16/5/19

Dossier Represión Institucional

Tres pibes que renacen como tigres

Nahuel Salvatierra, Luciano Nahuel Arruga y Rafael Nahuel, son ejemplos de abuso de las fuerzas de seguridad hacia los pibes de los márgenes. Tres casos emblemáticos que se enlazan por su nombre Nahuel, tigre en lengua Mapuche.

Por Facundo Sinatra Soukoyan

Una realidad latente recorre el territorio de norte a sur y resulta una de las grandes deudas del periodo democrático: la violencia de las fuerzas de seguridad hacia los pibes que conforman los márgenes, conurbanos o periferias de las ciudades. Algunos de estos casos terminan en asesinatos que ponen en tapa una realidad que se intenta ocultar. Pibes y pibas conviven cotidianamente con abusos de autoridad y poder, donde reasultan escasas las posibilidades de denunciarlas y visibilizarlas.

La CORREPI (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) lleva adelante la recopilación de personas asesinadas por el aparato represivo del Estado, un relevamiento que comenzó en 1992. Los informes anuales que la Coordinadora emite, confirman una selectividad dirigida a la edad de las victimas además de un claro recorte de clase. Entre 1983 y 2020 se contabilizaron 7587 casos, siendo la franja etarea hasta 25 años la mas afectada, ya que conforma un 44.5%. Si a esto se le agrega la porción hasta 35 años, se llega al 64% del total de situaciones recabadas en democracia.

Sergio “Cherco” Smietniansky es abogado especialista en DDHH. Fue militante de CORREPI y hoy integra CADeP, Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo. Su experiencia en la lucha junto a causas sociales le permite hacer una semblanza del carácter discrecional de la represión: “Así como en la dictadura la represión no era masiva, sino que era direccionada básicamente a las organizaciones y militantes que planteaban el cambio social, con el advenimiento de la institucionalidad, ese enemigo real se va a desplazar al enemigo potencial (…) La represión policial tiene una direccionalidad, ¿Cual es esa direccionalidad? los pobres en general y los jóvenes en particular”, afirma Smietniansky y continúa: “Esos jóvenes son el enemigo potencial, aquella mano de obra que sobra y que potencialmente es el sector con más posibilidades de rebelarse. Esto explica porque cuando uno agarra los listados, son pibes jóvenes de barrios humildes”.

En el Norte 

Nehemías Nahuel Salvatierra tenia 17 años. Vivía en el barrio Solidaridad, periferia de la ciudad de Salta. La noche del 3 de enero de 2018 se encontraba en la esquina de su casa junto a unos amigos cuando una moto de la policía irrumpe en la escena. Dobla en U y comienza a dispersar un supuesto entredicho de bandas opuestas. Las amenazas de los policías, arma en mano, son enfrentadas verbalmente por los pibes. Uno de los uniformados acciona el gatillo y termina con la vida de Salvatierra.

Norma Santillán es vecina de la familia y resultó una figura clave en la organización por el pedido de justicia. Aquel día fue una de las primeras personas que se hizo presente en la escena. No podía creer lo que veía, pero pudo sacar algunas conclusiones: "La rivalidad de los pibes con la policía es porque la policía busca a los pibes (…) Cuando ellos están en la esquina, viene la policía y, como tienen una pistola, se creen que tienen el derecho a basurear". Santillán se indigna ante el cotidiano hostigamiento. Afirma que el espiral de violencia crece día a día y reconoce en las fuerzas de seguridad gran responsabilidad a la hora de pensar posibles soluciones.

Cuando el asesinato de Salvatierra, Norma personalmente fue a hablar a la comisaría para que haya una tregua. Ni siquiera en el momento de mayor dolor se logró una pausa, “cuando fuimos al cementerio a enterrarlo la policía estaba muy agresiva (…) inclusive al regreso tuvimos que trabar la puerta de la casa porque la policía quería entrar. Tenían rencor hacia los chicos por que nosotros pedimos justicia".

Norma conoce cabalmente la realidad de los márgenes de la ciudad de Salta, donde cotidianamente pone el pecho a la realidad. Lleva adelante, junto a su hijo, un comedor y merendero llamado la "La ranchada", nombre del grupo al que pertenencía Nahuel.

En el centro 

A escasas cuadras de la Capital Federal, en el barrio de Lomas del Mirador, creció Luciano Nahuel Arruga. Nacido un 29 de febrero de 1992 pasó sus días en el barrio 12 de octubre mientras jugaba y soñaba a la par de sus amigos en la plaza República Argentina.


De familia humilde, sufrió la matriz patriarcal y machista de la sociedad cuando su padre abandona el hogar dejando a Mónica, mamá de Luciano, al frente de la familia. Desde temprana edad el joven Arruga tuvo que asumir grandes responsabilidades.

Un día en que Luciano se encontraba en la plaza del barrio, es tentado por el sistema policial para ser reclutado y robar para ellos. "Con su sabiduría popular y con su ética villera dice que no, que no va a robar, que va a seguir ‘cartoneando’ para que no le falte un plato de comida a sus hermanitos", comenta Pablo Pimentel, abogado referente de Derechos Humanos que acompaña a la familia de Luciano desde un primer momento.

"La adolescencia es una etapa en que a todos nos cuesta ir asomando la cabeza a un mundo en el cual vemos si tenemos lugar o no. Algunos podemos estudiar el secundario o en la universidad, otros cuando asoman la cabeza, se la cortan. Luciano es producto de esa marginalidad que viven los adolescentes de barrios populares de los distintos conurbanos de la argentina", afirma Pimentel.

Arruga fue visto por ultima vez el 31 de enero de 2009 y permaneció desaparecido por mas de 5 años por negarse a robar para la policia. Su cuerpo fue encontrado enterrado como NN el 17 de octubre de 2014. La aparición solo fue posible gracias al incansanble trabajo del autodenominado grupo “Familiares y Amigos de Luciano Arruga”, que nunca cesaron en la búsqueda y el reclamo.

“El caso de Luciano Arruga marcó un antes y un después en la vida del joven villero de la Argentina”, sentencia Pimentel y agrega: “Lo de Luciano quedó como un un hecho histórico. Sirve para las academias a estudiar desde el punto de vista sociológico y antropológico lo que sucede con los chicos pobres, pero no sirvió para producir políticas que cambien la cultura represiva de las fuerzas de seguridad”

En el Sur 

El 25 de noviembre de 2017, Rafael Nahuel Salvo era asesinado por un efectivo del grupo Albatros, fuerza especial de Gendarmeria Nacional. Rafita, como lo conocían en el barrio, tenía 21 años y se encontraba en una recuperación territorial Mapuche, raíz ancestral que llevaba en las venas y venía resurgiendo en él hace años.

Su anhelo en la recuperación, le contaba a sus amigos, era tener una pequeña casa, conejos y, si era posible, un caballo. Amaba los animales y deseaba poder cumplir su sueño en aquellas tierras habitadas ancestralmente por su pueblo.

Al mismo tiempo, Rafa veía en la recuperación territorial una manera de escapar al destino de sueños cortos que pareciera marcado para los pibes y las pibas de los barrios “altos” de Bariloche.

Rubén Marigo es presidente de la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos) de Bariloche. Forma parte de la querella en la causa por el asesinato de Rafael Nahuel y acompaña a la familia. Hace un relato de la realidad barilochense que pocos observan: "El 40% de la gente que vive en Bariloche vive en los barrios altos, en los barrios marginados, y siempre han sido carne de cañon de la represión y la violencia policial". Realidad oculta de una ciudad que apunta al turismo de los lagos y la nieve, dando la espalda a los habitantes originarios, en muchos casos migrantes internos de la provincia, que sirven como mano de obra barata.

Los pibes de los márgenes ocupan el lugar de chivo expiatorio, la válvula de escape de una sociedad polarizada. "Por portación de cara y de clase, los chicos de los barrios altos no pueden bajar al centro. No son los rubios de ojos claros los que están en las cárceles de Bariloche, hay una clara diferencia. Y lo mismo pasa en las calles: a quien se para, a quien se le pide documentos, a quien se los considera sospechoso", y Rafa era parte de aquellos pibes.

Marigo hace énfasis en lo que podrían a llegar a ser soluciones de aquel problema: "Hay algunas cuestiones fundamentales que discutir: la violencia institucional, la reforma de las leyes de seguridad, cambiar una policía de represión por una prevención discutiendo seriamente que es la seguridad y por ultimo, el 40 % de pobreza. Son deudas muy grandes de la democracia”

Como tigres

La visibilización de cada uno de estos casos no fue casual, sino que obedeció a las redes de organización que lograron sostener el pedido de justicia y esclarecimiento. No solo los medios independientes cubrieron las noticias, sino que inclusive se lograron instalar en los medios hegemónicos durante un tiempo sostenido. Cada uno de estos hechos, con sus particularidades y regionalidades, no dejó de sufrir (y sigue sufriendo) estigmatizaciones, falsedades y tergiversaciones de todo tipo.

Sergio Smietniansky recuerda a León “Toto” Zimerman, quien fuera referente ineludible en materia de defensa contra la violencia de los aparatos represivos: "León viene a escupir el sueño ochentista del Nunca Más, porque plantea que en el periodo institucional se siguen violando los DDHH". El mismo Zimerman es quien acuña el termino "Gatillo fácil", frase que viene resonando hace tiempo en las barriadas y continua con peligrosa vigencia.

El "detrás de cada gorra, hay un pibe con su historia", no es solo una afirmación de quienes se organizan para pelear a diario contra la violencia de clase ejercida desde la fuerzas de seguridad y los estamentos judiciales. Aquella frase sintetiza el reclamo ante la mirada esquiva de una sociedad que excluye en sus prácticas a una gran porcion de la población, en particular, a los jovenes de los márgenes.

El nombre Nahuel atraviesa transversalmente las vidas de estos tres pibes, y sus historias cruzan de norte a sur el territorio. Como tigres, despiertan y rugen para sacudir a la sociedad del letargo.

https://www.pagina12.com.ar/332233-tres-pibes-que-renacen-como-tigres

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“Budge fue un ejemplo, ahora nadie se calla”

En 1987 la Bonaerense asesinó a tres pibes en el humilde barrio. La Masacre de Budge detonó el primer caso de movilización barrial, logró la condena de los tres policías fusiladores y bajó el umbral de tolerancia a la impunidad.

Por Carlos Rodríguez

“Lo que nos pasó fue un ejemplo para muchos barrios. Ahora nadie se calla, todos denuncian, pero a nosotros nos costó mucho llegar a la Justicia.” Sentado en el comedor de su casa de Figueredo al 1800, con los ojos cansados de ver injusticias a sus 82 años de vida, don Antonio Olivera habla y camina lento, pero se mantiene firme. Es el padre de Agustín Olivera, asesinado por policías bonaerenses cuando tenía 26 años junto con sus amigos Oscar Aredes, de 19, y Roberto Argañaraz, de 24. Los tres fueron las víctimas de la Masacre de Ingeniero Budge, de la que este martes se cumplen veinte años. “En esos años (se refiere a los anteriores a 1987) era común ver cadáveres por acá, cuando amanecía. Una vez, a mitad de cuadra, apareció un cuerpo. Como tantos curiosos, me fui con la gente a mirar. No sé de quién era el cadáver. La gente comentaba: ‘Lo mató Balmaceda’. Y otro enseguida decía: ‘Si lo mató Balmaceda no se puede hacer nada, hay que dejar todo como está’.” El suboficial de la Bonaerense Juan Ramón Balmaceda fue el artífice del fusilamiento de los tres amigos. Por el crimen fueron condenados a 11 años de prisión Balmaceda, el cabo primero Juan Alberto Miño y el cabo Isidro Rito Romero. Los tres estuvieron prófugos (ver aparte). María del Carmen Verdú, de Correpi, sostuvo que Budge fue “la primera experiencia de organización barrial para exigir justicia en un caso de violencia represiva”.

En la esquina de Figueredo y Guaminí, frente al paredón donde fueron fusilados los tres chicos, un monolito, modesto como el barrio, recuerda a los tres pibes. “Lo que nos pasó venía de hacía rato. No fue solamente con nosotros. Lo que no entiendo es por qué la gente se callaba tanto.” En el comedor de la casa familiar donde Olivera conversa con Página/12, el recuerdo de Agustín preside la charla desde una foto que lo muestra acariciando una pelota de fútbol con su pie derecho. “Era arquero”, aclara el padre, cuando alguien menciona cierto parecido físico con Diego Maradona, que vivió en el vecino barrio de Fiorito.

“Mi pibe y todos los muchachos, los compañeros de él, los amigos, se reunían en una canchita de acá cerca, la del club Lucero, al lado de la vía (del tren Belgrano Sur que une Merlo con Puente Alsina). Cuando ellos ganaban un partido, venían a celebrar acá, en frente de mi casa o en la esquina”, donde ahora está el monolito. “Eran un montón sentados en el banco (frente a la casa) y en la vereda. El señor... ¿qué señor? Se me escapó la palabra”, rectifica Olivera. “Ese sinvergüenza de Balmaceda, ese criminal, ese asesino, era muy nombrado en la zona. Era muy manguero...”

–Querrá decir coimero –sugiere este diario, con un toque de malicia.

Olivera, que nunca utiliza palabras fuertes, asiente con la cabeza y sigue relatando las andanzas de Balmaceda previas al triple crimen. “Cuando los chicos se juntaban, el tipo, el sinvergüenza, mandaba a algún colega de él para verificar si estaban y después venía Balmaceda. Se los llevaba presos a todos. Les sacaba los documentos, pero nunca llegaban a la comisaría. Antes los empezaba a manguear, les sacaba plata y los mandaba de vuelta. Pasado un tiempo, volvía y hacía el mismo trabajo. A mi pibe, una vez, cuando había llegado recién del trabajo, se lo llevó esposado. Mi finada esposa (Mercedes) le preguntó por qué hacía eso y él le contestó que era una razzia. Y se lo llevó injustamente.”

Las manos de Olivera se encrespan con los recuerdos. El, junto con Ramona Quintero, madre de Oscar Aredes, son los únicos dos padres que siguen vivos. “Balmaceda era el rey de Ingeniero Budge, pero después tuvo que andar como los perros, con la cola entre las patas.” Una vez, por medio de una persona conocida del policía, a don Olivera le llegó un mensaje de condolencias del policía: “Un colega de él me dijo que estaba muy arrepentido por lo que hizo, que se había equivocado, que estaba buscando a otras personas y que las confundió” la tarde en la que asesinó a tres chicos desarmados que charlaban en una esquina.

“Yo creo que todo eso es mentira. Ellos estaban sentados ahí y sin hablar palabra, cuando llegó, ahí nomás... (hace un gesto dando a entender que fue un fusilamiento), sin hablar palabra.” Olivera no pude ni mencionar la palabra muerte. “Mi hijo era mi esperanza y los otros chicos lo eran de sus familias. A la edad que tengo yo, lo necesito, para que me alcance un pedazo de pan.” Hasta 1986, durante largos años, Olivera padre trabajó en la fábrica de plástico Termoplas.

Allí se jubiló, pero después siguió trabajando, ya no como operario sino como sereno. Su hijo Agustín y su amigo Oscar Aredes trabajaban en un taller, del mismo rubro, a cuatro cuadras de la Termoplas. Los Olivera son nacidos en la localidad de Las Breñas, en el sur de Chaco. Agustín era muy chico cuando llegaron a Budge. El matrimonio tuvo otros dos hijos, Francisco Alfredo, que murió por una “mala operación”, y Rubén Oscar, el más chico, que sigue viviendo en la casa de la calle Figueredo. Para don Olivera, el barrio, en materia de violencia policial, “está muy tranquilo, ya no hay indios como Balmaceda”. Lo piensa mejor y rectifica: “Indios no, pobres indios, si son más civilizados que nosotros. Este era un bestia”.

Cree que la Masacre de Budge sirvió como lección. “De acá sacaron ejemplo mucha gente, muchos barrios. Hoy no se callan la boca. En ese tiempo no se hacía nada, no sé por qué, pero no se hacía nada.” Víctor Olivera, tío de Agustín, fue testigo presencial del triple crimen. “Al pibe Willy (así lo llamaban en el barrio a Argañaraz) lo levantaron del piso y lo tiraron adentro de la camioneta de Balmaceda. Lo llevaban dos milicos y él iba a los saltos, porque estaba herido en una pierna. Balmaceda, cuando Willy ya estaba en la camioneta, le gritó ‘quedate quieto’. Cuando lo trajeron para velarlo, tenía como 18 balazos, según dijeron los familiares.” Por eso, el tío de Agustín sospecha que Willy, el único que no falleció de inmediato, pudo haber sido “rematado por los policías; yo vi el cuerpo y tenía un balazo acá y otro acá”, dice mientras se toca el rostro con el dedo, a la altura del pómulo y de la frente.

El cuerpo de Willy fue llevado a Tucumán, de donde era su familia. Al comienzo, la policía intentó hacer pasar el caso como un enfrentamiento con supuestos delincuentes. La presión de los familiares y de los abogados Ciro Anicciarico y León Zimerman (ver notas aparte), entre otros, llevó a la realización de dos juicios orales. El primero se hizo en mayo de 1990. En esa ocasión, Balmaceda y Miño fueron condenados a cinco años de prisión y Romero a 12 años. En los dos primeros casos se impuso la figura de “homicidio en riña”, más benigna que la de homicidio simple. El primer juicio fue anulado por la Corte Suprema y el segundo fallo, del 24 de junio de 1994, terminó con penas de 11 años de prisión para los tres policías, que siguieron prófugos durante largo tiempo.

María del Carmen Verdú, abogada de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), opinó que Budge fue “la primera experiencia de organización barrial para exigir justicia en un caso de violencia represiva puntual”. Consideró que junto con la movilización en torno del crimen de Agustín Ramírez, ocurrido en 1988 en San Francisco Solano, y el caso de Walter Bulacio, que murió después de ser detenido por la Policía Federal, “Budge integró una trilogía que sacó a la luz, en los medios, en los organismos de derechos humanos y en los partidos políticos, la gravedad que tenían los crímenes sistemáticos cometidos por las fuerzas policiales, ya en democracia”. Verdú afirmó que hasta ese momento “era muy difícil convencer a los distintos organismos u organizaciones políticas de que el chico de supuesto ‘frondoso prontuario’ del que hacía exhibición la policía era en realidad una víctima del gatillo fácil”.

“Estos tres casos provocaron movilizaciones masivas, con participación de estudiantes, partidos políticos y organizaciones sociales. Así, el reclamo por la represión policial dejó de ser una movida barrial enclaustrada en la periferia. Por Bulacio salieron a la calle diez mil pibes y toda esa movilización fue la que generó el surgimiento de Correpi”, sigla que surgió de juntar dos palabras: “Corré, pibe”. A veinte años de la Masacre de Budge, el barrio parece más tranquilo, aunque la violencia policial siempre reaparece. “Algo hicimos, aunque la muerte no se repara con nada”, dice Olivera con los ojos fijos en la fotografía de su hijo Agustín con una pelota de fútbol sobre el pie derecho.

https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-84543-2007-05-06.html

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Un caso emblemático de la Maldita Policía

En enero de 1994, doce policías bonaerenses acribillaron a balazos a cuatro hombres desarmados. Una jueza los procesó, pero luego fueron sobreseídos. La familia de una de las víctimas apeló y la Corte ordenó investigar a dos efectivos.

La Suprema Corte bonaerense ordenó reabrir la causa en la que se investiga la llamada Masacre de Wilde, en la que cuatro personas fueron acribilladas por la Policía Bonaerense, en enero de 1994. El máximo tribunal de la provincia revocó así los sobreseimientos dictados a favor de dos de los imputados y frenó el cierre de la causa, al entender que se trató de “una grave violación de los derechos humanos”, que debe ser investigada.

El fallo, que se dio a conocer ayer, tiene las firmas de los jueces Héctor Negri, Daniel Fernando Soria, Juan Carlos Hitters e Hilda Kogan. De esta manera, la Corte dejó sin efecto los sobreseimientos del ex suboficial Pablo Dudek y el ex oficial Julio Gatto, ambos señalados como los coautores del asesinato del librero Edgardo Cicutín, una de las cuatro víctimas.

El 10 de enero de 1994, a las tres de la tarde, doce efectivos de la Brigada de Investigaciones de Lanús salieron en busca de un Peugeot 505 y un Dodge 1500 amarillo, en donde, decían, viajaba un grupo de delincuentes. Los agentes, vestidos de civil y a bordo de cinco autos particulares, interceptaron, en primera instancia, al Peugeot y dispararon más de 200 tiros contra sus ocupantes: el remisero Norberto Corbo y sus pasajeros, Héctor Bielsa y Gustavo Mendoza. Los tres fallecieron en el acto. El Dodge escapó, pero la policía fue en su busca y se encontró con un auto de similares características, en donde viajaban los vendedores de libros Edgardo Cicutín y Claudio Díaz. Cicutín recibió siete disparos, mientras que Díaz se salvó de milagro. La policía explicó después que se trató de un error: buscaban a los ocupantes de otro Dodge, en donde viajaban tres hombres que fueron detenidos minutos después.

Los policías acusados por las muertes de Corbo, Bielsa y Mendoza –los tres que viajaban en el Peugeot– fueron el comisario César Córdoba; el subcomisario Roberto Mantel; los oficiales Hugo Reyes, Marcelo Valenga, Raúl Lohidoy, Eduardo Gómez; Julio Gatto, y los suboficiales Marciano González, Osvaldo Lorenzón, Carlos Saladino y Pablo Dudek. Por el homicidio de Cicutín fueron acusados sólo los efectivos Dudek y Gatto, a quienes ahora la Corte les revocó el sobreseimiento definitivo. El suboficial Marcos Rodríguez, por su parte, otro de los señalados por la Justicia, se escapó, al día siguiente de la masacre, caminando, desde la seccional donde estaba detenido y hasta hoy nada se sabe de él. Su foto y su nombre no aparecieron en el listado de los “delincuentes más buscados” de la provincia, por los que se ofrecía recompensa, difundido por el Ministerio de Seguridad y Justicia bonaerense.

En un primer momento, la policía dijo que se trató de “un enfrentamiento armado”, aunque las pericias balísticas realizadas por la Gendarmería revelaron que las víctimas no llevaban pistolas y que dos de los fusilados fueron rematados fuera de los vehículos. Además, los efectivos argumentaron que seguían a Mendoza y Bielsa porque eran integrantes de una organización dedicada al robo de entidades bancarias.

El 6 de febrero de 1994, los once policías fueron detenidos y procesados por la jueza en lo Penal de Lomas de Zamora, Silvina González. A su vez, la magistrada dictó el procesamiento para el prófugo Rodríguez. La magistrada estableció que no existió enfrentamiento y que sólo los efectivos abrieron fuego.

Pero más tarde la causa cambió de juzgado y fueron liberados y sobreseídos los implicados, en una resolución firmada por el juez de Instrucción Emilio Villamayor. El 23 de noviembre de 1994, la Sala I de la Cámara Penal de Lomas de Zamora ratificó esa decisión. En junio de 1995, finalmente, Villamayor, a instancias del tribunal superior, ordenó archivar la causa.

Ante el sobreseimiento definitivo de Gatto y Dudek, los familiares de Cicutín apelaron con recursos extraordinarios de “inaplicabilidad de ley” y de inconstitucionalidad. “Se trata de un cuádruple homicidio agravado, un caso de ejecución extralegal múltiple, constitutivo de grave violación de los derechos humanos. También un delito de lesa humanidad, y luego de privación de justicia ejercida por funcionarios y organismos oficiales mediante la implementación de un mecanismo de desnaturalización del proceso de investigación y ocultamiento de pruebas, irregularidades sobre las cuales después se dispuso el cierre definitivo de la investigación por vía de sobreseimiento”, sostuvieron los familiares de Cicutín en su apelación.

Ahora, el máximo tribunal bonaerense hizo lugar al planteo para evitar que se concrete el cierre de la causa y el sobreseimiento definitivo de dos de los implicados en el homicidio de Cicutín.

Para la Corte bonaerense, “se impone extremar la diligencia judicial en procura de la identificación y sanción de sus responsables”.

De acuerdo con los criterios fijados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos relativos a la obligación estatal de investigar, la Corte provincial ordenó que “se lleven a cabo las comprobaciones necesarias para procurar la identificación y sanción de los responsables del hecho”.

https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-234855-2013-12-03.html

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“Caímos por estar parados”

Por María del Carmen Verdú

Walter Bulacio tenía 17 años. Cursaba 5º año del secundario en el Colegio Nacional Rivadavia. Era estudioso, y le gustaba escribir cuentos. Era fanático de San Lorenzo y de los Redondos, y estaba pensando en ser abogado. Sabía que sus padres no podían pagarle el viaje de egresados, por eso había conseguido un trabajo como “caddie” en el campo municipal de golf.

Un día de junio de 1991, a las 8 de la mañana, el juzgado nos notificó que estaba todo dispuesto para trasladar a Walter al cementerio de Gral. Villegas. Después de varias semanas de trámite, habían aceptado nuestro pedido de proveer una ambulancia pública, porque un servicio privado cobraba lo mismo que ganaba su padre en un mes.

Su abuela y yo éramos las únicas que estábamos a esa hora en el centro de la ciudad. Nos encontramos en la comisaría 5ª y fuimos juntas a la morgue. Un atildado subcomisario, cuyo apellido, en el colmo del oxímoron, era Lacana, nos informó que “por razones de procedimiento” era imperativo reconocer el cuerpo antes de cerrar el féretro. Ésa fue la única vez que lo vi, después de la segunda autopsia para la que fue exhumado tras cuarenta días en la tierra. Un cuerpo adolescente, que tres meses antes era el mimado de su abuela, yacía descarnado en un cajón ordinario de pino. ¿Cómo empezó todo?

El 19 de abril de 1991 Patricio Rey y los Redonditos de Ricotta tocaban en el estadio Obras. Un grupo de chicos de Aldo Bonzi alquiló un micro, porque resultaba más barato que viajar en colectivos de línea. A las 9 de la noche llegaron al barrio porteño de Núñez. Los que tenían entradas compradas de antemano se pusieron en la cola. Los que no las habían sacado, se desesperaron al saber que estaban agotadas.

Walter tenía la plata que le había dado la abuela para comprar la entrada. Con un amigo dio un par de vueltas, tratando de encontrar un “reventa”. La cosa pintaba pesada, con un operativo policial inmenso. Muchos celulares, patrulleros y colectivos apostados, esperando la orden de empezar a cazar. Los chicos no se resignaron a perderse el recital. Rodeando la reja del Club Obras Sanitarias encontraron un hueco por donde entrar. Apenas unos minutos después volvían hacia la calle y eran subidos a los colectivos a palo limpio por personal policial. Seguramente ni Walter, ni el centenar de detenidos, ni los policías, ni los seis mil adolescentes que se agolpaban en las inmediaciones del estadio, suponían que empezaban a protagonizar lo que perduraría en la memoria argentina como “El caso Bulacio”.

Nada diferenciaba ese operativo de las “razzias” que las policías provinciales o la policía federal realizan a diario en recitales o partidos de fútbol en todo el país, deteniendo arbitraria e indiscriminadamente miles de personas por año. Al enorme despliegue de efectivos uniformados, apoyados por patrulleros, camiones de la guardia de infantería e hidrantes, se sumaban las brigadas antimotines, las de la división canes y los colectivos de línea, requisados de la empresa varias horas antes. Un operativo semi privatizado, contratado por la organización del espectáculo a través del mecanismo de “servicios adicionales”.

Aproximadamente un centenar de chicas y chicos fueron detenidos. Sólo setenta y tres de ellos fueron anotados en los libros de la Comisaría 35ª, con jurisdicción en la zona y a cargo del jefe del operativo, comisario Miguel Ángel Espósito. Las detenciones se produjeron entre quienes estaban “aglomerados” a las puertas del estadio, como explicaría el propio Espósito más tarde, y en algunos bares de la zona que -supimos después- eran remisos a colaborar con la cuota “voluntaria” exigida por la “cooperadora policial”. Un ex policía, oficial en la 35ª a la fecha del suceso, relataría, años después, ante la jueza María Cecilia Maiza, que, para “matar dos pájaros de un tiro”, el comisario decidió aprovechar el servicio contratado por los Redondos para “tumbar” al bar Heraldo Yes, que hoy ya no existe, cuyo propietario se negaba a hacer aportes económicos “espontáneos” a la “taquería”.

Casi todos los clientes que estaban en ese comercio fueron detenidos en forma personal por el comisario Espósito, quien explicó esas detenciones en sede judicial diciendo que “en algunas mesas había botellas de cerveza”, por lo que procedió a los arrestos “para prevenir los males mayores acarreados por la ingesta de bebidas alcohólicas”. No había un solo menor de 18 años entre los parroquianos del Heraldo Yes, ni se labró una sola actuación contravencional por “ebriedad” esa noche en la comisaría.

El traslado de los detenidos a la comisaría fue hecho en los colectivos gentil y gratuitamente cedidos por la empresa de transporte de pasajeros MODOSA, con terminal en la zona, en cuyos talleres los uniformados recibían también, según consta en el expediente, atención mecánica sin cargo para los patrulleros. No hay constancia de qué tipo de contraprestación obtenían a cambio de esos favores los dueños de la empresa de colectivos…

Durante los traslados se produjeron todo tipo de incidentes protagonizados por los efectivos policiales y los civiles detenidos. Un joven de poco más de 20 años increpó a un policía, señalándole -erróneamente- que ambos eran, en definitiva, trabajadores. El indignado uniformado la arremetió a golpes contra el muchacho, que logró escabullirse de los machetazos saltando por la ventanilla abierta del colectivo. A las pocas cuadras fue nuevamente apresado, y arrastrado de vuelta al vehículo. Hay constancias en la causa de que este joven, obrero ferroviario, volvió a ser salvajemente golpeado en los calabozos del subsuelo de la comisaría 35ª. Lo acreditan varios testimonios de quienes creyeron luego que se trataba de Walter. A la mañana del día siguiente fue revisado por la Dra. María Esmeralda Giacchino, médica de guardia del Hospital Pirovano, quien concurrió a la comisaría a pedido del comisario. El golpeado muchacho le pidió que labrara un acta dejando constancia de sus múltiples lesiones, a lo que la profesional se negó. Minutos después de que la Dra. Giacchino conversara a solas con el comisario, el ferroviario fue dejado en libertad, con la expresa advertencia de que no volviera a aparecer por la zona. La Dra. Giacchino volvería a la comisaría unas horas más tarde para atender a Walter.

Cuando fue citada a declarar en el juzgado, la médica omitió relatar este primer episodio, que fue conocido a través de los testimonios de quienes ocupaban los calabozos y del propio afectado. Sólo dijo que concurrió a las 9 de la mañana para asistir a un joven “con un pequeño problema”. Ello le valió la promoción, por denuncia nuestra, de una causa por falso testimonio. El damnificado, cuyo nombre reservamos ya que nunca quiso hacer pública su historia por temor a represalias, no se constituyó en querellante en la causa y la médica fue sobreseída poco después por el juez Andina Allende.

A medida que los cargamentos de detenidos llegaban a la 35ª, los muchachos eran amontonados en la guardia y salas adyacentes. Algunos de los detenidos exhibían a los policías la entrada para el recital, asumiendo con naturalidad que la policía tenía “derecho” a detener a los que no las tenían. Varios de los que declararon ante los sucesivos jueces de la causa recordaron que había una chica, detenida en uno de los bares, que gritaba indignada que era la sobrina del comisario. Relataron estos testigos que los policías la pusieron inmediatamente en libertad, y, para que los perdonara por el indebido arresto, le dieron un par de entradas sustraídas a otros detenidos. Nunca pudimos constatar la identidad de esa muchacha, y si realmente era pariente de Espósito, pero la mención aparece en media docena de testimonios de personas que no se conocían entre sí, entre ellos los dueños de las entradas que se consideraron damnificados por hurto.

A lo largo de varias horas, los detenidos fueron lentamente “clasificados” por edad y sexo. Los mayores de edad fueron alojados en los calabozos, y los menores -entre ellos Walter Bulacio- fueron llevados a la denominada “Sala de Menores”. Toda dependencia policial debía contar, de acuerdo a las reglamentaciones vigentes a la fecha, con un lugar adecuado para los menores de 18 años, diferente de una celda. Tal infraestructura, en la comisaría 35ª, estaba reducida a un eufemístico cartelito que colgaba sobre la puerta de hierro de un calabozo sin ventanas, con una silla por único mobiliario. Allí fueron encerrados once menores de edad aquella fría madrugada de abril de 1991.

Nos llamó la atención, cuando pudimos ver los libros de la comisaría, que los menores eran, de acuerdo al horario de ingreso, los últimos que habían sido detenidos. Sin embargo, los testigos coincidían en que el grupo en el que estaba Walter fue de los primeros en “caer”, alrededor de las 21:30. La explicación llegó muchos años después, cuando el controvertido ex policía Fabián Sliwa relató ante la jueza que “los menores fueron dejados para el final, anotando primero los mayores”, para “ganar tiempo” y no tener que labrar expedientes.

Sliwa también nos iluminó acerca del método elegido para decidir qué causa de detención se anotaba en relación a cada detenido. “Era un ping-pong”, dijo. “El oficial me decía ‘a este ponele ebriedad, a aquél para identificar’. Donde dice una cosa podría decir la otra.”.

Una vez tomados los datos personales -fue Sliwa quien los anotó durante gran parte de la noche- los menores fueron llevados de a uno por el largo pasillo que conduce a la sala de menores. Según el ex oficial “arrepentido”, el comisario Miguel Ángel Espósito, enojado con su personal porque se habían excedido en el número de detenidos y ya de madrugada “la comisaría era un despelote” y él no se podía ir a dormir, descargó su ira golpeando a Walter en la cabeza con el machete reglamentario del agente Atienza, mientras éste y el sargento Paloschi lo llevaban por el pasillo.

Los chicos que compartieron el calabozo con Walter contaron que, desde que lo entraron, se quedó muy quieto en un rincón. Tenía frío y estaba muy asustado. Era la primera vez que lo detenían. Por eso, o porque no lo veían bien, le dieron la única silla. Los demás, quizás con más experiencia, se tiraron en el piso e intentaron dormir. Con la naturalización que deliberadamente genera el atropello cotidiano, optaron, en sus propios términos, por “quedarse tranqui”. La expresión aparece textualmente en una decena de testimonios de los pibes que, preguntados si querían instar la acción penal por privación ilegal de la libertad u otros delitos, contestaron “no”. A medida que pasaron las horas los padres empezaron a llegar a la comisaría a buscarlos, una rutina familiar para muchos.

Al amanecer, sólo Walter y otros dos menores quedaban en la celda. Walter no estaba bien. No podía pararse y hablaba con dificultad. Cuando vomitó, los chicos empezaron a llamar a la guardia. Un rato después los policías llevaron a Walter a la oficina de guardia, donde volvió a vomitar. Uno de sus compañeros de encierro fue obligado a limpiar el piso y a lavar el trapo que usó.

Alrededor de las 11 de la mañana, llegó la ambulancia con la misma doctora Giacchino que había estado más temprano en la comisaría. Minutos después, sin notificar a los padres ni al juez de menores de turno, Walter era internado de urgencia en el Hospital Pirovano.

Mientras tanto, en Aldo Bonzi, la madre de Walter estaba tranquila. Su hijo le había dicho que, como el recital terminaría tarde, iría directamente a trabajar al club de golf, donde entraba a las cinco de la mañana, y volvería a su casa por la tarde. Cerca del mediodía fue liberado el muchacho que tuvo que limpiar el vómito. Ni bien llegó a Aldo Bonzi mandó a su hermana para que avisara a los padres de Walter. Así se enteró Graciela Scavone de Bulacio, la tarde del sábado 20 de abril de 1991, que su hijo estaba detenido en la comisaría 35ª desde la noche anterior.

Graciela y Víctor Bulacio llegaron al barrio de Núñez cerca de las siete y media de la tarde. “Su hijo está internado, porque estaba borracho y drogado”, les dijeron. Corrieron al Hospital Pirovano, pero Walter había sido trasladado al Fernández para sacarle una radiografía, porque el aparato de rayos equis del primero no funcionaba. Cuando llegaron al hospital de Palermo, ya había sido devuelto al Pirovano. Poco antes de las once de la noche, veinticinco horas después de su detención, Graciela y Víctor vieron a su hijo.

“¿Te pegaron negrito?”, contó Víctor que le preguntó. Walter, que ya no hablaba, inequívocamente asintió con la cabeza. Al llegar al Hospital Fernández, sin embargo, todavía articulaba palabras. Cuatro años después, citado como testigo en la causa civil, el Dr. Fabián Vítolo repitió ante el Juzgado en lo Federal Civil y Comercial nº 2 su diálogo con el joven paciente. “Respondía órdenes y preguntas simples, entonces le pregunté si le habían pegado en la cabeza, y dijo que sí. Cuando le pregunté quién le había pegado, dijo LA YUTA”.

El Dr. Vítolo ya había declarado dos veces ante la instrucción penal entonces a cargo del Dr. Víctor Pettigiani, la primera en 1991. Consta en el expediente civil que en ninguna de esas oportunidades dijo que había hablado con Walter “porque no se lo preguntaron, y no sabía qué quería decir ‘yuta’”…

El domingo 21 de abril al mediodía, Walter fue trasladado, a pedido de sus padres, al Sanatorio Mitre, incluido en la cartilla de su obra social. Lo acompañaba un certificado del Dr. Tardivo del Pirovano informando “golpes faciales varios de 36 horas de evolución”. Hacía un día y medio que había entrado a la comisaría.

Los días siguientes fueron agitados en el sanatorio. A los padres y a la abuela de Walter se sumaron el resto de la familia, los amigos y compañeros del colegio. No tardaron en llegar los medios, que cubrieron ampliamente la agonía del “estudiante detenido en un recital de rock”. El comisario Espósito, vestido con ropas deportivas, se encargaba personalmente de empezar a construir su defensa, sugiriendo al vecino de Aldo Bonzi, aquel que limpió el vómito, “que no se olvidara que en la comisaría los trataron bien”.

El 26 de abril de 1991, una semana después de su detención, Walter Bulacio murió. Desde entonces, el operativo del 19 de abril de 1991 en el estadio Obras dejó de ser una razzia más entre tantas, para convertirse en “la noche que se llevaron a Walter”. En la comisaría, quedó el graffiti rudimentariamente grabado en la pared de la sala de menores: “JORGE, WALTER, KIKO, ERIK, LEO, NICO, NAZARENO, BETU Y HECTOR. CAIMOS POR ESTAR PARADOS. 19/4/91”.

https://juiciowalterbulacio.wordpress.com/quepasoconwalterbulacio/

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Masacre de Pompeya: la Corte Suprema absolvió a Fernando Carrera

La Corte Suprema de Justicia absolvió a Fernando Carrera, condenado a 30 años de prisión por un robo que no cometió y por matar a dos mujeres y un niño con el auto luego de que la policía le disparara más de 25 veces en una persecución, pensando que era un ladrón que escapaba.

Luego de varias y severas irregularidades en la causa, con complicidad de los oficiales, la Justicia lo condenó a 30 años y luego a 15 pero la Corte lo dejó en libertad en 2013 aunque sin declararlo inocente, hasta hoy. El hecho ocurrió el 25 de enero de 2005.

El caso se popularizó a través del cineasta Enrique Piñeyro, quien filmó el documental Rati Horror Show donde contó las arbitrariedades de la investigación que lo llevaron a estar más de siete años preso condenado por "robo agravado por su comisión con armas de fuego" y "homicidio culposo agravado por haber sido ocasionado por la conducción imprudente de un vehículo automotor y por la cantidad de víctimas" en concurso real con "portación de arma de guerra" sin licencia.

Algunas de las irregularidades de la causa fueron que el testigo de la policía, Rubén Maugeri, era el presidente de la Cooperativa de la Comisaría 34. Además, el hombre que sufrió el robo que desencadenó la persecución policial declaró en el juicio que las personas que lo asaltaron iban arriba de un Fiat Palio blanco y no de un Peugeot 205 como el que manejaba Carrera.

Asimismo, en la rueda de reconocimiento ningún testigo señaló a Carrera como la persona que había cometido el robo y durante el juicio nadie declaró haber visto a Carrera disparar un arma. La Justicia no le dio importancia.

El fallo fue firmado por los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco (en disidencia), Juan Carlos Maqueda, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz.

A criterio de la Corte, la sentencia apelada "no satisface el derecho del imputado a que su condena sea revisada de conformidad a los mandatos que derivan de la mencionada presunción de inocencia". No obstante, se añadió, correspondía que la causa "sea devuelta para una nueva decisión".

Todo ocurrió en el mediodía del 25 de enero de 2005, cuando dos mujeres y un nene de seis años cruzaban la avenida Sáenz, en el barrio porteño de Pompeya, en el semáforo de la calle Esquiú, y fueron embestidos por un auto que manejaba Fernando Carrera.

Según Carrera, la policía lo confundió con un ladrón al que estaban buscando y un grupo de efectivos policiales vestidos de civil que manejaba un Peugeot 504 negro sin ningún tipo de identificación policial intentó detenerlo a los tiros y lo balearon.

Herido e inconsciente, Carrera manejó tres cuadras en contramano, atropelló a las víctimas (que murieron), chocó contra otro vehículo y fue nuevamente baleado por la policía. Según su versión, para tapar el error la policía le armó una causa, inventó un robo y "plantó" un arma en su auto.

https://www.infobae.com/sociedad/2016/10/25/masacre-de-pompeya-la-corte-suprema-absolvio-a-fernando-carrera/

13/5/19

Dossier Fábricas Recuperadas

¿Qué es una empresa recuperada?

La empresa recuperada es aquella que pasa a ser controlada y dirigida por sus trabajadores. Esto, para evitar la pérdida de los empleos ante la amenaza de la desaparición de la firma por malos resultados económicos u otros factores diversos. Este fenómeno suele denominarse también como “fábrica recuperada”, debido especialmente al origen industrial de este fenómeno.

Algunos ejemplos del nacimiento de las empresas recuperadas pueden situarse en la Italia de principios de siglo XX o en varios países de Sudamérica en los que esta práctica se convirtió en habitual a lo largo del siglo, en parte, gracias a sus problemas políticos y económicos.

Como se ha indicado, es frecuente que se dé el caso de recuperación de empresas en situaciones de riesgo económico como quiebras, abandonos por parte de los dueños o recesiones económicas.

Ante estas circunstancias, a menudo los trabajadores se hacen con la dirección de la empresa para evitar su cierre definitivo y la pérdida de sus puestos de trabajo. De este modo, se produce una autogestión con nuevas estructuras empresariales colectivas, generalmente, más democráticas e igualitarias, como es el caso de cooperativas.

Entornos diferentes para las empresas recuperadas

Existen diferentes entornos en los cuales se recuperan empresas, debido a que no siempre este proceso se desarrolla en un clima de concordia y diálogo y tienen lugar diferentes medidas de presión por parte de los trabajadores. Estaríamos, por lo tanto, hablando de huelgas, encierros y todo tipo de movilizaciones obreras.

En muchas ocasiones, suele cederse estas compañías a grupos de trabajadores para que se encarguen de la gestión y dirección, asumiendo estas funciones por sí mismos y prescindiendo de los cargos directivos anteriores para continuar con la vida de la empresa y desarrollar su actividad.

https://economipedia.com/definiciones/empresa-recuperada.html

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Una aproximación a las empresas recuperadas por sus trabajadores

Por Andrés Ruggeri

En la actualidad, las más de 300 empresas autogestionadas en el país ocupan a unos 13.500 trabajadores. En los últimos tres años, contrastando una vez más con la imagen de la desaparición o mera supervivencia de las ERT, los nuevos puestos de trabajo autogestionados suman casi 6.000, entre los nuevos casos y las incorporaciones de las más antiguas.

El 42% de las ERT pertenece a industrias metalúrgicas u otras manufacturas industriales, un 19% al ramo de la alimentación y un 22% a servicios no productivos, como salud, educación y hotelería. Agrupan además una mayoría de empresas categorizadas como pymes según el número de trabajadores, con un promedio de algo más de 30 miembros. Estas características permiten tipificar un perfil de trabajador en gran medida especializado, pero de poca capacidad de reinserción fuera de la industria en que desarrolló su vida laboral.

Por otra parte, las ERT se encuentran diseminadas en todo el país, y su distribución no es aleatoria, sino que tiene estrecha relación con la estructura económica de la Argentina y con los sectores más golpeados por la ofensiva neoliberal de los ’90. Esto se refleja en que casi un 50% de las ERT se agrupan en el área metropolitana de Buenos Aires, y la mayoría de las del interior en el área industrial de la provincia de Santa Fe. En la ciudad de Buenos Aires se ha pasado de 22 casos en 2004 a 39 en 2010 y 56 en 2013. Además del área metropolitana de Buenos Aires, hay casos en el resto de la provincia de Buenos Aires, y en Santa Fe, Córdoba, Chaco, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Jujuy, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, Río Negro, Neuquén, Chubut, La Pampa y Tierra del Fuego.

Sin embargo, hay ciertas características comunes que facilitan o perjudican el tipo de empresas que se convierten en recuperadas. Es difícil encontrar grandes establecimientos, tratándose en su mayoría de pequeñas y medianas empresas, con un promedio de entre 20 y 50 trabajadores. Las razones son bastante transparentes. Residen no sólo en la mayor dificultad de poner en marcha sin capital de trabajo grandes fábricas, cuyas necesidades de insumos, mantenimiento, distribución, comercialización y logística requieren sumas importantes de capital para arrancar la producción una vez que esta se ha paralizado, sino que además son negocios que los capitalistas y sus guardianes judiciales y políticos no dejan escapar tan fácilmente. En todo caso, la defensa de la propiedad privada se vuelve más laxa frente a empresas menores que en circunstancias de la lógica “normal” del mercado cerrarían o serían adquiridas a precio de chatarra por otros empresarios, pero se torna un campo de batalla decisivo si afecta a las grandes propiedades y grandes negocios. Se fue elaborando así un camino de procedimientos ad hoc que los trabajadores fueron conquistando a partir del ensayo y el error, hasta constituirse en la forma “regular” de formar una ERT. La precariedad jurídica sigue vigente, pero estas acciones han logrado constituir una suerte de corpus legal que asegura una relativa protección y, aunque no para todos –como pueden atestiguar los trabajadores del Hotel B.A.U.E.N.−, la tranquilidad necesaria para poder desarrollar la producción o la provisión de servicios.

Esto incluye la adopción de la forma de cooperativa de trabajo, la única que permite el desarrollo de prácticas verdaderamente colectivas, por lo menos en el marco de la legislación argentina. A pesar de que muchas veces la cooperativa de trabajo ha servido para amplias maniobras de fraude laboral, es la que se adapta mejor a la gestión colectiva, desde el momento en que su fundamental principio normativo es que solamente son asociados los trabajadores y no se permite que desempeñe rol laboral alguno quien no sea socio. Salvo excepciones muy puntuales, que generalmente son motivadas por normativas o condiciones muy particulares que las llevan a adoptar alguna otra forma jurídica (más que nada otro tipo de cooperativa) las ERT se han constituido de esta manera.

Uno de los problemas que ronda esta situación es el papel del Estado, que podría ser un factor de fundamental importancia para que estos problemas no se conviertan en obstáculos que pueden llevar al fracaso a la experiencia. Además de un sistema judicial hostil y un legislativo muy vulnerable a los cambios de humor de la “opinión pública”, el Poder Ejecutivo en sus distintos niveles no ha desarrollado hasta el momento más que instrumentos de ayuda parcial y de efectividad variable. Algunos subsidios llegan a las ERT y representan un apoyo importante, aunque no decisivo (a pesar de la opinión contraria que suelen tener los funcionarios que otorgan estos beneficios). Pero hasta el momento no hay una política pública definida ni consecuente con una concepción que fortalezca la autogestión de los trabajadores. Existe, en cambio, una carencia de marco jurídico que, por una parte, deja demasiadas cosas libradas a la interpretación de los jueces y, por la otra, coloca a las ERT en una situación de ilegalidad o precariedad. Coherentemente con esta situación, no hay programas de desarrollo ni de formación para los trabajadores que, partiendo de su realidad, les facilite herramientas para la gestión colectiva.

Aunque este panorama se muestra como bastante negativo, mucho peor fue el punto de inicio: empresas cerradas, trabajadores sin ingresos con los que alimentar a sus familias, instalaciones ruinosas, ausencia de capital, prescindencia del Estado, fraudes empresarios y otros elementos que condicionaron el comienzo de estas empresas. A pesar de todo esto, en los últimos cinco años, las ERT aumentaron su número y generaron más puestos de trabajo, emprendieron iniciativas solidarias, culturales y educativas y dieron trabajo y dignidad a sus integrantes. Las empresas recuperadas, entonces, existen, se desarrollan y se expanden, aunque no se las vea.

http://www.vocesenelfenix.com/content/una-aproximaci%C3%B3n-las-empresas-recuperadas-por-sus-trabajadores

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Crónica de una fábrica recuperada, Cristalux

La Cooperativa Cristal Avellaneda -conocida por su viejo nombre, Cristalux- funciona en Gerli y se dedica a la producción de vajillas y envases de vidrio. Llegó a darle empleo a más de 2.000 trabajadores en su momento de esplendor, pero las políticas neoliberales la llevaron a la quiebra dejando cientos de desempleados. Desde el 2002, la planta fue recuperada por sus trabajadores en forma de cooperativa de trabajo. A continuación, el relato en primera persona de un ex trabajador de la fábrica que vivenció las etapas mencionadas.

La calidad. Factor fundamental en Cooperativa Cristal Avellaneda, actualmente.

“Aproximadamente desde el año ’91, se venía echando gente lentamente. Bueno, no fui la excepción, me tocó a mí también”, comienza diciendo Carlos; quien comenzó su trabajo en Cristalux en 1984, con 20 años. Pasó por varios roles, pero era capataz en el momento en que el telegrama de despido llegó a su casa a fines de 1993, tal como ocurrió con el resto de los trabajadores.

Según relata en los 90 comenzó el proceso de vaciamiento que se vivía en la fábrica, el cual se condecía con el momento político y económico que atravesaba nuestro país.

En los ’70, la fábrica llegó a emplear a unos 2.000 obreros. Pero llegados los ’90, la cifra se redujo a la mitad por la implementación de nuevas maquinarias: “Con 1000 personas la fábrica rendía realmente a pleno. Funcionando al máximo y con buenos niveles de eficiencia”, dice Carlos, y agrega: “Lo que se percibía era una política de desinversión. Lo que se rompía no se mandaba a arreglar o se arreglaba en muy mala calidad, se terciarizaban trabajos -es decir, que trabajos que se podían hacer en la fábrica se mandaban a contratistas que estaban vinculados con la empresa. Era un negociado para no pagar horas extra al personal-. Se había dado la dualidad, de que los depósitos comenzaron a ser utilizados para traer mercadería de importación de la que había sido la competencia de platos y vasos en Brasil”.

El empeoramiento de las condiciones de trabajo, los pagos de salarios, los arreglos eran precarios e incluso la empresa pasó a manos de otra dueño. En 1999 un grupo de trabajadores quiso formar una cooperativa, pero se los presionó para que abandonen la empresa. Carlos cuenta que “muchos llegaron a cortar la Avenida Pavón. De ahí nos quedó una anécdota, en ese momento se llamó a una persona que trabajaba en el diario Clarín para que manden un móvil, pero la respuesta fue ‘no vamos a mandar a nadie, no pasamos este tipo de reclamos sociales’. Al año siguiente se llegó a la convocatoria de acreedores, se declaró la quiebra y la fábrica cerró”. Cabe destacar, que si bien el sindicato históricamente había sido muy combativo –incluso con la dictadura, lo que le costó secuestros de algunos dirigentes-, en la década neoliberal llegó a pactar con la patronal; tal como ocurrió en numerosos casos.

Cristalux en Crisis Neoliberal.

Durante el proceso judicial, entre 2001 y 2002, la planta estaba custodiada por la Justicia y por una empresa de seguridad privada. “A unos compañeros les dijeron ‘che, vi que están trabajando en la fábrica’, ‘no, ¿cómo van a estar trabajando?’, ‘si, si a la noche salen camiones’. Ahí se avivaron que los camiones que estaban saliendo a la noche estaban vaciando la fábrica para que pierda su valor. Entonces, cuando fuera a remate iba a tener un casco vacío y cada uno de nosotros iba a cobrar 0 pesos con cincuenta. Además, según la Ley de Quiebras de ese momento, primero cobraban los bancos, después los grandes acreedores, las empresas de servicios, y por último los trabajadores. Digo esto porque la ley fue modificada por un proyecto de Néstor Kirchner en el 2008, y gracias a eso cobran primero los trabajadores en el caso de remate”.

El ex trabajador de Cristalux contó que le debían $30.000 que, gracias a la Ley de Convertibilidad, serían US$30.000. Y agregó: “te proponían un negocio en el que te pagarían en cuotas si presentabas el telegrama de renuncia. Muchos compañeros accedieron; les daban unos pesos, mandaban el telegrama, la segunda vez les pagaban un poco menos, y después no les pagaron más. Yo fui por el camino del juicio, pero no pude cobrar nada. Por mucho tiempo me costaba pasar por el frente de la fábrica, evitaba pasar en el auto, cuando iba en tren le daba la espalda a la estación de Gerli… Muchos de quienes quedaron desempleados fueron remiseros, albañiles, desocupados y con planes, yo, por lo que había estudiado en mi carrera en historia estaba seguro de que el modelo industrial en la Argentina no existía más, por lo cual, retomé el profesorado. Hasta que me recibí en el ’99 hice changas –aunque mayormente como pintor- incluso hice de mozo, ja”.

“En el 2002, cuando empezaron con la cooperativa, fui a apoyar porque me parecía una causa noble. Se instalaron en la puerta. En un momento se abrió la puerta, salió el camión y se llevó puesto el campamento precario que estaba instalado. Meses después, la justicia permitió el ingreso a la fábrica. Fue una salida en el gobierno de Duhalde para demostrar que los trabajadores podían hacer algo, pero que seguramente se iban a cansar y dejar. Incluso desde el sindicato hicieron lo posible para que no podamos seguir y trataron de ‘rosquear’ con gente de adentro para que las cosas no salgan. Costó mucho, los compañeros venían colados en los trenes, se comía lo que les sobraba a negocios de la zona, ya sean almacenes o verdulerías. Había que reconstruir todo: cables, cables de alta tensión, motores. Recuperamos mercadería y cosas que estaban tiradas para venderlas. La chatarra que había, nos dimos cuenta, podía ser utilizada en el momento.”

El regreso de DURAX

No habían posibilidades de producir por falta de gas para los hornos y energía eléctrica para los equipos; “la fábrica estaba destruida, devastada. Lo único que se pudo hacer fue un pequeño horno de fabricación manual con los rezagos de otro horno que estaba roto. Fue romper a mazasos limpios 30.000 kilos de vidrio -lo cual tomó varios días-, vender el vidrio, usar las paredes de ese horno para armar otro –ya que son ladrillos importados, muy caros-. Hicimos un pequeño horno artesanal y luego otro horno un poco más grande, de 20 toneladas. Después logramos que Metrogas habilite el gas de una manera bastante ‘especial’, y logramos la luz que fue gracias a la colaboración de algunos vecinos que permitieron un enganche hasta que la cooperativa estuvo en condiciones de pagarla, tal como pasó con los proveedores, quienes confiaron que íbamos a pagarles y nos ayudaron.

Muchos venían colgados en el tren, caminando o en colectivo, pero sin ver ganancia alguna durante un año. En un momento se salió del paso con la fabricación de copas, vasos y platos. Pero más tarde se pudo volver a la producción del DURAX (la marca registrada de Cristalux) con moldes que habían quedado en la basura, y con un color bastante particular que tuvo gran impacto en el mercado: el celeste.

“En el 2008 la cooperativa sufrió una grave crisis: Metrogas cortó su servicio porque las conexiones eran obsoletas. Cristalux nunca había presentado los planos, tenía ‘chupadas clandestinas’ de gas y nunca la demandaron, pero sí lo hicieron con la cooperativa. No había dinero para pagar el gas y se buscó alguna ayuda gubernamental.

Finalmente llegó el Dr. Moreno -Secretario de Comercio Interior-, visitó la fábrica a fines de 2008 y nos dijo que el Estado iba a facilitarnos un préstamo y que vendría alguien pago por el Estado a reorganizar la planta para mejorar la producción y poder obtener ganancias. También se debieron cambiar las conexiones de gas por unas modernas, lo que permitió ahorrar un 80% en los costos. Moreno hizo hincapié en que todo lo que se trabajaba tenía que ser en blanco, de forma que también el Estado tenga una retribución y que se blanquee la economía. Los más perjudicados en esto fueron los intermediarios, que eran quienes hacían las diferencias. Con esta política, la cooperativa pudo comprar materias primas sin intermediarios al igual que insertarse directamente en el mercado, aumentando un 30% la ganancia.”

Hoy en día, en la planta hay casi 300 obreros de diversas edades y realidades sociales. Muchos conocieron aquella enorme fábrica en su tiempo de esplendor, otros cuando comenzó la caída libre, otros pasaron días de hambre o de juntar objetos para vender cuando inició la cooperativa; pero lo que cabe destacar es la perseverancia ante las problemáticas internas y externas, lo cual les permitió recuperar su fuente de trabajo tanto para ellos, como para sus hijos y el resto de la comunidad, en un marco de promoción de la industria nacional.

Publicado el septiembre 13, 2013

https://historiascallejerasblog.wordpress.com/2013/09/13/cronica-de-una-fabrica-recuperada-cristalux/

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Un laboratorio de autogestión obrera

“Estamos escribiendo parte de la historia del movimiento obrero”, dice uno de los referentes de FaSinPat, que hoy emplea a 450 obreros y produce 300 mil metros cuadrados de cerámicos al mes.

Por Adriana Meyer

Dicen que les cambió la vida, que los diez años de trabajo sin patrón en Zanon les devolvieron libertad y dignidad. Atrás quedaron las dobles jornadas, cada uno aislado en su línea y presionado por el supervisor, la permanente amenaza del despido. El 30 de septiembre de 2001 parecía que la amenaza patronal de apagar los hornos se iba a concretar. Esa noche, los delegados se quedaron en la fábrica y el 1º de octubre impidieron el ingreso a los gerentes. La planta fue ocupada por sus trabajadores, que se apropiaron de los medios de producción, hasta entonces propiedad de un empresario italiano que planeaba vaciarla. Tomando cada decisión en asamblea, tendiendo puentes con los neuquinos y solidarizándose con cada conflicto, con una estrategia jurídica y la disposición de enfrentar cada orden de desalojo, los obreros y obreras hicieron de Zanon algo más que una empresa recuperada, la convirtieron en un laboratorio de autogestión y la pusieron al servicio de su comunidad.

Los 70 mil metros cuadrados de la fábrica de cerámicos están sobre la ruta 7, entre Neuquén y Centenario. Tras la reja viene el playón que mide casi como una cancha de fútbol. Las visitas guiadas son constantes: pueden ser jardines de infantes, delegados gremiales o documentalistas de cualquier parte del mundo, que circulan entre el polvillo de la arcilla, el calor de los siete hornos, los olores de los esmaltes y el ruido de las líneas de producción. La vida cotidiana en Zanon también consiste en parar para hacer una asamblea y decidir cómo posicionarse ante la detención del dirigente ferroviario Rubén “Pollo” Sobrero, como pasó la semana pasada.

La mayor planta de porcelanato de América latina tenía en 2001 unos 240 operarios, que ganaban 800 pesos. Hoy, convertidos en la cooperativa FaSinPat (Fábrica Sin Patrón) son 450 y ganan 4500 pesos cada uno. Producen 300 mil metros cuadrados de cerámicos por mes, venden 270 mil a 20 pesos el metro, y el resto lo destinan a obras solidarias. En Neuquén, dos de las otras tres fábricas de cerámicos, Stefani y Del Valle, están autogestionadas.

En las últimas elecciones la comunidad neuquina eligió como diputados a dos de sus históricos referentes, Raúl Godoy y Alejandro López, por el Frente de Izquierda. “Estos diez años significan una evolución del nivel de conciencia de cada uno de los que formamos la autogestión obrera, al principio peleamos por los puestos de trabajo, pero fuimos aprendiendo solidaridad de clase, conocimos a las Madres”, dijo López a Página/12. “Estamos escribiendo parte de la historia del movimiento obrero, demostrando la potencialidad de la clase obrera organizada. Zanon no sólo produce cerámicos, es una referencia internacional, nos ha dignificado la vida, nos transformamos en personas críticas”, agrega.

Recuperar el sindicato

El empresario italiano Luigi Zanon tenía 28 años cuando llegó al país para instalar el Italpark. En 1979 fundó Zanon sobre terrenos públicos y con capitales de los gobiernos provincial y nacional que nunca devolvió. En la ceremonia inaugural, don Luigi felicitó al gobierno militar por “mantener la Argentina segura para las inversiones”. Junto a su hijo Luis, el empresario nativo de Padua siguió recibiendo subsidios en democracia, sobre todo en los gobiernos de Carlos Menem y Jorge Sobisch. Su plan era fabricar sólo porcelanato, lo cual significaba unos 300 despidos.

“Organizamos un campeonato de fútbol que duró un año, era el momento para discutir propuestas porque se venían ataques de la patronal. Pero primero había que ganar la interna, y luego sacar a la burocracia del sindicato ceramista”, cuenta Juan Orellana, ex obrero de Zanon. La empresa empezó a atrasarse con los sueldos y los aportes, y así vinieron las primeras huelgas, algún piquete para que no saliera la producción. “Se decidía en asamblea, los compañeros votaban esas medidas, los delegados se elegían a mano alzada mirándonos las caras. Fue una gimnasia de organización que nos marcó a fuego, el hecho de reconocerte como compañero de clase, que era un discurso que no manejábamos, reconocer a la burocracia sindical y al Ministerio de Trabajo, que jugaba para la patronal. Godoy era el único que tenía militancia en la izquierda, y sin embargo estuvo cuatro años con bajo perfil. Sin esa experiencia inicial no hubiésemos conseguido llegar a un plan para la toma y el control obrero. Nos conocimos entre nosotros y nacimos a otro mundo”, dice Orellana.

Con la nueva comisión interna frenaron los despidos. El primer pacto fue la unidad entre efectivos y contratados. Entonces la empresa presentó un recurso preventivo de crisis en el Ministerio de Trabajo de la Nación, una artimaña ideada por el ex ministro Domingo Cavallo para despedir más personal que lo permitido y cambiar los convenios. En ese momento entraron en juego los abogados Mariano Pedrero, Ivana Dal Bianco, Polo Denaday y Myriam Bregman, para quien participar de la experiencia de Zanon significa “retomar la tradición de aquellos abogados que en los ’60 y ’70 defendían presos políticos y acompañaban a los obreros en sus tomas de fábricas”.

Dispuestos a todo

En medio de esa ofensiva empresaria, en julio de 2000, murió Daniel Ferrás y la situación estalló. “No teníamos médico ni ambulancia, la empresa no daba atención médica en una fábrica muy peligrosa, donde había un muerto por año. El eje cambió, hicimos una huelga de nueve días con la consigna ‘ni un muerto más’”, cuenta Orellana. Decidieron convocar a todas las organizaciones de Neuquén, a la CTA, a los docentes y a los estatales. “La empresa hacía ofertas y en medio de esa confusión Godoy propuso que resistiéramos un día más, lo que significaba violar la conciliación obligatoria, el cuco con el que te dicen que estás fuera de la ley. Y ganamos todo, el preventivo de crisis se cayó solo, hicimos público que Zanon sacaba 30 camiones por día y nunca mostró sus libros para demostrar la supuesta crisis, la burocracia no tenía representatividad, y la empresa puso medidas de seguridad”, recuerda.

Para ganar el sindicato sortearon sucesivas maniobras y luego de dar vuelta una asamblea en la que se eligió a la junta electoral tuvieron que firmar y sellar cada boleta. “Cortar el puente o la ruta y abrir el conflicto más allá del portón era hacer política, lo mismo que plasmar en los estatutos del nuevo sindicato que los dirigentes tienen que volver a su puesto de trabajo, que no pueden renovar más de dos veces, que se puede revocar su mandato por el voto directo de la asamblea”, dice. Fracasado su proyecto del porcelanato, los Zanon ya se disponían al vaciamiento: dejaron de pagar los servicios y a los proveedores.

La empresa había amenazado con apagar los hornos, lo que significaba parar la producción. Y, para que no sucediera, el 1º de octubre los gerentes no pudieron entrar. Aparecieron las órdenes de desalojo por usurpación de la planta, y los despidos masivos, a lo que respondieron quemando los telegramas frente a la Casa de Gobierno. Ese día fueron reprimidos y 20 terminaron presos. Los abogados denunciaron a Zanon por haber provocado un lock out (paro patronal), y la Justicia les dio la razón, además de incautar el 40 por ciento del stock para pagar salarios. Fue la primera victoria de una larga batalla judicial que aún no termina. Los trabajadores vendieron los cerámicos y acamparon frente a la fábrica.

Había que poner a producir ese “monstruo”, como le dicen. Mientras un ceramista gasista reconectaba el suministro, la Universidad del Comahue los ayudaba a planificar. Los Zanon habían espantado a los clientes, presionado a los proveedores y pagado para que nadie pudiera explotar las canteras, pero los obreros consiguieron arcilla en la comunidad mapuche. “Surgió el liderazgo de Manotas, un compañero que era supervisor pero se plegó a nuestra lucha, y gracias a las Madres pudimos comercializar en blanco”, describe Orellana. Los primeros nuevos puestos de trabajo fueron para las organizaciones de desocupados con los que habían cortado rutas.

El 8 de abril de 2003 la Gendarmería tenía orden de disolver la toma. Afuera estaban los grupos sociales, sindicales, educativos que los apoyaban, incluidos once curas, pero del portón para adentro estaban dispuestos a no ser desalojados. Perfeccionaron las guardias obreras que habían creado para cuidar las máquinas y las instalaciones. Se apostaron en los techos, acumularon bolones de cerámica, gomeras y barricadas, tachos con agua para neutralizar el efecto de los gases, baldes con ácido. Hubiera sido una masacre, tal como quedó plasmado luego en el informe policial. Con el apoyo externo, en el que fue clave el paro de la CTA provincial, los obreros de Zanon demostraron que tenían la hegemonía en la población. La orden se suspendió, y los bolones blancos circularon entre la gente como souvenirs.

En diez años enfrentaron cinco órdenes de desalojo similares, además de haber sufrido persecuciones judiciales, amenazas, y aprietes a familiares. Pero Godoy, López, Chaplin, Cepillo, Chiquito, Paco, Ramírez, Esparza y varios más tuvieron la solidaridad de León Gieco, Naomi Klein, Osvaldo Bayer y una larga lista de personalidades y organizaciones. Para seguir produciendo tuvieron que pagar una deuda de los Zanon por un millón y medio de pesos. Aceptaron formar una cooperativa, cuyos plazos siempre los dejaban en peligro de ser rematados o de quedar expuestos a la ferocidad del mercado, por lo cual insistieron con la expropiación y estatización. Hace dos años, con movilizaciones, acampes frente al Congreso y recolección de firmas, consiguieron por ley la expropiación. En 2005 FaSinPat votó a favor de construir una clínica de salud comunitaria en un barrio pobre de Nueva España. Sus habitantes la habían reclamado al gobierno provincial durante 20 años, los ceramistas la construyeron en tres meses.

https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-178100-2011-10-03.html

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Ocupar, producir, resistir

Tras un proceso de quiebra fraudulenta, un grupo de trabajadorxs se hizo cargo de la producción de una las imprentas más grandes del país. Con tenacidad, coherencia y convicción, MadyGraf fue convirtiéndose, en estos últimos cinco años, en un faro de todas las luchas de la clase obrera argentina.

Llegar en hora pico a Panamericana y 197 es cómo llegar al epicentro del caos. Mientras la gente brota de cada colectivo, los autos y camiones se cruzan febrilmente por doquier. Todo el mundo camina a paso nervioso, pero decidido. No es para menos. Estamos en uno de los puntos neurálgicos de la Zona Norte del Gran Buenos Aires.

El escenario es levemente similar a izquierda y derecha. Enormes carteles publicitarios se intercalan con galpones, playas de estacionamientos y paredes con ladrillos a la vista. Las fábricas y distribuidoras que se multiplican a cada lado de la autopista, nos confirman que estamos en el corredor fabril más importante de país.

A mano derecha, sobre el kilómetro 36 del ramal Escobar, se encuentra la Ford. Un cartel, ubicado sobre la subida a la autopista, nos recuerda que fue uno de los 610 Centros Clandestinos de Detención que funcionaron durante la Última Dictadura. Al otro lado de la ruta, en un edificio un poco más pequeño, se encuentra la ex-Donnelley.

– Yo fui uno de los 30 compañeros que ingresó cuando tomamos la fábrica – nos comenta con orgullo el Chelo cuando nos recibe en la mesa de entradas y nos advierte – Van a tener que esperar. La mayoría de los compañeros están en asamblea.

Mientras aguardamos, una escultura nos llama poderosamente la atención. Es un torso humano, realizado con fierros. Lleva puesto una camisa de Grafa con las siglas del Sindicato Ceramista de Neuquén. Cuando le preguntamos sobre el origen de la escultura, el Chelo confirma nuestra sospecha.

– Sí, es un regalo de los obreros de Zanón – nos responde, haciendo referencia a FaSinPat, la emblemática fábrica recuperada por sus trabajadorxs.

Estamos a más de mil kilómetros de distancia. Pero ese gran capítulo historia de la clase trabajadora, encuentra un eco sobre el ramal Escobar de la Autopista Panamericana.

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Junto a la mesa de entradas, un pasillo conecta todos los sectores de la fábrica. La primer puerta, a la derecha, está repleta de cartulinas y afiches. Detrás de los vidrios, un grupo de niñxs juegan con temperas y lápices de colores. Un cartel nos indica que estamos frente a la Juegoteca.

Pasando los molinetes, a mano izquierda, se encuentra la enfermería. Más adelante, están los distintos talleres. A primera vista, sorprende el tamaño de las maquinarias: son auténticos mastodontes, que trabajan teñidos por la luz de los tubos fluorescentes. A medio camino entre las oficinas y los galpones del fondo, nos cruzamos con Facundo.

– ¿Cómo están? – nos saluda – Nosotros recién terminamos una asamblea.

A medida que avanzamos por el pasillo, la generosa palabra de Facundo se desenvuelve.

– ¿Hace cuánto trabajas acá? – consultamos.
– Yo entré en el 2000 – nos comenta después de pensarlo un momento – Hace 19 años.

Facundo será importante para nosotrxs, ya que nos acompañará en nuestra primera recorrida por la planta. También, porque nos brindará un contexto para comprender lo que nuestros entrevistados nos contarán. Pero, por sobre todas las cosas, porque nos explicará porqué MadyGraf se llama MadyGraf.

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Sentado junto a una de las impresoras, Martín habla con voz pausada pero firme.

– La primer máquina en la que trabajé fue la 301 – recuerda – A la semana siguiente, me mandaron a otra que ahora ya no está más, la 600. Después, fui rotando por distintos lugares hasta que quede en la 303.

Los mates van y vienen, mientras nos cuenta su historia dentro de Donnelley.

– Yo entré a la fábrica en el 2007 – puntualiza – Primero, estuve dos meses por agencia y después me efectivizaron.

Cada tanto, alguien se acerca a saludarlo, intercambia unas palabras y continúa su relato.

– ¿Cómo era la gestión de la empresa en esa época?
– Había un régimen de miedo – resume – Imaginate: yo era un pibe. A mí, ni mi viejo me cagaba a pedos y acá te maltrataban. Te decían que los fines eran optativos, pero al final terminabas laburando los sábados, domingos y feriados, 12 horas de corrido, de lunes a lunes. Los únicos días que teníamos franco, eran los 25 y 31 de diciembre.

– Si tuvieras que marcar un punto de inflexión, ¿cuándo sería?
– Para mí, fue cuando se votó no venir a trabajar el 1 ° de mayo de 2005 – opina – Ahí se genera una especie de conciencia y se empezó a organizar la comisión interna. Para el 2010, empezamos a parar por las paritarias. El sindicato pidió un 25%. Nosotros cerramos en un 35 %, afuera del piso que pidió la Federación Gráfica.

Pero esta victoria parcial tuvo sus contramarchas.

– En el 2011 me despiden junto a 20 compañeros – continúa Martín – Entonces, votamos un plan de lucha, cortamos la Panamericana y paramos la fábrica. Fueron dos semanas en los que la empresa me llamaba para arreglar la indemnización, pero decía que no. De los todos los despedidos, 8 arreglaron y 11 quedamos adentro. ¿Qué hace la empresa? A la semana siguiente echan a todos los supervisores. Pero nosotros ya habíamos ganado una lucha.

– ¿Y luego qué pasó?
– En el 2013, llegó un gerente de producción nuevo. El tipo tenía fama de cerrar fábricas en Brasil. Y vino junto con otro gerente que había pasado por Kraft. Entre los dos, planearon el vaciamiento de la fábrica. Con el paso del tiempo, empezaron a dejar caer las máquinas. Comenzó a haber persecución. Cuando llegabas con el auto te lo querían revisar, no te querían dejar entrar con las mochilas, nos controlaban los horarios de las comidas.

Esta persecución a cuentagotas, tuvo un nuevo punto de quiebre.

– En el 2014 entra un gerente nuevo y en la primera reunión, nos dice: “tenemos que bajar la nómina del personal”. Siempre se quejaban de que los números estaban en rojo. Entonces, le preguntamos: ¿por qué vos, que como gerente general cobras 140 lucas, no te bajas el sueldo antes de despedir gente?

La respuesta que dieron terminó de trazar el camino a seguir. “No vamos a aceptar los despidos – dijeron – Detrás de cada trabajador hay una familia”. Y con esta frase, marcaron el objetivo que perseguían. Pero también, dejaron en claro que sus familias eran la fuerza oculta que los sostenía.

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El camino que llevó a Javier Antivero a interiorizarse en el mundo de las empresas recuperadas fue largo. Pero, sin lugar a dudas, su recorrido laboral y formativo tuvo mucho que ver.

– Hubieron dos experiencias clave – recuerda hoy a sus 47 años – la primera de ellas, fue mi primer trabajo en Polimec, una empresa metalúrgica autopartista de Quilmes. Esa fábrica posteriormente fue recuperada y en la actualidad se llama Cooperativa Felipe Vallese. La segunda, tiene que ver con que, en paralelo, había comenzado mis estudios en la Facultad de Ciencias Sociales en la UBA.

Javier es coordinador del Programa Facultad Abierta de la UBA. Este proyecto sostiene un Centro de Documentación, que funciona en las instalaciones de la Cooperativa de Artes Gráficas Chilavert. Y además, realiza desde el año 2002, el Informe de la Situación de las Empresas Recuperadas por sus Trabajadores (ERT). Allí, no sólo aportan estadísticas, sino que además realizan un diagnóstico de las problemáticas que atraviesan al sector.

Gracias a este trabajo, sabemos que en la Argentina hay Empresas Recuperadas en por lo menos 20 provincias. Aproximadamente un 50% del total, se encuentran en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Metalúrgica (16,93%), Alimentación (13,54%), Gráfica (10,68%), Textil (9,11%), Gastronomía (6,25%) y la Industria de la Carne (5,73%), son los principales rubros.

– Si bien el fenómeno de las empresas recuperadas se encuentra en otras partes del mundo – reflexiona Javier – Es en nuestro país donde este tipo de experiencia se encuentran más desarrolladas.

– ¿Qué elementos novedosos aporta la experiencia argentina?
– Yo creo que, entre otras cosas, podemos encontrar a la solidaridad, la autogestión y la defensa de los puestos de trabajo como factores comunes.

Según el VI Informe, en la actualidad hay más de 15 mil trabajadores bajo esta modalidad. Trabajadores que, con su ejemplo, nos demuestran que las cosas se pueden realizar de otra manera.

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“Estimados colaboradores – decía el comunicado que la Donnelley dejó en la puerta de la planta el 11 de agosto de 2014 – Lamentamos profundamente tener que comunicarles que, afrontados a una crisis insuperable, […] estamos cerrando nuestras operaciones en Argentina y solicitando la quiebra de la empresa, luego de 22 años de actividad en el país”.

Lentamente, los trabajadores llegaron al predio. Una de las cosas que más les llamó la atención, fue cómo terminaba el comunicado: “Deploramos las dificultades que esta decisión le causará. Para mayor información – concluía el texto – puede llamar al siguiente teléfono: 0800-345-1442″.

Estaban asombrados, pero no derrotados. Traían consigo años de maltrato empresarial, pero también una estrategia para enfrentar a la patronal. Reunidos en asamblea, decidieron cortar la Panamericana para visibilizar el conflicto y llamar a los medios. Mientras tanto, las horas transcurrían envueltas en una tensa calma.

– Adentro, la empresa puso a tres guardias de seguridad privada – recuerda el Chelo – Pero afuera éramos 300 compañeros.

Las horas transcurrían, envueltas de un halo de incertidumbre, hasta que un grupo de trabajadores ingresó a la fábrica. Ya habían esperado demasiado, había llegado el momento de actuar.

– Los que estaban afuera no nos esperaban. Nosotros podíamos verlos desde adentro, pero como es un vidrio espejado – dice, señalando la puerta de ingreso – Ellos no podían vernos a nosotros.

De repente, la cara de Chelo se ilumina por completo.

– Cuando abrimos la puerta y nos encontramos, fue una fiesta – dice con emoción – Algunos compañeros todavía guardan las imágenes de ese día.

Aquel 11 de agosto de 2014 sería imborrable para todxs ellxs. Aquel día resolvieron tomar la fábrica. Tres verbos (ocupar, producir, resistir), cambiarían sus vidas para siempre.

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30 de septiembre de 2001. Ruta Nacional N ° 7, a la altura del Parque Industrial de Neuquén. Un grupo de trabajadores ocupa la fábrica en la que trabajan. Bajo ningún concepto, este acontecimiento es un hecho fortuito. Fue, más bien, el resultado de una madurez política de años de organización y resistencia, que llevó a la ex Cerámica Zanón, a estar bajo control obrero en 2002.

– Si bien cada caso es muy heterogéneo – reflexiona Javier – el objetivo que persiguen los trabajadores es la defensa de los puestos de trabajo frente a la desocupación. Después el desarrollo de cada proceso de recuperación dependerá del contexto.

– A grandes rasgos, ¿en qué se diferencia una empresa recuperada de una tradicional?
– Una de las diferencias más importantes, se relaciona con la toma de decisiones. En una empresa recuperada, las decisiones más importantes se toman en asamblea. Esto implica que cada trabajador tiene voz y voto, tanto para mocionar propuestas, como para votar las presentadas por sus compañeros. Además, generalmente, los trabajadores recuperan sus empresas después de un proceso de vaciamiento que no las deja en óptimas condiciones para la producción. Por ese motivo, son puestas en marcha con mucho esfuerzo, bajo la premisa de no explotar el trabajo de otros.

– En cuanto a su organización interna, ¿qué características tienen?
– La mayoría de las empresas recuperadas adoptan la figura legal de cooperativas de trabajo, ya que esta es la que les otorga mayores garantías para su funcionamiento. La distribución de los excedentes que genera la cooperativa, se realiza a través de los retiros, lo que podría ser el equivalente a los salarios. Estos se basan en criterios equitativos que establecen los propios trabajadores.

Pero esta diferencia, no se resume a una cuestión meramente organizativa. Este tipo de experiencias, responden a un proyecto social alternativo.

– Hay muchas empresas recuperadas de “puertas abiertas”, que mantienen un fuerte compromiso social con el barrio y distintas organizaciones sociales. En ellas se pueden encontrar bachilleratos populares, centros culturales y otras actividades solidarias y de vínculo con la comunidad.

El Hotel BAUEN, IMPA, Cristalux, Artes Gráficas Chilavert. La historia reciente es fértil en términos de lucha y resistencia.

– ¿Qué similitudes tuvo el proceso de recuperación de MadyGraf, con respecto a otros casos, como el de Zanón por ejemplo?
– En ambos casos lxs trabajadorxs llevaron adelante un arduo proceso de lucha, con cortes de ruta, manifestaciones, enfrentamientos con la Policía y la Gendarmería. Además, contaron con un fuerte apoyo de artistas, académicos, organizaciones sociales, partidos políticos de izquierda y otras empresas recuperadas.

La ley de expropiación comenzó en agosto de 2014, con la presentación del proyecto original por parte del diputado provincial Christian Castillo (PTS-FIT). Pero, ante la falta de tratamiento en el Senado, fue propuesta nuevamente al año siguiente y aprobada por unanimidad en ambas cámaras en mayo del 2017. La Ley Provincial N ° 14929 le otorga las instalaciones, maquinarias, y herramientas a la Cooperativa MadyGraf.

“Este es el resultado de la lucha que venimos llevando los trabajadores en las calles y manteniendo la producción”, declaró al diario Página/12 Eduardo Ayala, uno de los trabajadores. Contradiciendo la lógica empresarial, que propone vaciamiento y desocupación, habían logrado dar vuelta la historia. “Supimos demostrar que no era necesaria la pérdida de ningún puesto de trabajo”.

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Siguiendo el ejemplo de FaSinPat, los trabajadores de MadyGraf comprendieron rápidamente la importancia de tejer lazos con la comunidad. Al igual que los ceramistas neuquinos, su objetivo de fondo es poner la fábrica al servicio de la sociedad y de las luchas de la clase trabajadora. Así fue que, reunidos en asamblea votaron regalar cuadernos a los estudiantes de escuelas públicas.

“Somos trabajadores que desde hace dos años sostenemos doscientos puestos de trabajo, luego de que la empresa se declarara en quiebra y cierre – resumieron en pocas palabras, detrás de cada tapa – Este cuaderno es solo una muestra de lo que podemos hacer […] Podemos imprimir manuales y materiales […] para que todos los chicos tengan acceso a los materiales necesarios para la lectura y el estudio”.

Desde entonces, cada Cuadernazo se transformó en un acto político. Como por ejemplo, el que realizaron el 20 de febrero de 2019 frente al Congreso Nacional. Tras haber cumplido todos los requisitos y ofertado el mejor precio, el Ministerio de Educación les negó arbitrariamente una licitación que habían ganado. La Policía los dispersó con gases lacrimógenos, corridas, golpes y empujones.

Las imágenes de la brutal represión recorrieron todo el país, en la pantalla de los principales noticieros. Esa tarde, fueron arrestadas cinco personas: tres obreros de MadyGraf y los periodistas Juan Pablo Barrientos y Bernardino Ávila. Este último había fotografiado, una semana atrás, a una anciana levantando una verdura del suelo, en una feria organizada por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Al igual que el Cuadernazo organizado por MadyGraf, aquella también había terminado en una represión salvaje.

Sin embargo, ellxs saben que la lucha no solo se da entre las cuatro paredes de la fábrica. La lucha también está en las calles. Por eso, no nos sorprende que en cada paro, huelga o movilización importante, puede verse flamear la bandera de MadyGraf. Conscientes que el ejemplo contagia y marca un camino a seguir, asumen compromiso y están siempre donde deben estar.

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– ¿Cómo están? – nos dice Laura con un sonrisa en el rostro y consulta – ¿Hace mucho que están esperando?

Luego, nos invita a pasar a la enfermería. Mientras nos acomodamos en una pequeña sala de estar que se encuentra antes de los consultorios, va hasta a una pequeña cocina, trae unas galletitas, mate y agua caliente.

– Yo me acerqué el 14 de agosto de 2014 con un grupo de médicos, técnicos y enfermeros – nos contesta, mientras recuerda cuando se acercó a MadyGraf – Para noviembre de ese año, la situación de stress era muy grande.

Como personal de la salud, es la primera vez que Laura se dedica a trabajar a tiempo completo afuera de un hospital. Pero si lo hizo, fue por compromiso político. Laura no duda en tomar un ejemplo reciente, para poner en perspectiva la importancia de lo ocurrido en MadyGraf.

– Hace poco cerraron tres plantas de la Donnelley en San Pablo, Brasil – nos comenta.

“Como en Argentina, Donnelley Brasil anuncia cierre con carteles en la puerta de sus fábricas”, reza el titular. La nota, publicada en La Izquierda Diario del 2 de abril del 2019, puntualiza: “Este lunes por la mañana, los trabajadores se encontraron con el anuncio del cierre de las 3 fábricas que la empresa tiene en Brasil […] Mediante un aviso en la puerta de entrada de las instalaciones”. La misma empresa, el mismo método.

– Si acá se pudo volver a producir, fue porque había una organización previa de los trabajadores – reflexiona y puntualiza – Había un cuerpo de delegados, una comisión interna combativa.

Esa misma organización fue la que impulsó la Comisión de Seguridad e Higiene, poniendo la vida y la salud de los obreros como prioridad.

– En ese momento, se organizaron charlas con los trabajadores sobre medidas de seguridad. Presentamos proyectos para mejorar las condiciones y se armó la comisión.

Esa comisión, independiente de la empresa, seguía el modelo de las antiguas comisiones de los setenta. Cuando la fábrica fue recuperada, el camino recorrido les permitió reducir la cantidad de accidentes laborales.

Pero además de realizar tareas dentro del sector de enfermería, Laura forma parte de la Comisión de Mujeres.

– La Comisión surge en 2011, cuando las compañeras de los trabajadores comenzaron a ver que la cosa se complicaba.

Tanto Facundo, como Laura y Martín, nos comentaron cómo se realizaban aquellas primeras reuniones. Imposibilitadas de ingresar al predio, por orden de la empresa, las mujeres se sumaban a las asambleas, alambrado mediante.

– Las mujeres veían que esa organización servía para defender derechos y ellas mismas comenzaron a pensar en cómo enfrentar los despidos, cómo hacer un fondo de huelga, en cómo sumar a otras mujeres.

Cuando la fábrica fue recuperada, las compañeras de muchos trabajadores se sumaron a la Cooperativa.

– En la actualidad, somos 40 compañeras, que nos sumamos en la cocina, la enfermería, el sector de encuadernación y la Juegoteca, que también es una conquista de la Comisión.

– ¿Cómo surgió la Juegoteca?
– Cuando se sumaron las primeras compañeras a la fábrica, se planteó que hacía falta un lugar para que nuestrxs hijxs estén cuidados. Así fue que, con la ayuda de una arquitecta solidaria y el apoyo de toda la fábrica, se pensó el espacio.

La Marea Verde y la Campaña Nacional por el Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, tuvieron su eco en MadyGraf. No sólo fue importante para el empoderamiento de las trabajadoras, sino también para repensar el rol de los varones, adentro y afuera de la fábrica.

– Nos fuimos ganando ese lugar, por peleas que dimos en lo personal, cada una de nosotras con nuestras parejas, con nuestros compañeros.

Esa toma de conciencia, no estuvo exento de avances y retrocesos, pero un camino comenzó.

– Los compañeros tenían muchos encontronazos con ellos mismos – reflexiona Laura – Se discutió el reparto de las tareas en casa. Y esto fue posible porque en el proceso adquirimos independencia en lo personal, al encontrarnos con otras.

Acordes con los vientos de cambio, esta lucha que hermana a la clase trabajadora, no sólo crece, sino que también se multiplica.

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– Hicimos un montón de cosas que una fábrica normal no hace – nos había dicho Martín con orgullo.

Festivales de rock, torneos de fútbol, peñas, charlas, visitas guiadas. MadyGraf es una propuesta cultural y política integral. Y todo esto es sostenido por sus trabajadorxs.

Encontramos, por ahí, un poema de la docente y escritora mendocina Nora Bruccoleri, dedicado a lxs trabajadorxs de MadyGraf.

Hay una hoz de papel inacabable
que esgrime lo decisivo
defendiendo a los trabajadores.
Papel que vibra
revolviendo truenos,
porque a cargo de tareas
despierta,
funciona,
levanta al porvenir. […]

Pensamos en las bobinas de papel que descansan en los galpones, mientras aguardan transformarse en manuales, folletos o afiches. Pensamos en los cuadernos de blancas hojas, que solidariamente son entregados a lxs estudiantes de escuelas públicas.

Pensamos: ¿cuántas historias tiene MadyGraf tiene por escribir? ¿Qué significa para sus trabajadorxs?

– Madygraf es mi casa – nos explicó Laura, cuándo le preguntamos qué significaba la Cooperativa en su vida – Acá siento que puedo aportar a que crezca la organización y la conciencia. Yo creo en la fuerza de la clase obrera. Y en ese sentido, MadyGraf para mi es el ejemplo de que nosotrxs podemos.

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Cae la noche sobre el conurbano y es momento de partir. Mientras esperamos el colectivo,revisamos nuestros apuntes. Fueron muchas horas, leyendo, escuchando y mirando todo lo que se desprende de esta historia. Han pasado cinco años, pero la energía que sostiene a esta fábrica no deja de sorprendernos.

Buscamos, entre lo recolectado, una historia que sintetice todo lo que han pasado. Que sintetice, en pocas palabras, la fuerza que lxs sostiene y lxs mantiene en pie. Recordamos una de nuestras primeras charlas con Facundo. Aquella breve historia, escuchada al pasar, fue el motivo que nos trajo hasta acá.

– ¿Por qué eligieron ese nombre? – consultamos.
– Hace un par de años, la hija de uno de nuestros delegados tuvo un accidente en una pileta. Los médicos no le habían dado un buen pronóstico.

Pero toda la fábrica acompañó a la familia en ese difícil momento. Por eso, muchxs aún recuerdan aquella votación. La elección del nombre fue votada por unanimidad.

– Por eso nos llamamos MadyGraf – resume Facundo – Si Madeleine no se rindió, ¿por qué íbamos a rendirnos nosotrxs?

https://relatosdeperiferia.wordpress.com/2019/08/28/ocupar-producir-resistir/

1/3/19

Dossier Última Dictadura Militar

¿Cuáles fueron las causas y consecuencias de la Última Dictadura Cívico Militar Argentina?

La última dictadura argentina, conocida como la "última dictadura cívico-militar" (1976-1983), fue un período oscuro en la historia de Argentina que estuvo marcado por violaciones masivas de derechos humanos y represión política. 

Contexto internacional: 

- Guerra Fría: Durante la Guerra Fría, el mundo estaba dividido en dos bloques liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Argentina, al igual que otros países de América Latina, se vio influenciada por la lucha ideológica entre estas dos superpotencias. Estados Unidos tenía una larga historia de apoyo a regímenes militares en América Latina, en parte como respuesta a la preocupación por la expansión del comunismo en la región. Esto influyó en el comportamiento de las autoridades estadounidenses frente al golpe en Argentina.
- La crisis del petróleo de 1973: fue un evento que se desencadenó cuando los países árabes miembros de la OPEP impusieron un embargo petrolero a Occidente en respuesta al apoyo de estos países a Israel en la Guerra del Yom Kippur, lo que resultó en una escasez de petróleo y un aumento significativo en los precios del crudo. Esto tuvo graves consecuencias para los estados occidentales, incluyendo una inflación significativa, recesiones económicas, crisis energéticas y una mayor conciencia sobre la dependencia del petróleo extranjero, lo que llevó a políticas de conservación de energía y diversificación de fuentes de energía.
- La influencia de la Revolución cubana: los grupos revolucionarios argentinos se vieron muy influenciados por el ejemplo de la revolución, muchos cuadros viajaron a la isla, donde recibieron formación política y militar. Los cubanos apoyaron la instalación de distintos focos insurgentes en América Latina (el más conocido, en Bolivia, donde murió el Che). La revolución cubana fue muy atrayente porque era el ejemplo de una revolución triunfante.
- Creación del Plan Cóndor: Durante este período, varios regímenes militares de América Latina, incluida Argentina, establecieron la llamada Operación Cóndor, una red de cooperación entre servicios de inteligencia para perseguir y eliminar a opositores políticos en el extranjero. Esto permitió la coordinación de esfuerzos represivos a nivel regional.

Causas:

- Inestabilidad económica: El país enfrentaba una crisis económica y social que incluía inflación, desempleo, conflictos laborales y agitación política. Esta situación creó un clima de inestabilidad que contribuyó a la justificación del golpe militar como una forma de restaurar el orden.
- Radicalización política: Argentina había experimentado un período de creciente polarización política en la década de 1970, con una creciente violencia entre grupos guerrilleros de izquierda y organizaciones paramilitares de derecha. Esta violencia política exacerbó las tensiones en la sociedad y proporcionó un pretexto para el golpe militar.
- Intervención de las Fuerzas Armadas: Las Fuerzas Armadas de Argentina expresaron su "preocupación" por la agitación política y social y argumentaron que era necesario intervenir para "pacificar" el país y restablecer el orden.
- Apoyo de sectores empresariales: Sectores empresariales y ciertos grupos de la sociedad civil apoyaron la intervención militar como una forma de poner fin a la agitación y estabilizar la economía.

Consecuencias:

- Violaciones de derechos humanos: La dictadura militar en Argentina se caracterizó por graves violaciones de derechos humanos, que incluyeron detenciones ilegales, torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. Se estima que miles de personas fueron víctimas de estas atrocidades.
- Censura y represión de la libertad de expresión: Se impuso una fuerte censura a los medios de comunicación y a la libertad de expresión. Muchos periodistas y artistas fueron perseguidos y censurados.
- Desaparecidos: La dictadura militar dejó un legado doloroso de "desaparecidos", personas secuestradas por el gobierno y cuyo paradero aún se desconoce. Las Madres de Plaza de Mayo se convirtieron en un símbolo de la lucha por la verdad y la justicia.
- Transición a la democracia: La presión internacional y la resistencia interna llevaron a la caída de la dictadura en 1983. Argentina recuperó la democracia y comenzó un proceso de verdad y justicia para esclarecer los crímenes de la dictadura.
- Juicios y condenas: En años posteriores, se llevaron a cabo juicios contra los responsables de violaciones de derechos humanos durante la dictadura, lo que resultó en algunas condenas significativas.
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¿Qué es el terrorismo de Estado?

Se entiende por terrorismo de Estado a la utilización por parte del gobierno en funciones de prácticas ilegítimas e ilegales, violatorias de los Derechos Civiles y de los Humanos, mediante las cuales causar terror, miedo y sometimiento sobre la población civil. Para justificar este accionar, se alegan razones de seguridad de Estado. 

En otras palabras, se trata de un gobierno que emplea los recursos del Estado para ejercer violencia sobre su propia población. Dichas acciones violentas incluir las amenazas y represalias, el hostigamiento mediante las fuerzas de orden público, pero también el encarcelamiento, la desaparición forzosa o la tortura. 

El objetivo es imponer un orden o una ideología específica en la población, obligándola a la obediencia absoluta. Es clave en la definición del terrorismo de Estado este empleo criminal del aparato del Estado en contra de sus ciudadanos. Bajo ninguna circunstancia se encuentra justificado, ya que precisamente a las fuerzas del Orden Público se les reserva el monopolio de la violencia, pero siempre bajo la obligación de usarla conforme a las leyes.
¿Qué elementos tienen en común tienen todas las dictaduras?

- Concentración del poder: En una dictadura, el poder político se concentra en una persona o un pequeño grupo, como un líder autocrático, un partido único o una junta militar. Esta concentración de poder a menudo se ejerce de manera autoritaria y sin el debido control ni equilibrio de poderes.
- Falta de elecciones libres y justas: En una dictadura, las elecciones suelen ser manipuladas o controladas por el gobierno para mantener a los líderes en el poder. Puede haber un partido único o un sistema de partido dominante que no permite la competencia real y justa.
- Restricciones a las libertades civiles: Las dictaduras suelen restringir las libertades civiles y políticas, como la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de reunión y la libertad de asociación. La represión de la oposición política y la crítica al gobierno es común.
- Violencia y represión: Las dictaduras a menudo recurren a la violencia y la represión para mantener el control. Esto puede incluir arrestos arbitrarios, torturas, ejecuciones extrajudiciales y la existencia de fuerzas de seguridad poderosas que actúan con impunidad.
- Falta de rendición de cuentas: En una dictadura, los líderes y funcionarios del gobierno rara vez son responsables por sus acciones ante el público o un poder judicial independiente. La impunidad es común, lo que significa que los abusos de derechos humanos suelen quedar sin castigo.
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Estudio de casos: los secuestros de la fábrica Ford

Carlos Gareis entró en la Ford en 1962. Fue delegado de su sector durante cuatro o cinco años hasta el año 1972. Carlos trabajaba en la Ford cuando la producción del estampado se hacía con estaño. Hasta ese momento, el procedimiento provocaba enfisema pulmonar porque no usaban máscaras y el estaño entraba por todos lados. Esa era la manera de hacerlo hasta que las cosas lograron ser mejoradas con los reclamos y la organización. 

Luego de dejar su mandato como delegado, continuó en el mismo sector. Dentro de la fábrica, él cumplía turno tarde/noche. Días después del golpe de 1976, el 12 de abril, fue secuestrado en su sector de trabajo por un grupo de militares. Ese día se le acercó un capataz y le dijo que tenía que ir a la oficina. Mientras se lo llevaban al quincho sus compañeros empezaron a canturrear y a pedirles a los militares que lo suelten. ¡“Sueltenlo! ¡Lárguenlo!”, decían. Pero estos le dijeron: "Acá tenés dos opciones: o les decís que sigan trabajando o sos hombre muerto".

El quincho de la planta de Pacheco funcionó como centro ilegal y transitorio de detención. Los secuestrados permanecieron ahí antes de ser derivados a otros lugares. Carlos estuvo desde las seis o siete de la tarde hasta cuando “clareaba”. Durante la noche le pegaron patadas le pusieron alambres y capucha. Al día siguiente, lo llevaron a la comisaría de Tigre, donde también lo golpearon. Ahí vio gente de otras fábricas de zona norte, como Astarsa y Terrabusi. Estuvo como 30 o 40 días incomunicado. Después lo llevaron a Devoto. Y después a la U9 de La Plata y lo largaron a mediados de 1977.

Una de las recurrencias en las causas sobre la complicidad de las empresas con la dictadura es el componente gremial de los secuestrados. Los secuestros en la Ford se produjeron por “oleadas”. Comenzaron el 24 de marzo y se extendieron durante unos dos meses. Se sabe, a la hora del golpe muchos eran integrantes de las comisiones internas de las plantas o estaban muy cerca de esas comisiones. La mayor parte eran comisiones combativas enfrentadas a la burocracia sindical. Para graficar esta complicidad, hay un dato escalofriante aportado por varios trabajadores de la época. Antes del golpe, los integrantes del Ejército comían en las instalaciones de la Ford. Llegaban con tickets de comedor provistos por la empresa como el resto de los empleados.

>> Recurso >> Archivo oral, reconstrucción y testimonios de la Causa Ford

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Estudio de casos: la familia Francese-Bettini

“Primero fue mi hijo, después mi marido y mi yerno. Luego mi madre.” Marta del Carmen Francese de Bettini relató ayer en la primera audiencia del año del juicio “para conocer la verdad” (es decir sin consecuencias penales) que sigue la Cámara federal de La Plata la historia de su familia, destruida por la última dictadura militar. Su hija Marta Mercedes y el abogado Angel Miretta Mendizábal completaron el relato, que aportó datos sobre varios aspectos del terrorismo de Estado: los entierros clandestinos, la complicidad de la jerarquía eclesiástica, los saqueos y los secuestros extorsivos.

La tragedia de la familia Bettini comenzó el 8 de noviembre de 1976, cuando fue secuestrado Marcelo, de 21 años. Su padre, Antonio, un reconocido abogado de La Plata que en esa época se desempeñaba como fiscal federal, consiguió entrar a la morgue policial. Allí no encontró a su hijo, pero vio varios cadáveres, cada uno tenía un cartel colgando del dedo gordo del pie con la fecha en que el cuerpo debía “aparecer” en algún lugar como “muerto en enfrentamiento”. Marta Mercedes, hermana de Marcelo, estaba casada con el teniente de fragata Jorge Devoto, quien preguntó a sus compañeros sobre el destino de su cuñado. Marta del Carmen, la madre del joven desaparecido, probó suerte con los miembros de la Iglesia, confiándose en la militancia católica de su familia.

A través de las gestiones de Devoto, los Bettini se enteraron de que Marcelo figuraba en un radiograma interno como muerto en un enfrentamiento. Antonio Bettini se entrevistó con el comisario Juan Pachelú, quien les informó que el cuerpo del joven figuraba como NN en una fosa del cementerio de La Plata. “Estaba enterrado con otros cadáveres, Jorge fue a reconocer el cuerpo y encontró también los restos de un amigo de mi hijo”, dijo Marta del Carmen frente al tribunal. El cuerpo de Marcelo fue enterrado en el panteón familiar. Alfredo Temperoni, chofer de los Bettini, fue secuestrado y estuvo detenido diez días en La Cacha. El 18 de marzo de 1977, en La Plata, mientras Bettini y Devoto trataban de averiguar qué había pasado con él, su auto fue interceptado por otro coche. A los gritos, varias personas se subieron al auto y los llevaron al Bosque de La Plata. Allí Bettini fue encapuchado y subido a otro coche. A Devoto lo dejaron en el lugar. Esa misma noche los militares allanaron y saquearon la casa de los Devoto, buscando al teniente de fragata, aunque unas horas antes lo habían tenido en su poder. Devoto todavía confiaba en su arma y estaba convencido de que el secuestro de su suegro había sido “un error”. Tres días después de la desaparición de Bettini fue al Edificio Libertad para hablar con sus superiores. “Llorando le pedí que no fuera, pero no hizo caso. Esa fue la última vez que lo vi”, relató su suegra. Devoto fue secuestrado durante su visita a la sede de la Armada.

Por testimonios de sobrevivientes –entre ellos el de Nelva Falcone, que ya declaró en este juicio, y el del chofer Temperoni, que fue detenido por segunda vez– los Bettini pudieron saber que Antonio estuvo secuestrado en La Cacha y que luego fue trasladado a la Escuela de Mecánica por pedido de la Marina. De Devoto no supieron nada aunque la Armada reconoció que lo tenía secuestrado, pues avisaron que iban a pedir un rescate. Pero no hubo novedades hasta 1997, cuando el ex marino Adolfo Scilingo habló de “los vuelos de la muerte”. Ante el juez español Baltasar Garzón, Scilingo declaró que los detenidos eran sedados antes de ser arrojados al mar pero que en el caso de Devoto lo tiraron consciente porque era considerado un traidor. La declaración del ex marino fue aportada por Marta Mercedes, quien además citó el testimonio del “arrepentido” Orestes Vaello ante la Conadep, en donde se detalla el accionar y la composición del grupo de tareas 3.2 que funcionaba en La Plata.

Marta del Carmen y sus dos hijos vivos (Marta Mercedes y Claudio) se fueron a Uruguay, pero temiendo por el accionar conjunto de las Fuerzas Armadas del Cono Sur viajaron a Brasil y finalmente se instalaron en Europa. La pesadilla no había terminado. El 3 de noviembre de 1977 secuestraron a María Mercedes Hourquebie de Francese, de 77 años, madre de Marta del Carmen. El general Ramón Camps justificó esta detención con el argumento de que esa señora “aportaba plata para la campaña de los montoneros en el exterior”. Algunos miembros de la misma familia habían hecho esta denuncia a los militares para, presumiblemente, quedarse con los bienes de los Bettini Francese.

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Estudio de casos: el caso Aurelia Tejerina de la Rosa

Aurelia Tejerina de la Rosa es sobreviviente de El Cilindro, el centro clandestino de detención que funcionó en el Batallón de Municiones 601 de Los Polvorines en tiempos del dictadura militar. Ella vive en Pablo Nogués, y testimonió ante la CONADEP hace más de quince años. Fue secuestrada una noche de fines de abril de 1978, quince días después que su marido, Jesús Lautaro de la Rosa, fuera llevado por un grupo de tareas para nunca más aparecer.

El 27 de julio de 1976 había sido secuestrado su cuñado Gerardo César de la Rosa, y el 29 de marzo de 1977 desapareció su hermano Juan Domingo Tejerina Colombres, quien vivía en Moreno y habría sido visto en la ESMA. Sus vecinos fueron testigos del secuestro por parte de militares y personas vestidas de civil, cuando fue sacada de su casa encapuchada, subida a una camioneta y perderse en la noche.

La noche del secuestro, Aurelia Tejerina fue subida a una camioneta y, según su testimonio en la CONADEP, recuerda perfectamente el recorrido, que le permite concluir que fue alojada en el Batallón de Municiones. Ante la CONADEP, cuyos folios firma de puño y letra, describe las maniobras que realiza el rodado para llegar al lugar, que se encontraba a pocas cuadras de su casa. "Deduce que era la calle Salta por el ruido de una alcantarilla que siempre está con agua. Cruza las vías del ferrocarril Belgrano que inmediatamente dobla a la derecha. Después de un breve trayecto doblan a la derecha, cruzan por segunda vez la vía y siente una campanilla y la voz de una persona que dice "¡Alto!, ¿quién es?". La respuesta fue: "Capitán Griego o Gringo" (no recuerda). Escuchó ladridos de perros (esto se ve desde el tren). Sigue un trayecto corto y la bajan.

Camina unos pasos, pasa por una puerta corrediza (que ve desde adentro) color marrón, baja unos cuatro escalones y la depositan en el piso, sobre una colchoneta. Ante la misma comisión describió el lugar. "Cuando no sintió más ruidos de botas se levantó la capucha y vio un recinto muy grande, con techo de chapa a dos aguas, con un cilindro de hierro de 0,80 centímetros de altura, del cual salían cadenas, en forma radiada. La longitud de cada cadena no pudo observarlas, pero pudo ver hasta 10 metros. En dichas cadenas se encontraban engrillada una persona cada metro, en dos sentidos". Luego de estar varias horas confirmó su conclusión desde el baño del lugar donde estaba detenida, que se encontraba fuera del recinto antes descrito. "Desde allí pudo ver a través de unos ventanales la ruta 197, donde vio pasar el colectivo 365, el F.C. Belgrano, una cancha de fútbol con conscriptos jugando, una laguna, galpones, colectivo verde".

Al describir la situación que se vivía en el centro clandestino de detención recordó que ella se encontraba sobre una colchoneta color verde, desde donde sentía gritos de terror. "Cuando la llevaron a declarar le sacaron las vendas de los ojos y vio que había mucha gente encapuchada declarando en un pasillo largo y que había escritorios. Le preguntaron en qué trabajaba su esposo (había sido secuestrado); en qué andaba su hermano y le dijeron que no busque a su marido porque estaba muerto, que si no los delataba, la soltaban a la noche". Más adelante explica que "la llevaron adentro, y oía pedir socorro, llamen a un médico, agua, comida. Sentía pasos de botas, un golpe y se callaban las mujeres y hombres. Oía gritos de niños.

Cuando llegó la noche (23 o 23:30) se levantó la capucha y vio atemorizada cantidad de gente, "a los que a unos le faltaba el pie, otros los brazos, ojos morados, manos, en el piso había sangre; al lado suyo había una mujer embarazada de 22 o 23 años que la llevaron y no la trajeron. Atrás de sus espaldas había niños de 2 o 3 años que lloraban". Relató que fue sacada del lugar "esa misma noche, a las 2 o 3 de la mañana, sintió botas (tenía un número que cree era el 345), le pusieron un saco y la llevaron entre dos hombres hasta un coche color azul. La dieron varias vueltas, la dejaron en la ruta, en San Martín, en una zanja, que había unos tubos. Se sacó la cinta adhesiva que le cubría los ojos y vio el Falcon color azul que se alejaba". Ante la CONADEP, a mediados de los 80, explicó que "cambió de domicilio y nunca más fue molestada". En cuanto a su testimonio "es la primera vez que la realiza porque tenía miedo en su persona, por haber sido amenazada".

Actualmente la mujer vive en la misma casa de donde la secuestraron y recibe un sueldo del municipio de Malvinas Argentinas, a través de uno de los planes sociales de la Provincia. La llevaron a limpiar el batallón el año pasado, pero se puso a llorar y se descompuso al recordar su cautiverio. La Comisión de la Memoria, a través de funcionarios municipales, la entrevistó durante el mes de enero, pero hasta el momento nunca se dio a conocer públicamente su testimonio. Hubo profesores de la UNGS que conocían el caso e incluso se entrevistaron con la mujer, pero nunca lo dieron a conocer al público ni propusieron de manera firme evitar la destrucción de las posibles pruebas que aún se conservaban en el batallón hasta la semana pasada. No se descarta que existan otros testimonios, entre ellos el que figura en el informe "Nunca Más", donde una persona reconoce el lugar pues encuentra una frase que había escrito mientras estuvo allí y que decía : "Dios mío ayúdame".
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Carta abierta de un escritor a la Junta Militar

El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.

Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.

Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.

Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. […] Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.

Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados. De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aun en las cumbres represivas de anteriores dictaduras. [...] A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal".

Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.

En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar 11, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.

Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron. [...] Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional.

Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aun si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.

Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977