23/3/12

Películas sobre la Guerra de Malvinas

ILUMINADOS POR EL FUEGO (2005)

Dirigida por Tristán Bauer. Se narran los recuerdos de Esteban Leguizamón, un hombre de 40 años que, en 1982, cuando tenía sólo 18, fue llevado como soldado recluta a combatir a las Islas Malvinas. A partir del intento de suicidio de uno de sus ex compañeros, Esteban se sumerge en los recuerdos de esa guerra.

EL VISITANTE (1999)

Dirigida por Javier Olivera. Pedro, ex combatiente de la Guerra de las Malvinas, no puede olvidar aquellos días en que estuvo en las trincheras, tampoco puede olvidar a Raúl, su compañero de lucha, que quedó para siempre en aquel desolado lugar de pesadilla.

LOS CHICOS DE LA GUERRA (1984)

Dirigida por Bebé Kamin. La historia se centra en las historias de tres jóvenes de distintas clases sociales, desde sus propias infancias hasta los traumáticos regresos del conflcto bélico en el Atlántico Sur.

LA DEUDA INTERNA (1988)

Dirigida por Miguel Pereira. En Chorcán, Jujuy, un joven indígena conoce a un maestro rural recién llegado de la Capital Federal. Entre ambos nace una amistad que se interrumpe cuando al joven le toca el servicio militar y es convocado a participar en la Guerra de Malvinas.

FUCKLAND (2000)

Dirigida por José Luis Marqués. Un argentino se propone reconquistar las islas a través de la idea de embarazar a las nativas del lugar y, así, poblarlas de argentinos. Primera película argentina rodada según los postulados del Dogma 95, con un equipo de filmación que llegó semiclandestinamente a las islas Malvinas.

Efemérides Culturales Argentinas.

21/3/12

¿Qué son las terrazas de cultivo?

El imperio incaico fue un espectacular ejemplo de eficiencia en el manejo de la tierra. Ejemplo de esto son las terrazas de cultivo. Las mismas, eran construidas como largos y angostos peldaños en las faldas de las montañas, sostenidas por piedras que retenían la tierra fértil. Las terrazas cumplían la función de distribuir regularmente la humedad. Allí el agua de lluvia iba filtrándose lentamente desde los niveles superiores a los inferiores, utilizándose plenamente la cantidad de líquido disponible. En las áreas más lluviosas y en las de mayor pendiente, este mismo sistema ayudaba a evitar la erosión.


El suelo de las terrazas se mezclaba con el excremento de aves marinas acumulado en las islas y costas (guano). Este recurso era cuidadosamente administrado, porque de él dependía la alimentación de la población. En la costa y en los valles, además, fertilizaban con cabezas de pescado, que enterraban con semillas de maíz en su interior. Para este cultivo utilizaron también excrementos humanos secados al sol y pulverizados. Había muy poco suelo que fuera naturalmente apto para el cultivo. Había que construirlo metro a metro.

Antonio Brailovsky-Dina Foguelman, Memoria Verde, Sudamericana, Buenos Aires, 1991.

Sacrificios humanos

Para algunos especialistas, la religión azteca expresaba una verdadera ideología imperialista. Por ejemplo, su dios principal, Huitzilopochtli, les había prometido el dominio del mundo a cambio de sacrificios humanos.


El sacrificio anual de mayor emotividad se realizaba en homenaje a Tezcatlipoca. Con un año de anticipación, los sacerdotes elegían a un prisionero joven para representar al dios y durante ese año lo educaban en distintas artes, lo vestían y todos lo reverenciaban como si fuera la imagen viviente del dios. Cuando comenzaba el mes del sacrificio, lo casaban con cuatro vírgenes y se hacían grandes fiestas. El día señalado era acompañado por las mujeres en una embarcación por el lago hasta llegar hasta la isla en donde se encontraba el templo. Allí se dirigía solo hasta la pirámide, subiendo lentamente los peldaños. En la plataforma, cuatro sacerdotes lo recostaban sobre la piedra del sacrificio y le sujetaban los brazos y las piernas. Un quinto sacerdote le abría rápidamente el pecho con un cuchillo de sílice y le arrancaba el corazón con la mano. La sangre se recolectaba en un vaso sagrado y su corazón luego se quemaba en homenaje al dios.

Teresa Eggers - Brass, Historia II, Maipue, Buenos Aires, 2011, p. 39.
Historiadores Histéricos, 15/03/10.

20/3/12

¿Qué son las chinampas?

Las chinampas (del náhuatl chinamitl, seto o cerca de cañas) son un sistema de producción de alimentos empleado por los Aztecas en el valle de México, para explotar las áreas pantanosas que rodean los lagos.

Las chinampas son como "islas" sobre plataformas elevadas (de 2,5-10 metros de ancho y hasta 120 metros de largo) construidas con lodo extraído de los pantanos o lagos poco profundos. Los aztecas construían chinampas a medio metro sobre el nivel del agua y reforzaban los costados con estacas y ramas entrecruzadas, mediante el establecimiento de sauces.


El suelo de las chinampas se enriquece constantemente con materia orgánica producida por las plantas acuáticas y el lodo, y el sedimento de los reservorios de agua.


Sobre las chinampas, los agricultores concentran la producción de cultivos básicos y de hortalizas. Esto incluye los policultivos tradicionales de maíz/frijol/calabaza, yuca/frijol/maíz/amaranto/chiles, y una serie de combinaciones de árboles frutales y cultivos de cobertura. En los canales circundantes los agricultores promueven las poblaciones de peces para agregar proteínas a la dieta. Este sistema de cultivo permitió sustentar a una población densa.

Iccc.es.

¿Cómo cultivaban los mayas? ¿Qué era la agricultura en base a la roza?

El fundamento de la economía de los mayas era la agricultura en base a la roza. La técnica de roza consiste en preparar mediante la tala e incendio de un sector de la selva, para despejar las malezas y arbustos previamente a la siembra. Se cultiva ese predio varios años hasta que disminuye la producción por agotamiento del suelo. Luego se prepara otro sector de la selva del mismo modo, y no se vuelve a sembrar el primero hasta que esa tierra no haya recuperado la vegetación.


Por eso, este sistema agrícola requería de un amplio territorio. Como consecuencia, las ciudades-estado se hallaban dispersas, con terrenos libres a su alrededor.

Según algunos especialistas, los mayas habrían desaparecido por emplear los recursos naturales de esta manera. El consumo "conspicuo" de los recursos naturales causó deforestación y daños en el sistema agrícola. Esto impidió cultivar la suficiente cantidad de alimentos para mantener a una población que para esa época llegaba alrededor de un millón de habitantes en toda la Cuenca.

Teresa Eggers - Brass, Historia II, Maipue, Buenos Aires, 2011, pp. 27-28.
Clarín, 17/03/11.

6/2/12

Entrevista a Primo Levi

Primo Levi (1919-1987) fue escritor, químico y uno de los 20 judíos italianos que sobrevivió a Auschwitz. Nacido en Turín en 1919, se graduó en Química y en 1941 se unió al movimiento de resistencia antifascista. Dos años después fue arrestado por la milicia de Mussolini que lo entregó al ejército de ocupación alemán al identificarse como judío: como partisano lo hubieran fusilado inmediatamente. Fue a parar al campo de concentración emblema de la barbarie nazi. Liberado por el Ejército Rojo en 1944, deambuló por Europa Oriental y finalmente volvió a Italia, donde trabajó como químico hasta que afloró su identidad de escritor.

-¿Cómo fue su primer contacto con Auschwitz hace cuarenta años?

-Era... ¿cómo decir? Era lunarmente diferente, era de noche; era el final de cinco días de viaje calamitoso, durante el cual varias personas habían muerto en el vagón, era la llegada a un lugar del que no comprendíamos la lengua y todavía menos su razón de ser. Había unos letreros insensatos: una ducha, un lado limpio, un lado sucio y un lado limpio. Nadie nos explicaba nada o bien nos hablaban en yiddish o en polaco, y nosotros no comprendíamos nada. Es una experiencia realmente alienadora. Teníamos la impresión de hallarnos en medio de un ataque de locura, de estar..., de haber perdido la posibilidad misma de razonar. No, ya no razonábamos.

-¿Cómo vivió el viaje, aquellos cinco días? ¿Qué recuerda de aquello?

-En realidad lo recuerdo muy bien, recuerdo muchas cosas. Éramos cuarenta y cinco personas en un vagón muy pequeño, apenas había espacio, como mucho podíamos sentarnos, pero era imposible tumbarse; había una joven madre que daba el pecho a su bebé. Nos habían dicho que podíamos llevar comida, pero, estúpidamente, no llevamos agua o quizás un poco, por lo demás nadie nos lo había dicho y pensábamos que conseguiríamos agua en algún lugar. A pesar de que era invierno, padecimos una sed aterradora; aquella fue verdaderamente la primera experiencia de una tortura, la tortura de la sed durante cinco días. Le recuerdo que estábamos en invierno, el aliento se nos congelaba, y el que podía soplaba sobre los pernos del vagón e intentaba raspar la escarcha blanca -llena del óxido de los pernos-, raspabas aquello para conseguir recoger unas pocas gotas de agua y mojarte los labios. Y el bebé chillaba de la mañana a la noche y durante toda la noche porque su madre se había quedado sin leche.

-Y qué fue de los niños, de la madre cuando...

-Pues bien, los mataron rápidamente. De los seiscientos cincuenta que íbamos en aquel tren, las cuatro quintas partes perecieron aquella misma noche o la siguiente, enviados directamente a las cámaras de gas. En aquel escenario siniestro, en plena noche, bajo los focos, con toda esa gente que gritaba -gritaban como nunca se ha oído gritar, gritaban órdenes que no comprendíamos-, bajamos de los vagones y nos pusimos en fila, nos hicieron poner en fila. Delante de nosotros había un suboficial y un oficial -después supe que era médico, pero al principio no lo sabíamos-, y preguntaban a cada uno si podía trabajar o no. Me dirigí a mi vecino, era un amigo, un muchacho de Padua mayor que yo y en mal estado de salud, y le dije: yo pienso decir que puedo trabajar. Y él me contestó: haz lo que quieras, a mí me da igual. Ya había abandonado toda esperanza. De hecho, se declaró incapacitado y no entró en el campo. No volví a verle nunca más, como a ninguno de los otros, por lo demás.

-¿Cómo era el trabajo allí, en Auschwitz?

-He de aclarar, como sin duda ya sabe, que en Auschwitz no había un solo campo sino muchos, y algunos habían sido construidos siguiendo un proyecto, anexos a una fábrica o una mina. El campo de Birkenau, por ejemplo, estaba dividido en gran número de equipos que trabajaban en varias minas, incluso en fábricas de armas. Mi campo, en el que había diez mil prisioneros, era Monowitz y formaba parte de una fábrica que pertenecía a I.G. Farben Industrie, un enorme conglomerado químico, posteriormente desmantelado. Teníamos que construir una nueva fábrica de productos químicos, que tendría cerca de seis kilómetros cuadrados. La obra estaba bastante avanzada y todos trabajábamos en ella; también trabajaban allí prisioneros de guerra ingleses, presos franceses, rusos e incluso alemanes. Por supuesto, también había polacos libres y voluntarios, hasta había voluntarios italianos. En total, aproximadamente cuarenta mil individuos, de los que nosotros, los diez mil, éramos el nivel más bajo, el último peldaño. El Lager de Monowitz, formado casi exclusivamente por judíos, debía suministrar la mano de obra no calificada. A pesar de todo, debido a que la mano de obra especializada escaseaba en Alemania, y como los hombres se habían marchado al frente, a partir de un determinado momento buscaron entre nosotros -los teóricamente no calificados y esclavos- a especialistas, empezaron a buscar a quienes... desde el primer día, desde el día de nuestro ingreso en el campo se produjo una especie de búsqueda por analogía: a todos nos preguntaron qué edad teníamos, qué diplomas, qué oficio. Fue entonces cuando tuve mi primera oportunidad ya que me presenté como químico, sin saber que sería enviado a una fábrica de productos químicos; y mucho después aquello me valió un pequeño beneficio, porque durante los dos últimos meses trabajé en un laboratorio.

-¿Cómo era la comida?

-Pues bien, la comida era el problema número uno. No estoy de acuerdo con quienes describen la sopa y el pan de Auschwitz como infectos; en lo que a mí respecta, tenía tanta hambre que los encontraba buenos y la comida nunca me pareció asquerosa, ni siquiera el primer día. Era miserable, nos daban raciones mínimas, el equivalente de 1.600-1.700 calorías por día; teóricamente, porque en el trayecto había ladrones y, por tanto, las raciones que llegaban hasta nosotros eran inferiores al umbral teórico; digamos que aquello era el racionamiento oficial. Usted sabe que actualmente 1.600 calorías bastan para un hombre poco corpulento y que con eso puede vivir, pero sin trabajar y si permanece echado, mientras que nosotros debíamos trabajar y, además, hacerlo con frío y realizar labores pesadas; en estas condiciones, la ración de 1.600 calorías era una muerte lenta por desnutrición. Después he leído los cálculos que hacían los alemanes. Calculaban que a un prisionero sometido a estas condiciones que sacara recursos del estado en que se hallaba antes de su internamiento, este tipo de alimentación le permitiría resistir de dos a tres meses.

-¿Pero era posible adaptarse a todo en los campos de concentración?

-Su pregunta es extraña. El que se adapta a todo es el que sobrevive; pero la mayoría no se adaptaba a todo y moría. Moría por no saber adaptarse incluso a cosas que hoy nos resultan banales, al calzado, por ejemplo. Nos lanzaban un par de zapatos, bueno, en realidad no era un par de zapatos, eran dos zapatos desparejados, uno tenía tacón y el otro no; había que tener una constitución de atleta para aprender a caminar de este modo. Un zapato era muy pequeño y el otro muy grande. Había que dedicarse a hacer complicados intercambios, y si se tenía suerte podía conseguirse un par casi a juego y había que conformarse. La mayor parte del tiempo los zapatos hacían heridas en los pies, y quien tenía pies delicados acababa contrayendo una infección. A mí también me toco vivirlo, todavía tengo las cicatrices. Milagrosamente mis heridas sanaron por sí solas, a pesar de que no falté un solo día al trabajo. Quien era sensible a las infecciones moría debido a sus zapatos, por culpa de las llagas de los pies infectadas que no sanaban. Los pies se hinchaban, y cuanto más hinchados estaban más apretaban los zapatos, y la gente acababa teniendo que ir al hospital, pero no los dejaban ingresar ya que los pies hinchados no eran una enfermedad. Era un mal tan generalizado que quien tenía los pies hinchados iba directamente a la cámara de gas.

Letras Libres Nº 48.
Revista Ñ, 27/01/09.

2/4/10

Malvinas, herida abierta

Completísima infografía que salió publicada en el diario peruano La Industria sobre la Guerra de Malvinas.




Infografías SOS.