales. El segundo punto es alimentado por funcionarios de gobierno que se sienten presionados por el compromiso de brindar soluciones a los problemas de violencia social. Quizá la clave esté en pensar desde los matices. Los medios representan el problema de la seguridad a partir de posiciones políticas que sostienen sus líneas editoriales y a su vez son el espacio donde otros actores debaten y utilizan esos mismos medios para hegemonizar su posición. A continuación nos abocaremos a dar cuenta de las estrategias que el periodismo utiliza para construir la noticia que trata la problemática de la inseguridad.

Elementos para analizar a la prensa

Cuando hablamos de prensa, en primer lugar debemos especificar en qué tipo de dispositivo se asienta. Las reglas del periodismo gráfico no son iguales que las del noticiero televisivo o la radio. Cada medio de comunicación tiene su especificidad, aunque siempre nos demos cuenta de que lo que miramos se trata de un género periodístico. Los diarios son el principal acceso a la agenda del día, en especial a partir de sus tapas, que como plantea Eliseo Verón, son el primer contacto con el lector. Sin embargo, no cuentan con la posibilidad de cubrir un acontecimiento en el momento en que se está desarrollando. En cambio, los noticieros aprovechan el recurso de la imagen, el sonido y el directo, lo que permite que este medio sea el factor que lidera el mercado de la novedad, de la primicia y del aquí y ahora. Por otro lado, la radio también tiene la posibilidad de seguir acontecimientos al calor de los sucesos, y se potencia a partir de voces de reconocidos locutores que acompañan al oyente mientras se realizan otras actividades.

Dependiendo del medio en que se desarrolle la práctica periodística, la construcción de las noticias de inseguridad explotará distintos recursos, aunque existen regularidades que permiten identificarla rápidamente. En los estudios semióticos de géneros y estilos, el semiólogo Oscar Steimberg propone que un discurso puede ser abordado a partir de varias dimensiones. Si bien no es el objetivo realizar una semiótica de los géneros, tomaremos en cuenta:

* La retórica, que remite al modo de organización de un texto (por ejemplo, figuras retóricas que se utilizan en las noticias, la argumentación que se propone en las editoriales).
* El tema, que se refiere a lo tratado en el discurso (el crimen, la indefensión del ciudadano, la ineficacia del Estado, son temas recurrentes en la agenda).
* La enunciación, que se refiere al vínculo que se construye en el medio entre el enunciador (el periodismo independiente, en el caso de Clarín o TN) y el enunciatario (la gente, los ciudadanos). El vínculo, vale aclarar, siempre es una imagen construida en el texto mismo y no debe confundirse con el emisor y el receptor de la teoría clásica de la comunicación.

Retórica del periodismo en el tratamiento de la inseguridad

La retórica que caracteriza a la prensa masiva está fuertemente ligada al estilo sensacionalista, que consiste en apelar a la emotividad de los destinatarios de las noticias, exaltando el dramatismo, la angustia y principalmente el miedo. La metáfora y la hipérbole (figura retórica que recurre a la exageración) son algunos de los recursos más frecuentes. Por ejemplo, la metáfora de la “ola” es habitual en la cobertura periodística. Esto sucede cuando se ponen en relación varios hechos delictivos en una zona específica, connotando la idea de que la violencia estaría expandiéndose como un virus por el cuerpo social. En una nota titulada “Preocupación por la ola de inseguridad en el conurbano”, la “ola” se transforma en noticia, ya que “según vecinos, hay una ola de delitos que ya se cobró cinco vidas en cuatro meses” (La Nación, 12/8/08). En otra nota más reciente del mismo diario se afirma “Temor en Caballito por ola de robos” (31/3/12). La confiabilidad de la información no es brindada por estadísticas o investigaciones, sino a partir del testimonio de los “vecinos que viven con temor a los delitos que, dicen, suceden a diario”. A veces, se hace evidente el modo en que se construye desde el periodismo el carácter de ola: “Le dispararon en la cabeza cuando se habría resistido a que le roben la moto. A sólo 40 cuadras del lugar, la semana pasada mataron a un joven que hacía delivery de helados” (Clarín, 17/4/12). Resulta caprichoso determinar que “40 cuadras” es una distancia suficiente para alertar que se produce allí una ola. No vamos a reproducir aquí la cantidad de notas de distintos diarios que utilizan de modo reiterado esta figura de la oleada. Se puede observar una metáfora de tipo biológica, al connotar la idea de un virus que se expande por la sociedad y una hipérbole, es decir, una tendencia a la exageración del dramatismo. Lo que se alerta en este tipo de coberturas es que el delito estaría invadiendo zonas que en el pasado eran inmunes. Esto parece sugerir que no importa que haya delito, siempre y cuando se mantenga dentro de los lugares tolerados.

En un editorial del diario Clarín titulado “La inseguridad, problema irresuelto” se nos advierte: “Un repaso de apenas 30 días enseña que no hay lugares seguros. Robos en un country con familias cautivas, los autos importados convertidos en señuelos de ataques violentos, los secuestros exprés, los asaltos al entrar los autos a las casas o las salideras bancarias, son parte de una metodología amplia, que no excluye los asaltos al voleo y los arrebatos callejeros, frecuentes en la Ciudad” (Clarín, 9/4/12).

El sensacionalismo que predomina en los medios masivos varía de acuerdo con la estrategia de cada empresa periodística. No debe confundirse el amarillismo que suele caracterizar a la prensa popular como Crónica, con otro tipo de coberturas como la de Todo Noticias o América Noticias. En general, las imágenes de los cuerpos destrozados son reemplazadas por los llantos de los familiares y sus rostros desesperados. Es recurrente la escena televisiva del familiar llorando y el micrófono del periodista esperando una declaración que casi siempre invita al reclamo por la ausencia del Estado y el pedido de leyes más estrictas para los delincuentes. El periodismo que utiliza este tipo de imágenes en lugar de las que toma Crónica, suele jactarse de su moralidad y profesionalismo al no mostrar un cuerpo muerto. Pareciera que reclamarle reflexiones sobre el delito en el país a una víctima, poco después de la pérdida de un familiar, no es inmoral ni poco profesional. Por el contrario, en ese instante, los medios se muestran “acompañando el dolor de las víctimas”.

Como destacan varios análisis sobre el sensacionalismo en las noticias sobre inseguridad, la racionalidad que argumenta la necesidad de la vuelta de un Estado gendarme que aplique las leyes se mezcla con el patetismo de hacer justicia en base al dolor de las víctimas. Pocas veces se hace presente el criterio del debate especializado o las voces de sectores criminalizados, que reclaman que las mismas fuerzas de seguridad son quienes contribuyen a la violencia y a la inseguridad de los sectores más pobres, a través del gatillo fácil.

El Estado, la ciudadanía y el crimen

El lugar que tiene el delito en la actualidad no se circunscribe a las crónicas policiales que los lectores podían encontrar en la mitad del diario. A pesar de que en la historia del periodismo argentino existen varios crímenes que han sido tapas de los periódicos más importantes, con la llegada de la “inseguridad” se fue transformando en un hábito encontrar casos “que conmocionan” al país. Esas noticias que tienen una centralidad en la prensa exhiben como leitmotiv el estado de indefensión de la ciudadanía frente a criminales que, a cualquier hora y en cualquier lugar, se encuentran preparados para asesinar, robar o secuestrar, frente a la inoperancia del Estado y sus fuerzas de seguridad. Quizá, lo que se informa cada día no es solamente que hay crímenes, sino que el Estado y la efectividad de la ley se encuentran en crisis en una sociedad donde la pobreza y la exclusión aparecen como factores determinantes del crecimiento del delito (y en esta idea coinciden tanto sectores caracterizados de derecha como progresistas).

La política aparece representada como un servicio que debe “solucionar los problemas de la gente”. Es la ciudadanía la que está indefensa y sufre conmoción e indignación, como titulara el diario La Nación ante la noticia del asesinato de Candela Sol Rodríguez.

La enunciación: nosotros y los otros

La enunciación pone en funcionamiento un contrato, una escena de diálogo que construye un lazo entre el periodismo y el ciudadano. Cada medio de comunicación imagina un modelo de consumidor distinto. A modo de ejemplo podemos apreciar que el lector típico de La Nación dista mucho del que construye Página 12. Si bien ambos desean apuntar a un público masivo, uno hará más hincapié en los factores sociales y la desigualdad para explicar la inseguridad, mientras el otro apuntará la decadencia del respeto a la ley y la impunidad de los delincuentes. A veces, basta con observar en los sitios online de los diarios cuáles son los comentarios de los lectores, para dar cuenta de la coincidencia entre lo que el diario plantea y los lectores piensan. Las voces legitimadas en la prensa masiva dan cuenta de una posición etnocéntrica: se dirigen a “los ciudadanos”, “la gente”, que acude al medio para tener la voz que no le permite el Estado. En la trama de los medios, todos somos potenciales víctimas, a cualquiera le puede suceder un robo violento. Sin embargo, para poder llegar a ser una víctima-héroe, es decir, una persona sufriente que posee todos los atributos de bondad, el periodismo impone condiciones morales y se posiciona como sancionador de lo que está bien y está mal: el Caso Candela mostró los límites del estatuto de la víctima con derecho al reclamo. La información que aseveraba que la familia tenía relación con el mundo del crimen le impidió a la madre de la niña transformarse en una figura que sea representativa de “la gente”. El padre de Axel, Juan Carlos Blumberg, fue desplazado de los medios cuando se descubrió que había falseado su condición de ingeniero. El periodismo contribuye a la formación de un “Nosotros” que, como decíamos más arriba, realiza un fuerte cuestionamiento a las instituciones públicas, exhibiendo falta de confianza. En un mundo donde la política tradicional se encuentra cuestionada, el periodismo logra revalidarse como el lugar donde todos podemos hacer nuestros reclamos. Esto quizá sea porque la ciudadanía que los medios representan no sea otra cosa que un sector social que se imagina como la nación, como la expresión acabada del bien, frente al mal endémico de los otros: “El delito de este tiempo, sea el de bandas profesionales, ladrones solitarios, como el que ayer a la mañana mantuvo de rehenes a un matrimonio de jubilados en su vivienda de Haedo (…) pandillas juveniles bajo efectos del paco, está tan extendido que afecta a todos los sectores sociales bajo distintas tipos de operatorias” (Clarín, 9/4/12). Jóvenes delincuentes, ladrones solitarios, bandas profesionales. Los otros son siempre marginados. La relación entre criminalidad y el mercado o la corrupción del poder político y las fuerzas de seguridad nunca aparece en las noticias sobre inseguridad. Tampoco se califican de este modo aquellos hechos donde las víctimas son jóvenes pobres, violentados por las fuerzas de seguridad. Un ejemplo de esto lo constituye el caso de Luciano Arruga, joven desaparecido que fue visto por última vez en un destacamento policial de Lomas del Mirador.

Reflexiones finales: la responsabilidad de la prensa

Un discurso no emerge del vacío sino que forma parte de la dinámica social, económica y política. Nuestro pasado marcado por la dictadura militar, la fragmentación social que provocó el neoliberalismo con un Estado privatizador que se fue transformando en mero administrador, son algunas de las razones que allanan el camino para que la criminalidad y la violencia adquieran el sentido actual. La inseguridad no es un invento mediático sino el modo en que nos representamos el delito, la violencia y las injusticias, en el contexto de sociedades que han perdido la seguridad social y gran parte de la población debe convivir con la precarización laboral y la exclusión. Pero los medios de comunicación son parte de la construcción de nuestro presente. La prensa es una institución fundamental en la conformación del espacio público y debe regirse por una ética periodística que privilegie el bien de la sociedad y los valores democráticos. Sin embargo, lo que habitualmente guía a la construcción de la noticia son los valores del mercado, de la competencia, del negocio de la actualidad. La estrategia que desde los inicios del periodismo industrial remite al estilo sensacionalista se debe a la captura de una matriz popular melodramática para conseguir lectores de sus productos. Por lo tanto, cabe pensar en la relación dialéctica que existe entre medios y ciudadanía. El periodismo no ha inventado el melodrama, sino que lo ha capturado y lo ha convertido en mercancía. El desafío está en darles espacio a medios de comunicación que recuperen su función social, hoy supeditada a los intereses comerciales propios de las industrias del miedo, que como plantea Alberto Binder, conforman un mercado millonario alrededor de la seguridad. Para ello es necesario denunciar la esquizofrenia del periodismo de masas, que se atribuye como dueño de la voz de los ciudadanos, pero no quiere asumir su rol político, ejerciendo una conducta corporativa y mercantil que paradójicamente amenaza a la libertad de prensa que dice defender.

http://www.vocesenelfenix.com/content/medios-de-comunicaci%C3%B3n-y-discursos-de-la-inseguridad